
Violencia en Kivu en el Congo
Las dominicas de Kinshasa, asaltadas: “Venían 20 hombres con machetes, piedras, barras de hierro y martillos gigantes”
En una conferencia organizada por la Pontificia Universidad Antonianum, las razones profundas del conflicto que amenaza con extenderse y que trastorna a la nación africana y las posibles soluciones para salir de él analizadas por quienes viven la violencia en su piel, los ponentes Baderha Batumike Patient y Jean-Claude Mulekya Kinombe.
«A menudo no se entiende por qué en un país de 2.345.406 kilómetros cuadrados y con más de 100 millones de habitantes, todo el mundo es pobre. Más del 70% de la población es pobre. ¿Por qué?». Esta pregunta fue el punto de partida de Baderha Batumike Patient, doctorando en Ciencias Sociales y consultor de la embajada congoleña ante la Santa Sede, que intervino en el acto «Repensar la paz en la República Democrática del Congo», que tuvo lugar ayer en la Pontificia Universidad Antonianum. El objetivo del encuentro, moderado por la periodista Virginia Saba, era exponer las razones de la pobreza y la guerra que aún asolan el país, para después proponer soluciones e imaginar horizontes de paz.
En la base de la explotación sistemática a la que se ha sometido a la República Democrática del Congo está la riqueza del subsuelo: cobalto (el país es el primer productor mundial), oro, diamantes, recursos minerales metálicos. A esto se añaden otras primacías naturales: cuenta con la segunda selva tropical más grande del mundo, así como con la cuenca del río Congo, segunda en extensión después del Amazonas. Sin embargo, desde los años 90, no cesan las guerras por hacerse con estos inmensos y preciosos recursos naturales, mientras «las multinacionales se aprovechan de la debilidad del Estado para sus propios fines» y mientras «el extractivismo agrava las desigualdades», explica Baderha Batumike Patient.

Se han quedado sin nada (han destrozado el hogar y les han robado el dinero, los ordenadores y los teléfonos), pero todas han salvado la vida
Lo peor es que, tras la ebullición de la violencia en la región de Kivu, la incertidumbre llega a la capital de República Democrática del Congo
El cardenal Fridolin Ambongo pide “a las distintas congregaciones” que “redoblen su vigilancia, sin ceder al pánico ni al miedo”
La situación en la República Democrática del Congo se complica por momentos. Si, en las últimas semanas, el avance de la milicia M23, opuesta al Gobierno y que cuenta con el apoyo de la vecina Ruanda, le ha llevado a hacerse con buena parte de la región de Kivu (incluidas Goma y Bukavu, respectivamente, las ciudades de referencia del norte y el sur de la zona), la tensión ya es patente en la propia capital, Kinshasa.
Así lo informa la hermana Cristina Antolín, general de la congregación, las religiosas dominicas que conforman la comunidad de Santo Domingo en la ciudad. Como denuncian, en la noche del 18 al 19 de marzo, sufrieron un ataque a su hogar: “Llegaron a las dos de la madrugada y entraron en nuestra casa unos bandidos del grupo que aquí es conocido como ‘Kuluna’ y que son el terror de Kinshasa… Hasta la policía les teme”.
En una escena atroz, las religiosas detallan cómo los asaltantes “empezaron a forzar el portón metálico de fuera de la parcela. Venían unos 20 hombres, con machetes, grandes piedras, barras de hierro, martillos gigantes… Aunque gritamos fuerte, nadie salió de sus casas, pues todo el mundo tiene miedo”.
Como “forzaban las puertas de la casa y no las podían abrir, pues son de hierro”, optaron por “romper el muro de la casa, haciendo un gran boquete y consiguiendo finalmente entrar al interior de la casa por la habitación de una hermana”.
Grandes daños materiales
Las consecuencias fueron las esperadas: “Han saqueado toda la casa, habitación por habitación. Han destrozado bastante: puertas, colchones, armarios… Todo por el suelo. Se han llevado todos los ordenadores y teléfonos, salvo uno. También se han llevado todo el dinero que teníamos. Y era bastante, pues aquí los bancos están muy lejos y, como la ecónoma preparaba la paga de los profesores del colegio, estaba todo en la casa”.
Pese a la desolación tras “habernos quedado sin nada”, las dominicas tienen claro que “Dios nos ha bendecido”. Y es que, pese al inmenso daño material, no hay que lamentar ninguna pérdida humana: “Nos fuimos todas hacia un lado de la casa y nos encerramos. Gracias a Dios, ninguna hermana ha salido herida, pues venían con mucha brutalidad. A una hermana joven le rompieron el camisón diciendo que la iban a violar, pero al final no le han hecho nada”.

Así, puesto que “todas estamos sanas y salvas”, insisten en la importancia de “dar gracias a Dios”. Y mucho más cuando, el día anterior, “habían llegado nuestras hermanas de la comunidad de Kenge, para comenzar una visita canónica, y en la casa estábamos en ese momento nueve hermanas y cuatro postulantes”.
Unas horas antes, “estábamos muy contentas” de compartir unos días juntas. En ese momento, no se imaginaban el gran peligro que les acechaba. Ahora, el sentimiento es de alivio, pues “Dios nos ha protegido la vida y nuestra integridad física”. Eso sí, “todavía nos dura el susto, pues el ataque ha sido muy fuerte”.
“La situación es muy dura y difícil”
De ahí su petición final: “Rezad por esta comunidad y por este país. La situación es muy dura y difícil, aunque no seamos noticia fuera de aquí”. Afortunadamente, cuentan con el apoyo de su congregación (“nos sentimos unidas a todas”) y, además, “nos estamos sintiendo muy apoyadas también por la Iglesia local y por la policía. Cuando se enteraron del ataque (aunque ya se habían ido los ‘Kuluna’), vinieron a acompañarnos y siguen teniendo con nosotras presencia y mensajes de cercanía”.
En un mensaje compartido por Fides, el cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa, deplora el ataque contra las dominicas y les expresa su “cercanía” ante este acto de “barbarie”, animándolas “a resistir, dejándose guiar por la luz de la esperanza”. Un llamamiento que hace extensivo “a las distintas congregaciones, para que redoblen su vigilancia, sin ceder al pánico ni al miedo”.
Consultada por esta revista, una fuente interna recalca que en el país “se está viviendo un momento inquietante”. Eso sí, la inestabilidad en Kinshasa “no es como tal por la guerra en Kivu, sino un añadido. Los ‘Kuluna’ que han agredido a las dominicas atacan a mucha gente en la capital cada noche… Existen hace más de 15 años en todos los barrios de la ciudad. Kabila, el anterior presidente, consiguió controlarlos, pero ahora nadie hace nada por la seguridad ni por mejorar las condiciones de vida”.
Y es que, en el fondo, todo obedece “al hambre y a que Kinshasa se está masificado excesivamente, elevándose su población hasta los más de 25 millones de habitantes. El transporte y la comida no hacen más que subir el precio y son elementos esenciales del día a día, pues todo el mundo coge varios transportes comunitarios para ir al trabajo”.
La última consecuencia es que “la guerra en el este va mal y la población quiere echar al presidente como sea. Hay riesgo de golpe de Estado. Eso sí, no será ahora, sino igual en unos meses, ya que, en este momento, el Gobierno se ha blindado”.