África: ¿tierra de diáspora para los cristianos?
Publicamos este artículo de Paolo Rodari, publicado días atrás en Palazzo Apostolico, sobre la creciente violencia contra los cristianos que tiene en lugar en varios lugares de África.
Los obispos locales no lo dicen por prudencia. En el Vaticano muchos lo piensan y, si lo dicen, lo hacen sólo con breves pero importantes referencias: como han sido las palabras de dos días atrás del vocero, padre Federico Lombardi: “Parece que, entre los grupos terroristas, el ataque a los cristianos reunidos el domingo en sus lugares de culto se convierte en un método considerado particularmente eficaz para la difusión del odio y del miedo”.
Mueren los cristianos en África. No sólo en Somalia y Nigeria, sino ahora también en Kenia y en toda el área del Sahel. Mueren y la Iglesia parece consciente del motivo: grupos más o menos relacionados con la ideología qaidista han elegido África como campo de batalla, lugar donde lanzar las propias ofensivas. Ataques dirigidos cuyo objetivo es también el de eliminar, aniquilar la presencia cristiana y construir las bases del nuevo continente afro-musulmán.
En el Vaticano conocen las estadísticas: después de las dos Américas, África es el continente donde se verifican mayores conversiones al catolicismo, y más en general al cristianismo, números importantes que dan fastidio: los cristianos africanos, que en 1910 no alcanzaban el 2 por ciento, son hoy el 23 por ciento de la población cristiana global, explica el último informe del Pew forum sobre el cristianismo global.
Pero la línea oficial de las jerarquías es en el signo de la prudencia. Como queda demostrado por las palabras que ha dicho a la agencia Fides, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, monseñor Paul Darmanin, obispo de Garissa, la localidad de Kenia donde el domingo, hombres armados, probablemente fundamentalistas islámicos somalíes Shabaab, han atacado dos iglesias, una de las cuales la catedral católica. Darmanin no habla, deliberadamente, de ataques con motivos religiosos, sino de “una reacción para poner en dificultad al gobierno de Nairobi por lo que el ejército de Kenia está haciendo en Somalia contra los Shabaab. Garissa no está lejos del límite con Somalia. El límite se puede atravesar fácilmente a pesar que el gobierno esté haciendo lo mejor que pueda para controlarlo”. Pero al mismo tiempo admite que, es cierto, “los cristianos son blancos fáciles”.
No sólo Fides sino también la agencia Misna sostiene la tesis del conflicto político sin dar lugar al odio religioso. Explica Misna que también los misioneros de Nairobi creen en la pista de los Shabaab. “Los atentados – ha dicho uno de los religiosos – son una reacción al conflicto en Somalia, precisamente como las bombas contra el club nocturno de Mombasa de la semana pasada”.
¿Pero las cosas son realmente así? En parte sí. Detrás de los ataques en Kenia están también las cuestiones somalíes. Pero es innegable que en diversas áreas africanas el conflicto es entre dos visiones, la islámica y la cristiana. Un conflicto cuyas víctimas son a menudo las minorías cristianas.
Recientemente ha sido Fides también quien informó de los cristianos nigerianos de las tribus indígenas en el estado de Yobe que, aterrorizados, abandonaron los propios territorios ancestrales precisamente a causa de las amenazas y de las violencias del grupo de militares islámicos “Boko Haram” que continúa los ataques contra iglesias y viviendas. “La población del norte está inmersa en el pánico y en la inseguridad”, dicen a Fides fuentes locales.
La alarma de diáspora ha sido lanzada también por la ONG Christian Solidarity Worldwide, según la cual “el peligro de represalias” está al orden del día, y junto a él el peligro de “ulteriores violencias y derramamientos de sangre”. Ha escrito recientemente René Guitton, en “Cristianofobia. La nueva persecución”, que “del Magreb al África subsahariana, en todas partes se repite el mismo escenario de horrores y de injusticias: fugas masivas, saqueos de iglesias y viviendas, profanación de cementerios y de lugares de culto, crucifixiones, incendios, violaciones, mutilaciones, escarnios y discriminaciones legalizadas. Y la mano siempre es la misma, la del fundamentalismo islámico, hinduista, budista”. En estas zonas la “hemorragia de cristianos” es lenta pero real.
Fuente: Palazzo Apostolico