No hay cristiano sin Jesús.
Y Jesús no está cuando el cristiano responde a mandamientos que no llevan a Cristo o no vienen de Cristo.
El Papa Francisco, en la misa que celebró el sábado, 7 de septiembre, en Santa Marta, insistió en la centralidad de Cristo. Y puso en guardia a los cristianos respecto de seguir revelaciones privadas, pues la revelación -dijo- concluyó con Cristo.
En la homilía el Santo Padre prosiguió con la reflexión que la víspera había propuesto de las lecturas en las que Jesús es presentado como el esposo de la Iglesia. En el pasaje evangélico de Lucas (6, 1-5), se narra el episodio de la discusión de Jesús con los fariseos, que reprochan a los apóstoles haber violando el descanso del sábado arrancando y comiendo espigas de trigo. En este pasaje del Evangelio Jesús -observó el Pontífice- se presenta como algo más respecto a ayer “y dice: Yo soy el Señor, el Señor también del sábado. En otra parte dirá: el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. La centralidad de Él y también la centralidad del cristiano respecto a muchas cosas. Jesús es el centro, es el Señor”. Una definición que -notó el Papa- “no entendemos bien”, porque “no es fácil de entender”. Lo cierto es que Jesús “es el Señor” en cuanto que es Quien “tiene el poder, la gloria, quien tiene la victoria. Es el único Señor”.
Citando la carta de san Pablo a los Colosenses (1, 21-23) el Santo Padre apuntó también que es precisamente el apóstol quien recuerda que Jesús nos “ha reconciliado en el cuerpo de su carne mediante la muerte -nos ha reconciliado a todos nosotros- para presentaros santos, inmaculados e irreprochables ante Él; a fin de que permanezcáis cimentados y firmes en la fe”. Jesús -sintetizó el Papa- es el centro que nos regenera y nos funda en la fe. En cambio “los fariseos -continuó- ponían en el centro de su religiosidad muchos mandamientos. Y Jesús dice de ellos: Imponen cargas en la espalda de la gente”. Si no está Jesús en el centro, “hay otras cosas”, advirtió el Santo Padre. Y en el día de hoy “encontramos a muchos cristianos sin Cristo, sin Jesús. Por ejemplo, quienes tienen la enfermedad de los fariseos y son cristianos que ponen su fe y su religiosidad, su cristiandad, en muchos mandamientos: ¡Ah! Debo hacer esto, debo hacer lo otro. Cristianos de actitudes”: o sea, que hacen cosas -explicó- porque se tienen que hacer, pero en realidad “no saben por qué lo hacen”.
Pero “¿Jesús dónde está?”, se preguntó el Papa Francisco. Que continuó: “Un mandamiento es válido si viene de Jesús”. Cristianos sin Cristo hay muchos, como los que “buscan sólo devociones, muchas devociones, pero Jesús no está. ¡Y entonces te falta algo, hermano! Te falta Jesús. Si tus devociones te llevan a Jesús, entonces bien. Pero si te quedas ahí, entonces algo no marcha”. Después está “otro grupo de cristianos sin Cristo: los que buscan cosas un poco raras, un poco especiales, los que van detrás de las revelaciones privadas”, mientras que la Revelación se concluyó con el Nuevo Testamento. El Papa advirtió en estos cristianos el deseo de ir “al espectáculo de la revelación, a oír cosas nuevas”. Pero -es la exhortación que el Pontífice les hace- “¡toma el Evangelio!”. Entre los cristianos sin Cristo mencionó también “a los que se perfuman el alma, pero no tienen virtudes porque no tienen a Jesús”.
¿Cuál es entonces la regla para ser cristiano con Cristo? ¿Y cuál es el “signo” de que una persona es un cristiano con Cristo? Se trata de una “regla -aclaró el Santo Padre- muy sencilla: es valido sólo lo que te lleva a Jesús, y sólo es válido lo que viene de Jesús. Jesús es el centro, el Señor, como Él mismo dice”. Así que si algo lleva o viene de Jesús, “ve adelante”, exhortó el Papa; pero si no viene o no lleva a Jesús, “entonces es un poco peligroso”. Y a propósito del “signo”, dijo: “Es un signo sencillo el del ciego de nacimiento del que habla el Evangelio de Juan en el capítulo noveno. El Evangelio dice que se postró ante Él para adorar a Jesús. Un hombre o una mujer que adora a Jesús es un cristiano con Jesús. Pero si tú no consigues adorar a Jesús, algo te falta”.
He aquí “una regla y un signo”, concluyó el Pontífice: “La regla es: soy un buen cristiano, estoy en el camino del buen cristiano, si hago lo que viene de Jesús o me lleva a Jesús porque Él es el centro. El signo es la adoración ante Jesús, la oración de adoración ante Jesús”.