LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso; la vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años; canas del hombre son la prudencia, y edad avanzada, una vida sin tacha.
Del libro de la Sabiduría 4, 1-20
LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD
Más vale ser virtuoso, aunque sin hijos; la virtud se perpetúa en el recuerdo: la conocen Dios y los hombres. Presente, la imitan; ausente, la añoran; en la eternidad, ceñida la corona, desfila triunfadora, victoriosa en la prueba de trofeos bien limpios.
La familia innumerable de los impíos no prosperará: es retoño bastardo, no arraigará profundamente ni tendrá base firme; aunque por algún tiempo reverdezcan sus ramas, como está mal asentado, lo zarandeará el viento y lo descuajarán los huracanes. Se troncharán sus brotes tiernos, su fruto no servirá: está verde para comerlo, no se aprovecha para nada; pues los hijos que nacen de sueños ilegales son testigos de cargo contra sus padres a la hora del interrogatorio.
El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso; la vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años; canas del hombre son la prudencia, y edad avanzada, una vida sin tacha. Agradó a Dios, y Dios lo amó; vivía entre pecadores, y Dios se lo llevó; lo arrebató para que la malicia no pervirtiera su conciencia, para que la perfidia no sedujera su alma; la fascinación del vicio ensombrece la virtud, el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia.
Maduro en pocos años, cumplió mucho tiempo; como su alma era agradable a Dios, se dio prisa en salir de la maldad; la gente lo ve y no lo comprende, no se da cuenta de esto: que Dios quiere a sus elegidos, se apiada de ellos y mira por sus devotos.
El justo fallecido condena a los impíos que aún viven, y una juventud colmada velozmente, a la vejez longeva del perverso; la gente verá el final del sabio y no comprenderá lo que el Señor quería de él, ni por qué lo puso al seguro. Lo mirarán con desprecio, pero el Señor se reirá de ellos; se convertirán en cadáver sin honra, baldón entre los muertos para siempre; pues los derribará cabeza abajo, sin dejarles hablar, los zarandeará desde los cimientos, y los arrasará hasta lo último; vivirán en dolor y su recuerdo perecerá. Comparecerán asustados cuando el recuento de sus pecados, y sus delitos los acusarán a la cara.