Charla Esclavitud Mariana y los Últimos tiempos

3 de enero de 2012 Desactivado Por Regnumdei

Esclavitud?

Panorama de la vida

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Hay que diferencia entre:

Esclavos del mundo, de la carne o del propio “YO”.  Del maligno…

¿Consistirá la vida cristiana en solo evitar el pecado?

¿En solo evitar la corrupción moral?

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¿Solo evitar el pecado mortal pero ser esclavo de este mundo, sus complacencias y sus poderes…?

¿Evitar el pecado venial, luchando contra el egoísmo y orgullo de la propia voluntad por ser esclavos del propio yo…?

Hay un camino:

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Maestro Bueno ¿que debo hacer para entrar en el Reino de los cielos?  

(Mc 10:17-27)

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“Querer solo hacer la voluntad de Dios, por ser esclavo de amor del Corazón de Jesús por medio del Corazón de su Madre, de modo que me ama tanto hasta sufrir por mí, que es imposible no amarle hasta sufrir por ÉL…”

Esta no es más que insistir en la misma predicación de Jesus, de Juan Bautista y la tradicional predicación de la Iglesia y de los santos en ella…

Camino de perfección cristiana, las edades espirituales: Purgativa, Iluminativa y Unitiva…

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San Ignacio tiene tres grados de humildad:

         IMITAR A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN LA HUMILDAD

1. Cumplir los mandamientos y evitar el pecado mortal.

2. Indiferencia a lo que me venga, sin preferir más riqueza que pobreza, salud que enfermedad, éxito o fracaso, vida larga que corta, tratando de evitar el pecado venial.

3. Imitar y parecerme a Cristo, eligiendo más la pobreza que la riqueza, oprobios que alabanzas, etc. 

Otra meditación de San Ignacio de Loyola:  Las Dos Banderas

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Meditación de dos banderas, la una de Christo, summo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana natura. La sólita oración preparatoria.


1º preámbulo. El primer preámbulo es la historia: será aquí cómo Christo llama y quiere a todos debaxo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debaxo de la suya.

2º preámbulo. El 2º: composición viendo el lugar; será aquí ver un gran campo de toda aquella región de Hierusalén, adonde el summo capitán general de los buenos es Christo nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer.

3º preámbulo. El 3º: demandar lo que quiero; y será aquí pedir conoscimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar, y conoscimiento de la vida verdadera que muestra el summo y verdadero capitán, y gracia para le imitar.

1º puncto. El primer puncto es imaginar así como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como en una grande cáthedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa.

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Benedicto XVI:     

“…aun si estamos cada vez más cercanos unos de otros con el desarrollo de los medios de comunicación, y las distancias geográficas parecen desaparecer, la comprensión y la comunión entre las personas muchas veces es superficial y difícil

Un mundo, el nuestro, ha señalado el Papa donde los desequilibrios se hacen conflictivos; el diálogo entre las generaciones fatigoso; los hombres son cada vez más agresivos y malhumorados; y comprenderse parece demasiado difícil. Se prefiere encerrarse en el propio yo, y en los propios intereses. 

Benedicto XVI ha contrapuesto la narración de Pentecostés a la antigua historia de la construcción de la Torre de Babel. En ella se describe un reino en el que los hombres han concentrado tanto poder de llegar a pensar en no tener que hacer más referencia a un Dios lejano y de ser tan fuertes, de poder construir por sí solos un camino que conduzca al cielo para abrir sus puertas y colocarse en el lugar de Dios. Pero justo en esta situación se verifica algo extraño y singular.

Mientras los hombres estaban trabajando juntos para construir la torre, de repente se dieron cuenta que estaban construyendo el uno contra el otro. Mientras trataban de ser como Dios, corrían el peligro de no ser ni tan siquiera hombres, porque habían perdido un elemento fundamental del ser personas humanas: la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos.

(Homilía de Pentecostés, Junio del 2012)

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Galatas 5,  25-26   porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos.

Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.

 El odio del Maligno

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¿Por que hay que elegir? Un misterio profundo ¿Cual es la razón del ataque del maligno? ¿Que le molesta de nosotros?…¿Por que nos odia??

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Gen. 1, 26  

Hagamos al hombre a nuestra imagen

San Juan 14, 23

Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada.

San Juan 17, 3

Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo

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Cantar de los Cantares 4,9

¡Me has robado el corazón hermana mía, novia mía! ¡Me has robado el corazón con una sola de tus miradas, con una sola vuelta de tus collares!

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CEC 1721 Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2 P 1, 4) y de la Vida eterna (cf Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria.

