Voz de alerta en Ginebra
Con profunda preocupación, la delegación de la Santa Sede en Ginebra a través del Observador Permanente, Mons. Silvano Maria Tomasi, ha llamado la atención sobre “la creciente brecha entre el compromiso y los principios establecidos de la comunidad internacional con respecto a la libertad de religión y el derecho a la libertad de reunión, y la aplicación de estos derechos humanos fundamentales”. “El uso de las bombas y los ataques violentos contra lugares de culto y las comunidades cristianas reunidas en oración han acabado con la vida de cientos de personas inocentes en varios países”.
“La persistencia de esos crímenes, su distribución geográfica, el apoyo de personal y recursos que les proporcionan los grupos fundamentalistas, – señaló el Observador de la Santa Sede, el pasado martes – tienen como objetivo la desestabilización de la convivencia pacífica y del respeto mutuo y necesitan, por tanto, una respuesta más eficaz a nivel local i internacional”.
Mons. Tomasi afirma que el “conflicto religioso es un peligro para el desarrollo social, político y económico”. Rompe los lazos que son necesarios para la vida social y el florecimiento del comercio. “La violencia quita al ser humano el derecho más fundamental de todos: el derecho a la vida. La semilla de desconfianza y amargura que se siembra pueden pasar de generación en generación y extenderse a otros países”.
De manera similar, las desapariciones, los arrestos, detenciones, amenazas de muerte y la discriminación contra personas pertenecientes a minorías religiosas o de otras comunidades de fe son frecuentes en todo el mundo. “Estas amenazas a la libertad religiosa afectan profundamente la dignidad humana y limitan el derecho a la identidad personal, de conciencia, y a las opciones fundamentales de la vida, y para el goce de otros derechos humanos”, explica Mons. Tomasi.
El Papa Benedicto XVI ha expresado su profunda preocupación por este tipo de situaciones inquietantes en diversas partes del mundo como resultado de lo cual "es imposible profesar la propia religión libremente, con el riesgo de perder la vida y la libertad personal” observa el prelado. En otras áreas, hay formas más sutiles y sofisticadas de prejuicio y hostilidad hacia los creyentes y los símbolos religiosos, pero siempre son "los cristianos el grupo religioso que se sufre la mayor la persecución religiosa en el mundo”.
Mons. Silvano Tomasi observa que “el carácter transversal de la libertad religiosa exige una protección igual y efectiva ante la ley, sin discriminación de ningún tipo y muy especialmente para los miembros de grupos minoritarios o personas vulnerables”. Y recuerda que la Asamblea General de Derechos Humanos de Naciones Unidas sin ambigüedades proclama que "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión o de creencias." Los ideales de la libertad religiosa y de práctica de culto se encuentran también legislados en las constituciones de la mayoría de los Estados democráticos en todo el mundo”.
De acuerdo con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Santa Sede reconoce que los Estados están “obligados a crear y apoyar las medidas de infraestructura y las condiciones favorables para facilitar el desarrollo libre y no discriminatorio de las comunidades religiosas y sus miembros”.