Beato Jan Macha testigo heroico de fe y caridad
Martir asesinado por un sistema nazi lleno de odio a la fe católica en 1942
El sacerdote polaco mártir Jan Macha, que tras la ocupación alemana creó una red de ayuda material y espiritual a los afectados por la guerra, fue beaticado en la catedral de Cristo Rey en Katowice.
La fórmula de beatificación fue entregada por el delegado papal, cardenal Marcello Semeraro durante la misa. El rito de beatificación tuvo lugar inmediatamente después del canto del «Kyrie» y vomenzó con la solicitud del metropolitano de Katowice, monseñor Wiktor Pawel Skworc al papa Francisco de incluir al venerable Siervo de Dios John Franciszek Macha entre los beatos. Luego, el postulador del proceso de beatificación, Damian Bednarski, profesor de la Universidad de Silesia leyó la biografía del nuevo beato.
Los representantes de la familia del nuevo beato llevaron sus reliquias al presbiterio. Estos son: la última carta a padres y hermanos escrita por el sacerdote poco antes de su muerte, un rosario hecho a mano y un pañuelo manchado de sangre. Las reliquias fueron traídas por dos sobrinos, los hijos de su hermana Ró?a, quien lo visitó en prisión antes de su muerte.
En nombre de toda la Iglesia en Polonia, el arzobispo Wiktor Skworc, metropolitano de Katowice, agradeció al Santo Padre por su beatificación.
Mártir de Cáritas
«Me queda muy poco tiempo. Tres horas, tal vez, así que ¡hasta la vista! Quédense con Dios. Recen por su Hanik», fueron las palabras que dirigió a su familia antes de morir el sacerdote polaco Jan Macha, martirizado a manos de los nazis en 1942, beatificado este sábado.
Nacido el 18 de enero de 1914 en Chorzów Stary, el 25 de junio de 1939 fue ordenado sacerdote por en la iglesia de San Pedro y San Pablo en Katowice. El comienzo de su sacerdocio coincidió así con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de su tierra por las fuerzas alemanas. De este modo pudo ser testigo de las dificultades que pasaban muchas familias, pues muchos hombres fueron arrestados, asesinados o directamente deportados a campos de trabajo. En medio de esa situación, comenzó a organizar ayuda económica, material y espiritual en la clandestinidad, en apoyo de todas aquellas familias.
Logró involucrar en estas actividades a muchos jóvenes de la zona, pero la dimensión de la ayuda creció de tal manera que no logró pasar desapercibida ante los invasores: el 5 de septiembre de 1941, Jan Macha fue arrestado por la Gestapo y conducido a la prisión de Myslowice, donde recibió múltiples torturas durante los interrogatorios.
Sobrevivió a todo ello gracias a su fe, alimentada con pequeños gestos como un rosario que pudo fabricarse con cuerdas sacadas de su colchón y algunas astillas de madera.
Finalmente, el 17 de julio de 1942 fue llevado a juicio y condenado a muerte.
La actividad de Macha -explicó su postulador- se desarrolló en el contexto de la encíclica Mit Brennender Sorge, publicada en marzo de 1937 por Pío XI, en la que «criticando los aspectos teológicos de la política seguida por la Alemania de Hitler, el Papa hizo un llamamiento a los sacerdotes para que no se paralizaran frente a la ideología nacionalsocialista y no dejaran de apoyar a los más necesitados».
Por si esto fuera poco, «el proceso constató claramente que Jan Macha ayudó a todos, sin importar si eran polacos o alemanes, y así lo indican los relatos de varios testigos. Por todo ello, su labor ha de verse en el contexto de una obra de caridad de la Iglesia en la diócesis de Katowice en aquel momento».
Algunos años antes de la guerra, Macha había confesado a sus amigos: «Estoy pensando en la muerte. ¿Saben lo que les digo? Yo no voy a morir de muerte natural, ni de una bala, ni por ahorcamiento, ya lo verán».
El 3 de diciembre de 1942, la hoja de la guillotina seccionó su cuello en el patio de la prisión de Katowice. Antes pudo confesarse y despedirse de su familia. El capellán de la prisión anotó entonces que el condenado murió «en paz y alegría».
En este sentido, Jan Macha puede ser considerado «un mártir de la Cáritas cristiana», dice su postulador, un sacerdote condenado a muerte «porque no se sometió a la ley alemana, ya que, por encima de la ley, como cristiano, como sacerdote, puso la conciencia al servicio de Dios y de los hombres».
Fuente: aica
vatican