El odio a la familia

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Juan Pablo II:  

El relato (primer relato del Genesis) de la creación del hombre…afirma desde el principio y directamente que el hombre ha sido creado a imagen de Dios en cuanto varón y mujer… Del concepto de «imagen de Dios», entonces podemos deducir que el hombre se ha convertido en «imagen y semejanza» de Dios no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas, que el hombre y la mujer forman desde el comienzo. La función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio. El hombre se convierte en imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad, cuanto en el momento de la comunión. Efectivamente, él es «desde el principio» no sólo imagen en la que se refleja la soledad de una Persona que rige al mundo, sino también y esencialmente, imagen de una inescrutable comunión divina de Personas.

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¡Qué gran misterio! Me agrada indicarlo sobre todo a las familias,… En la Trinidad se puede entrever el modelo originario de la familia humana. Como he escrito en la Carta a las familias, el Nosotros divino constituye el modelo eterno del específico nosotros humano formado por un hombre y una mujer que se entregan recíprocamente en una comunión indisoluble y abierta a la vida (cf. n. 6).

UNIDAD Y PERPETUIDAD. (Que la familia no sea una – imposible si no hay diferencias de 2 género- y que no se perpetúe en el tiempo y en los hijos)

León XII: Y aquella unión del hombre y de la mujer, para responder de la mejor manera a los sapientísimos designios de Dios, manifestó desde ese mismo momento dos principalísimas propiedades, nobilísimas sobre todo y como impresas y grabadas ante sí: la unidad y la perpetuidad. Y esto lo vemos declarado y abiertamente confirmado en el Evangelio por la autoridad divina de Jesucristo, que atestiguó a los judíos y a los apóstoles que el matrimonio, por su misma institución, sólo puede verificarse entre dos, esto es, entre un hombre y una mujer; que de estos dos viene a resultar como una sola carne, y que el vínculo nupcial está tan íntima y tan fuertemente atado por la voluntad de Dios, que nadie de los hombres puede ser desatado o roto. Se unirá (el hombre) a su esposa y serán dos en una carne. Y así no son dos, sino una carne. Por consiguiente, lo que Dios unió, el hombre no lo separe.

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Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos” resume brevemente esta doctrina: “En el momento culmínate de la historia de la salvación, cuando Dios revela su amor a la humanidad mediante el don del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y de José el que realiza en plena libertad el don esponsal de sí al acoger y expresar tal amor” (RC, n. 7). A confirmación y explicación de esta afirmación el mismo Sumo pastedGraphic.png Pontífice recuerda el pensamiento de Pablo VI, que sobre este tema es muy explícito: “En esta grande obra de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, purificado y renovado, se convierte en un realidad nueva, en un sacramento de la nueva Alianza.

He aquí que en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo hay una familia. Pero, mientras la de Adán y Eva ha sido fuente del mal que ha inundado el mundo, la de José y María constituye el vértice, por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra. El Salvador ha iniciado la obra de salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y don de la vida” (cf. N. 7).

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Papa Francisco: “El misterio de Dios, Uno y Trino, se encuentra en el centro mismo de la familia cristiana”.

¿Qué quiere decir esta frase? Si la traducimos en palabras vulgares sólo quiere decir esto: que una familia es una unidad, pero compuesta por varios miembros. Es la misma sangre, los rasgos nos hacen parecidos, nos alimentamos en la misma mesa, jugamos juntos y sufrimos juntos. Esta es la unidad; aunque cada uno tenga un nombre distinto y sus particularidades, sus gustos, sus rarezas… formamos parte de la misma familia. 

Esto mismo lo confesamos en la Santísima Trinidad:

“Gracias a la Revelación, podemos profesar que Dios Padre en toda la eternidad engendra al Hijo, que el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ambos. Las tres Personas divinas, por tanto, son eternas e iguales entre sí; así mismo la vida y felicidad de Dios es participada totalmente por cada una de ellas y, en consecuencia, siempre es necesario venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad”

“¿Cómo puede suceder esto?”

 He aquí algunos textos de la constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen gentium) especialmente significativos:

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«Es verdadera madre de los miembros (de Cristo)… por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza» (n.53).

«María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino se convirtió en Madre de Jesús, y, al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para si misma y para todo el género humano». Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María mediante su fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por María».

«Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (n.57).

«Mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de Madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima, que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: Mujer, he ahí a tu hijo (cf. Jn 10,26-27)»

«Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente única, sin comparación, a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia».

¿En que radica el poder de María???

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Ella pidió pobreza y humildad. Y Dios, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterios, resurrección y asunción, a casi todos los hombres. Sus propios padres se admiraban de su pureza y virtud. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otros ¿Quién es ésta?. ¿Porque el Altísimo se las ocultaba? O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.

 

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Por disposición divina: Dios Padre a pesar de haberle comunicado su poder, consintió en que no hiciera ningún milagro al menos portentoso durante su vida. Dios Hijo a pesar de haberle comunicado su sabiduría consintió en que Ella casi no hablara. Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

 

Por su grandeza excepcional:  María es la excelente obra maestra del Altísimo. Él se ha reservado a sí mismo el conocimiento y posesión de Ella. María es la Madre admirable del Hijo. Quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.

