Evangelio Diario y Meditación

Evangelio Diario y Meditación

30 de septiembre de 2015 Desactivado Por Regnumdei

Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 9,57-62. 

Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». 

Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». 

Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». 

Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». 

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». 

Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios». 

+Meditación:

Meditación del Papa Francisco

Jerusalén es la meta final, donde Jesús, en su última Pascua, debe morir y resucitar, y así llevar a cumplimiento su misión de salvación. Desde ese momento, después de esa “firme decisión”, Jesús se dirige a la meta, y también a las personas que encuentra y que le piden seguirle les dice claramente cuáles son las condiciones: no tener una morada estable; saberse desprender de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado.

Pero Jesús dice también a sus discípulos, encargados de precederle en el camino hacia Jerusalén para anunciar su paso, que no impongan nada: si no hallan disponibilidad para acogerle, que se prosiga, que se vaya adelante. Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita. Si quieres, ven. La humildad de Jesús es así. Él invita siempre, no impone. (S.S. Francisco, 30 de junio de 2013)

Meditación San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia 

Vida de san Antonio, 19-20

    Un día vinieron todos los monjes a ver a Antonio y le rogaron les dijera una palabra. Les dijo:… Hemos comenzado, nos hemos comprometido a seguir el camino de la virtud. Ahora, marchémonos con el deseo de proseguir el camino hasta alcanzar el fin (Flp 3,14). Que nadie mire atrás, como la mujer de Lot (Gn 19,26), porque el Señor ha dicho: “el que pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para el Reino de los cielos”. Mirar hacia atrás no es otra cosa que cambiar su propósito y volver a gustar las cosas de este mundo. No temáis cuando oigáis hablar de virtud y no os extrañéis de esta palabra. Porque la virtud no está lejos de nosotros: no nace fuera de nosotros; es asunto nuestro y la cosa más simple con tal que lo queramos.

    Los paganos abandonan su país y atraviesan el mar para estudiar. Nosotros, no tenemos ninguna
necesidad de abandonar nuestro país para llegar al Reino de los cielos, ni cruzar el mar para adquirir la virtud. Porque el Señor ha dicho: “El Reino de los cielos está dentro de vosotros” (Lc 17,21). La virtud, pues, no tiene necesidad más que de nuestro querer, puesto que está en nosotros y nace de nosotros. Si el alma conserva su inteligencia natural, la virtud nace en nosotros. El alma se encuentra en su estado natural cuando permanece tal como ha sido creada; ha sido creada muy bella y muy recta. Por eso Josué, hijo de Nun, decía al pueblo exhortándolo: “Que vuestro corazón sea recto ante el Señor, el Dios de Israel” (Jos 24,23). Y Juan Bautista: “Allanad vuestros senderos” (Mt 3,3). El alma recta es la que conserva su inteligencia tal como ha sido creada. Por el contrario, cuando se desvía y abandona su estado natural, es entonces que se habla de vicios en el alma. La cos, pues, no es difícil… Si tuviéramos que buscar la cosa fuera de nosotros, eso sería lo verdaderamente difícil, pero, puesto que está en nosotros, guardémonos de pensamientos impuros y conservemos nuestra alma sólo para el Señor, como si hubiéramos recibido un depósito, de manera que el Señor pueda reconocer su obra al encontrar nuestra alma tal como él la ha hecho.

+Comunión Espiritual:

De santa Margarita Mª Alacoque

“Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia. ¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?

Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies? ¡Bondad inconcebible!

¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?

 ¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!v¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!

Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito

¿cómo puedo no desear poseerte? Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.

Ven, ven, divino Sol mío. Ven, Médico caritativo de mi alma. Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno, el más dulce y más amable de todos los amigos, Ven a mi corazón.”