Memoria Obligatoria, María Madre de la Iglesia

Memoria Obligatoria, María Madre de la Iglesia

18 de mayo de 2024 Desactivado Por Regnumdei

Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos. (Lunes después de Pentecostés)


Madre y modelo de la Iglesia:


Enseña Benedicto XVI que: María es también “la protagonista, humilde y discreta, de los primeros pasos de la Comunidad cristiana: María está en el corazón espiritual, porque su misma presencia entre los discípulos es memoria viviente del Señor Jesús y signo del don de su Espíritu”.

La Madre de Dios, según el Papa Emérito,  aquella persona que “observó en primer lugar y plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así amarlo no solo como madre, sino también como sierva humilde y obediente”.

“Ahí, donde Jesús promete a sus amigos que el Espíritu Santo los asistirá ayudándolos a recordar cada una de sus palabras y comprenderla profundamente, ¿cómo no pensar en María, que en su corazón, templo del Espíritu, meditaba e interpretaba fielmente todo aquello que su Hijo decía y hacía?”, agregó, destacando también la figura de María como “Madre y modelo de la Iglesia”. (Benedicto XVI, 9 de Mayo del 2010)

La existencia de la Virgen María está caracterizada por la oración y el recogimiento, meditando cada acontecimiento en el silencio de su corazón.


El Lugar privilegiado para María es la Iglesia, según Benedicto XVI:


«Con María inicia la vida terrena de Jesús, y con ella comienzan también los primeros pasos de la Iglesia. (…) Ella siguió con discreción todo el camino de su Hijo durante la vida pública hasta los pies de la cruz, y ahora acompaña, con una oración silenciosa, el camino de la Iglesia».

Las etapas del itinerario de María desde la casa de Nazareth hasta el cenáculo de Jerusalén «están marcadas por la capacidad de mantener un perseverante clima de recogimiento para meditar todos los acontecimientos en el silencio de su corazón, ante Dios. La presencia de la Madre de Dios con los once, después de la Ascensión, (…) asume un valioso significado, porque con ellos la Virgen comparte lo más precioso: la memoria viva de Jesús en la oración».

Después de la Ascensión de Jesús al cielo, los apóstoles se reúnen con María para esperar junto a ella el don del Espíritu Santo, sin el cual no se puede testimoniar a Cristo.

«Ella, que ya lo ha recibido para generar al Verbo encarnado, comparte con toda la Iglesia la espera del mismo don. (…) Si no hay Iglesia sin Pentecostés, tampoco hay Pentecostés sin la Madre de Jesús, porque ella ha vivido de modo único lo que la Iglesia experimenta cada día bajo la acción del Espíritu Santo».

El Concilio Vaticano II ha subrayado esta relación especial entre la Virgen y la Iglesia en la Constitución dogmática «Lumen gentium»: «Vemos los apóstoles antes del día de Pentecostés ‘perseverantes con un solo corazón en la oración, con las mujeres y María la madre de Jesús’».

«El lugar privilegiado de María es la Iglesia, en la que es reconocida como (…) figura y excelentísimo modelo de fe y caridad».

La necesidad de la oración, en las personas, muchas veces  «está dictada por situaciones de dificultad, por problemas personales que llevan a dirigirse al Señor en busca de luz, confortación y ayuda».

«María invita a abrir las dimensiones de la oración, a dirigirse a Dios no solamente en momentos de necesidad y no sólo pidiendo por uno mismo, sino de modo unánime, asiduo, fiel, «con un solo corazón y una sola alma’».

 «La Madre de Jesús ha sido colocada por el Señor en los momentos decisivos de la historia de la salvación, y ha sabido responder siempre con plena disponibilidad, fruto de una relación profunda con Dios madurada en la oración asidua e intensa».

«Entre la Ascensión y Pentecostés, ella se encuentra ‘con’ y ‘en’ la Iglesia, en oración. Madre de Dios y Madre de la Iglesia, María ejerce su maternidad hasta el final de la historia». (Catequesis de Benedicto XVI, 14 de Marzo, 2012)


Cumbre y corona del Concilio:


Es memorable el discurso de cierre del tercer período del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En esa sesión, fue promulgada la constitución sobre la Iglesia, Lumen gentium, que, según palabras de Pablo VI, «tiene como cumbre y corona todo un capítulo dedicado a la Virgen». El Papa observó que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina mariana, nunca antes elaborada por algún concilio ecuménico, con el fin de «manifestar el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida»  (EnchiridionVaticanum , Bolonia 1979, p. [185], nn. 300-302). En ese contexto, proclamó a María Santísima «Madre de la Iglesia» (Cf. n. 306), subrayando, con profunda sensibilidad ecuménica, que «la devoción a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo» ( n. 315). 


Finalmente citamos el Decreto que instituye como Memoria Obligatoria, la celebración de Maria Madre de la Iglesia que afirma:


“En efecto, la Madre, que estaba junto a la cruz (cf. Jn 19, 25), aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina, convirtiéndose en amorosa nodriza de la Iglesia que Cristo ha engendrado en la cruz, entregando el Espíritu. A su vez, en el discípulo amado, Cristo elige a todos los discípulos como herederos de su amor hacia la Madre, confiándosela para que la recibieran con afecto filial.”

“María, solícita guía de la Iglesia naciente, inició la propia misión materna ya en el cenáculo, orando con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de Madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también «Madre de la Iglesia», como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII…”

“El Sumo Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año.

Esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.

Por tanto, tal memoria deberá aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas: los respectivos textos litúrgicos se adjuntan a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de ser confirmadas por este Dicasterio.”


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