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(Dice San Bernardo Abad: “Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.

Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.

Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.

Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.”)

María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo sin exceptuar los querubines y serafines: a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo.

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Por una mujer y un hombre entró el pecado y con en la destrucción del plan de plenitud de Dios para la humanidad, y por una mujer la Restauración.

Dice un Teologo Contemporaneo: 

Porque el fin de nuestra redención comprende dos partes bien caracterizadas y distintas: la adquisición de la gracia y su distribución a nosotros. Tal es adecuadamente el fin del orden hipostático [orden en el que la divinidad se une con la humanidad en la persona de Cristo], en el cual quedó insertada María por razón de su maternidad divina. 

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Pertenecen al orden hipostático. Jesucristo sustancialmente y de un modo absoluto, y María sólo de un modo relativo, accidental y secundario. Y por eso mismo Jesucristo es esencial y absolutamente el Mediador y Redentor, en cuyo sentido se dice también que es el único Mediador; y María la co-Mediadora y co-Redentora.

PREGUNTÉMONOS: podía Cristo haber venido al mundo y abrazar la naturaleza humana sin pasar por la encarnación y sin nacer de la mujer, por qué El lo puede todo, pero hubiera aplastado entonces la mujer la cabeza de la serpiente? 

Puede el hortelano salvar las flores de secarse solo cortándolas o regando la planta? 

Quiso que fuera la mujer misma la que aplastándola con pie de criatura la cabeza de criatura, manifestara el poder que tiene el ser creador si vive en comunión con el ser Creador.

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San Francisco de Sales con un símil bellísimo y encantador. He aquí las palabras mismas del santo Obispo de Ginebra6: 

«Acostumbro decir que, si una paloma (para que la comparación sea más conforme a la pureza de los santos de quienes hablo) llevase en su pico un dátil y lo dejara caer en un jardín, ¿no se diría, acaso, que la palmera que de él provendría pertenece al dueño del jardín? Pues si esto es así, ¿quién podrá dudar que el Espíritu Santo, habiendo dejado caer este divino dátil, como divina paloma, en el jardín cerrado de la Santísima Virgen, el cual pertenecía a San José, como la mujer esposa pertenece al esposo, quién dudará, digo, que se puede afirmar con toda verdad que esa divina palmera— Jesús— que produce frutos de inmortalidad pertenece por entero a San José?» 

El ejemplo puesto por San Francisco de Sales, además de ser delicadísimo y bellísimo, es de una maravillosa exactitud teológica. San José no tuvo parte ni intervención fisica alguna en la concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María, ya que Ella concibió únicamente por la virtud del Espíritu Santo, o sea milagrosamente. Pero como Jesús es la divina palmera que brotó en el jardín del seno inmaculado de María, y el dueño de ese jardín era evidentemente San José — como el esposo lo es de la esposa, y la esposa lo es del esposo— , hay que concluir, con toda lógica y verdad, que San José es el dueño de Jesús y que Jesús es realmente suyo por derecho de accesión, para emplear un término jurídico muy conocido. Y este tipo de propiedad natural— por decirlo así— no se verifica en ninguna de las paternidades a que antes aludíamos: es un caso único y singular, que sólo se dio en San José y absolutamente en nadie más.

De hecho, San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas cosas constan con suficiente claridad en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el templo de Jerusalén después de tres días de angustiosa bús queda, la Virgen se queja amorosamente de aquella dolorosa pérdida con estas palabras ^Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote» (Le 2,48). María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que San José era llamado así por el propio Jesús, que veía en el santo Patriarca un reflejo y una representación auténtica de su Padre celestial. Y, cuando regresó con ellos a Nazaret, añade el evangelista que «les estaba sujeto» (Le 2,51), obedeciéndoles en todo y sometiéndose a la autoridad de San José como jefe de la Sagrada Familia. 

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La Paternidad fue restaurada, redimida, en el  tiempo, ya que esta paternidad humana es solo imagen de la Paternidad Divina, en la Paternidad Virginal de San José, que es adherido al orden Hiposatico, por medio del desposorio con María, que es la Madre del Dios.

Es por lo tanto también Patriarca y protector de la Redención.

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No se puede concebir que Dios, que en su providencia y gobernación se acomoda a la naturaleza de las cosas, negara a su Madre santísima una perfección que tanta conformidad guarda con su dignidad hipostática y tanto contribuye a su perfección y exaltación gloriosa. Por consiguiente, la maternidad divina, al asociar a María con Jesucristo en el orden hipostático, la asocia también en el fin de este mismo orden, que, según la misma revelación divina, es la redención del hombre, constituyéndola en Corredentora nuestra. 

