La fe en Jesucristo

La fe en Jesucristo

28 de septiembre de 2012 Desactivado Por Regnumdei

Como al ciego de nacimiento, el Señor nos pregunta una vez más: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». Nuestra respuesta ha de ser también la misma: «Creo, Señor».

La Dei Verbum enseña que «cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece “el homenaje total de su entendimiento y voluntad”, asintiendo libremente a lo que Dios revela». La fe es la única respuesta del ser humano proporcionada a la iniciativa divina de manifestarse mediante la Revelación. Esta exigencia de asentimiento pleno ante la manifestación divina se hace aún más radical frente a Jesucristo, en quien la Revelación alcanza su plenitud. «Creer en sentido cristiano quiere decir acoger la definitiva auto-–Revelación de Dios en Jesucristo, respondiendo a ella con un “abandono en Dios”, del que Cristo mismo es fundamento, vivo ejemplo y mediador salvífico».

La fe en Jesucristo está en el origen de la existencia renovada que Él nos trajo. Por ello el bautismo, que es «el fundamento de toda la vida cristiana», «la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana», es también «el sacramento de la fe».

En el sacramento del bautismo resulta claro que la profesión de la fe incluye necesariamente la «renuncia a Satanás, y a todas sus obras, y a todas sus seducciones». Es una entrega a Dios que se ha manifestado en Jesucristo, y esta entrega exige una coherencia de vida. Por ello la fe —que sólo es posible como respuesta al don de Dios, pero es un acto libre y plenamente humano— abarca toda la vida del ser humano. La fe —como enseña el Santo Padre en la Veritatis splendor— «no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida. Pero una palabra no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos, si no es puesta en práctica. La fe es una decisión que afecta a toda la existencia; es encuentro, diálogo, comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Implica un acto de confianza y abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como Él vivió, o sea, en el mayor amor a Dios y a los hermanos».

Esta fe que abarca la vida entera y exige coherencia con el divino Modelo y lo que Él implica, tal como nos es enseñado por la Iglesia, es pues el principio dinámico de la vida cristiana que «debe crecer después del bautismo»26 hasta perfeccionarse en la caridad.

…Resulta sugerente mirar la tesis doctoral de Karol Wojtyla, dedicada a La fe según San Juan de la Cruz. En ella señala cómo —en tiempos de profundos cambios culturales a todo nivel y de nuevos horizontes que guardan semejanzas con los nuestros— San Juan encontró en la vivencia de la fe —entendida como medio proporcionado para la unión con Dios— la respuesta a los peligros de desviación, y la garantía de un fundamento sólido sobre el cual construir la vida cristiana: «El Doctor Místico, en efecto, reaccionando contra las corrientes de un misticismo vago y sentimental, enseñó intrépidamente que la fe es el medio propio para la unión del alma con Dios; la fe con todas sus consecuencias, la fe desnuda, la fe en austeridad y obediencia intelectual».

La centralidad de la fe personal vivida en armonía total con la fe de la Iglesia fue no solamente un antídoto contra el sentimentalismo y el subjetivismo que se presentaban entonces como una grave tentación —en modo semejante como ahora se da—, sino también una respuesta clara a las corrientes heréticas que amenazaban la vida cristiana. «En los años que siguen a la gran crisis de la Reforma, cuando serpean los errores de los “novadores”», San Juan supo oponer «a este cristianismo corrompido la integridad de la vida sobrenatural y su obra suprema de transformación y de unión de amor con Dios», señalando el horizonte de «la fe viva, informada por la caridad y que opera por ella; la fe, único medio proporcionado a la unión viva con Dios».

Hoy, cuando «no se puede negar que la vida espiritual atraviesa en muchos cristianos un momento de incertidumbre que afecta no sólo a la vida moral, sino incluso a la oración y a la misma rectitud teologal de la fe», se hace particularmente necesario ahondar en la vida de fe, y en sus exigencias de coherencia integral. Más aún cuando la fe de no pocos —como señala el Santo Padre— «está a veces desorientada por posturas teológicas erróneas, que se difunden también a causa de la crisis de obediencia al Magisterio de la Iglesia».

Cardenal Augusto Vargas Alzamora, La fe nos llega a través de la Iglesia