Yo, Juan, tuve otra visión

Yo, Juan, tuve otra visión

24 de mayo de 2015 Desactivado Por Regnumdei

Aquí es necesaria la constancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fidelidad a Jesús.

Del libro del Apocalipsis 14, 1-13

EL CORDERO VICTORIOSO

Yo, Juan, tuve otra visión:

Vi al Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Y oí una voz que bajaba del cielo, como estruendo de grandes cataratas, y como estampido de un trueno poderoso; y el sonido que oía era como de arpistas tocando sus arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono y ante los cuatro seres y los ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los rescatados de la tierra. Éstos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son el cortejo del Cordero, adondequiera que vaya; son los rescatados de entre los hombres, primicias para Dios y el Cordero; y en su boca no se encuentra mentira. Son irreprochables ante el trono de Dios.

Vi luego otro ángel que volaba por lo más alto del cielo, y era portador de un mensaje eterno, para anunciarlo a los moradores de la tierra, a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. Y decía con voz poderosa:

«Servid a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.»

Un segundo ángel lo siguió, diciendo:

«Cayó, cayó Babilonia la grande, la que dio a beber a todas las naciones del vino perturbador de su prostitución.»

Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz potente:

«El que adore a la Bestia y a su imagen, y reciba su marca en la frente o en la mano, beberá del vino de la cólera de Dios, vino puro concentrado en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles Y ante el Cordero. Y la humareda de sus tormentos se eleva por los siglos de los siglos; y no tienen reposo ni de día ni de noche los que adoran a la Bestia y a su imagen y los que reciben la marca de su nombre.»

Aquí es necesaria la constancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fidelidad a Jesús.

Oí una voz del cielo, que decía:

«Escribe: «Bienaventurados desde ahora los muertos que mueren en el Señor.» Si -dice el Espíritu-, que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los acompañan.»