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Luego la asociación de María con Jesucristo en el fin de nuestra redención es como una consecuencia natural de la maternidad divina, supuesta la voluntad de Dios.

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En virtud del consentimiento dado por María para ser Madre de Dios,  en el cual se hace evidente, como ante el anuncio de Simeón: que una espada traspasaría su corazón, y ante la manifestación de Jesus, hallado a los 3 días en el templo, que estaba tratando las cosas de su Padre; que María abraza el plan de Redención, que se traduce en el ministerio, sacrificio, inmolación, derramamiento de sangre, muerte, sepultura y Resurrección. Todo abrazado, guardado, acogido y vivido intensamente y del modo humano, con el auxilio de la gracia, en su Corazón. Es decir, con toda el alma y con todo su ser.

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En María, la maternidad divina es el fundamento ontológico de su unión con Cristo en el orden hipostático y en el fin de nuestra redención, en virtud de la cual la Virgen Santísima se eleva sobre el nivel común de los demás hombres, asociándose íntimamente con Cristo en el orden hipostático y en el fin de la encarnación. Moralmente, por el consentimiento prestado por María a la maternidad divina y a su cooperación con Jesucristo en la obra de nuestra redención. Y efectivamente, por todos los actos que, en unión indisoluble con su Hijo, realizó, desde su consentimiento para ser madre de Dios hasta la oblación de su Hijo en la cruz, en la que juntamente con el Hijo hizo entrega al Padre de sus derechos maternos sobre El.

El Padre no nos dio a su Hijo sino por ella, y no nos comunica sus gracias sino por medio de ella. El Hijo no vino a nosotros sino a través de ella, y no forma a los miembros de su Cuerpo místico más que por ella. El Espíritu Santo no dispensa sus dones y favores si no es por ella.

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Apariciones

Con efecto, «el Imperio Romano de Occidente se encerró con una catástrofe iluminada y analizada por el genio de un gran Doctor, que fue San Agustín. El ocaso de la Edad Media fue previsto por un gran profeta, que fue San Vicente Ferrer. La Revolución Francesa, que marca el final de los Tiempos Modernos, fue prevista por otro gran profeta, que fue al mismo tiempo un gran doctor: San Luis Mª Grignion de Montfort. Los Tiempos Contemporáneos, que parecen en la inminencia de encerrarse con nueva crisis, tienen un privilegio mayor. Vino Nuestra Señora a hablar a los hombres». Lourdes

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Es fácil, a la luz de esta regla de Historia, evaluar la importancia de las profecías de Fátima, La Salette,, Garabandal, Medjugorje y muchas más…pues quien nos la anuncia no es un Ángel, ni un gran santo o profeta, sino la propia Madre de Dios.

En Fátima, Nuestra Señora predice innegablemente el adviento de grandes castigos para la humanidad (algunos de los cuales ya se cumplieron), caso que esta no deje de ofender a Dios. Sin embargo, más importante, en un cierto sentido, que el anuncio de las puniciones divinas, son los medios de salvación indicados por la Madre de Dios: la oración del Rosario, la práctica de los Cinco Primeros Sábados, la devoción y Consagración al Inmaculado Corazón de María. 

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Es el anuncio de la victoria de la Santísima Virgen sobre el imperio de Satanás, o sea, el Reino de María, previsto por San Luis María Grignion de Montfort y por varios otros otros santos: «¡Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará!» – afirmó Nuestra Señora…

«Es una perspectiva grandiosa de universal victoria del Corazón regio y materno de la Santísima Virgen. Es una promesa apaciguadora, atrayente y sobre todo majestuosa y emocionante”

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***María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres poco instruidos e iluminados aún acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido seguramente, si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aún en su exterior. Tan cierto es esto que san Dionisio Aeropagita escribe que cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si la fe, en la que se hallaba bien cimentado, no le hubiera enseñado lo contrario.

Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente aun después de la predicación del Evangelio.

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El Obispo de la Salette encargó a dos teólogos la investigación de la aparición y de todas las curaciones registradas. Durante cinco años se hicieron las más minuciosas investigaciones. En toda Francia, en aproximadamente ochenta diferente lugares, los obispos encargaron canónigos que investigasen las curaciones milagrosas a través de las oraciones a Nuestra Señora de la Salette y del agua de la fuente. Cientos de milagrosos favores fueron registrados.

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El Santo Padre, Pío IX, aprobó la devoción a Nuestra Señora de la Salette. Pidió a los jóvenes que le fuera enviado el relato de los secretos por escrito. Tiempo después dirá el Santo Padre: «Estos son los secretos de la Salette, si el mundo no se arrepiente, perecerá».

La Consagración es el camino más seguro, corto y eficaz de romper la Esclavitud con los enemigos del alma y configurarnos en Cristo, y en Marìa , ser gestados y dado a luz por la gracia y en la Fe, para gloria de Dios y la salvación de la humanidad.