“Yo no quiero hacer carrera eclesiástica”
“Yo ya no quiero hacer carrera eclesiástica”. Con estas sencillas palabras, monseñor Reig concluía la charla con un profesor universitario que había acudido a verle. Recordaba aquel consejo de Juan Pablo II a la curia vaticana: “Que no habéis venido a hacer carrera”.
Esta es la historia de monseñor Juan Antonio Reig Plà, obispo de Alcalá, que se ha convertido en el blanco de tiro de la progresía clerical, es decir, de la progres que entienden muchísimo de curas. Auténticos especialistas en Derecho Canónico, hasta niveles académicos que nunca alcanzará santo alguno.
Monseñor Reig es uno de esos cristianos que no calla ni debajo del agua. Y eso resulta de lo más molesto. La progresía tiene algo de leninista. El amigo Lenin siempre recordaba a los suyos que los curas modernistas –o sea, lo que curas que no creen en Cristo- son los aliados de la revolución. A ésos ni tocarlos, aseguraba el líder de los soviets. Pues bien, Lenin hubiera fusilado a monseñor Reig.
El origen de la campaña anti-Reig ya lo conocen: homilía de viernes Santo en la Catedral de Alcalá, retransmitida por RTVE en cumplimiento de los acuerdos Iglesia-Estado. Pueden seguir la ceremonia (y las palabras de Reig a partir del minuto 30). Pero si quieren, yo se las resumo a lo castizo, sin la argumentación, mucho más profunda, de Reig: el aborto es un crimen gravísimo y cobarde, ergo, quien lo perpetra está en pecado mortal, ergo, queda privado de la vida sobrenatural, ergo está en el infierno y se irá al infierno si no se arrepiente Y la homosexualidad es un acto antinatural que igualmente lleva a la condenación.
¿Saben cuál es el secreto? Muy sencillo, que monseñor Reig –a quien no conozco personalmente pero lo sé- es de los que dice al Señor Dios: “Soy tuyo: enseñoréate de mí. Por tanto, poco me importa lo que diga la gente de mí, sólo lo que pienses Tú”.
En la España de Rajoy, en el mundo de Obama solo hay dos corrientes ideológicas y dos bandos políticos: los que quieren ser de Cristo y lo que quieren ser de sí mismos. Como la creación es una paradoja, resulta que los seres libres son aquéllos que han ejercido su libertad en la entrega; los otros, son los que se reservan su libertad oculta, y claro, acaba por pudrirse, acaban por ser esclavos de sí mismos. Monseñor Reig es un hombre libre; los progresistas son esclavos, especialmente esclavos de sí mismos y, en la acción social, en la calle, son, por tanto, prisioneros de lo políticamente correcto.
Reig es un hombre libre, políticamente incorrecto sobre, todo coherente. La campaña contra él es muy lógica porque, como también recordara Juan Pablo II, el martirio de nuestro tiempo consiste en vivir la coherencia. A Lenin tampoco le hubiera molestado los que piensan como Reig pero no se atreven a decir lo que piensan en voz alta. El cristiano sólo molesta al poder político cuando dice lo que piensa. Este es el drama de las democracias occidentales. Antes lo llamábamos cobardía.
Y aquí se resume todo el problema de la vida política española: en la cobardía de los que no se atreven a decir lo que deben decir o lo que piensan y la censura que se impone a quienes dicen lo que no gusta al poder. Por ejemplo, a monseñor Reig.

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