Vida Interior y la Vida en Gracia

Vida Interior y la Vida en Gracia

22 de mayo de 2024 Desactivado Por Regnumdei

La vida interior supone además la lucha contra todo lo que nos inclina a volver al pecado


Nada más saludable que respirar el aire purísimo de estas cumbres de donde manan las aguas vivas del río de la doctrina cristiana.

La vida interior del cristiano supone el estado de gracia, que es lo contrario del estado de pecado mortal. Y en el plan actual de la Providencia, toda alma o está en estado de gracia o en estado de pecado mortal; con otras palabras, o está de cara a Dios, último fin sobrenatural, p está de espaldas a Él. Ningún hombre se encuentra en el estado puro de naturaleza, porque todos están llamados a un fin sobrenatural que consiste en la visión directa de Dios y en el amor que se sigue a esa visión. A este soberano fin quedó ordenada la humanidad desde el día mismo de la creación, y, después de la caída, a este mismo fin nos conduce el Salvador, que se ofreció en holocausto por la salvación de todos los hombres.

Indudablemente no basta, para llevar verdadera vida interior, el estar en estado de gracia, como lo está un niño después del bautismo o el penitente luego de la absolución de sus pecados. La vida interior supone además la lucha contra todo lo que nos inclina a volver al pecado, y una constante aspiración del alma hacia Dios. Pero si tuviéramos conocimiento profundo del estado de gracia, comprenderíamos que él es no solamente el principio y fundamento de una verdadera vida interior muy perfecta, sino también el germen de la vida eterna. Conviene hacer en esto hincapié desde el principio, recordando las palabras de Santo Tomás: «Bonum gratiae unius majus est quam bonum naturae totius universi: el más ínfimo grado de gracia santificante importa más que los bienes naturales de todo el universo» (III, q. 113, a. 9, ad 2); porque la gracia es el germen de la vida eterna, incomparablemente superior a la vida natural de nuestra alma y aun a la de los ángeles.

Esta consideración es la que mejor nos puede hacer ponderar el precio de la gracia santificante que recibimos en el bautismo, y que nos es devuelta por la absolución, si hemos tenido la desgracia de perderla.

Preciso nos es para conocer el valor de un germen o semilla venir en conocimiento de la planta que de ella ha de nacer. Para saber, por ejemplo, en el orden de la naturaleza, el valor del germen contenido en una bellota, preciso nos es haber podido contemplar la encina que de ella se originó. En el orden humano, para comprender el valor del alma racional que dormita aún en un infantillo, preciso es entender las posibilidades del alma humana en un hombre que ha llegado al total desenvolvimiento intelectual. De manera semejante no nos es dado comprender el precio y valor de la gracia santificante que reside en el alma de un niño bautizado, como en todas las de los justos, si no hemos considerado, aunque sea a la ligera, lo que será el total desenvolvimiento de esta gracia en la vida de la eternidad. Preciso es considerarlo. ilustrados por la luz de las mismas palabras del Salvador. Son esas palabras espíritu y vida y son al paladar más dulces que todo comentario. El lenguaje del Evangelio, el estilo de Nuestro Señor nos ponen en más íntimo contacto con la contemplación que el lenguaje técnico de la teología más segura y elevada. Nada más saludable que respirar el aire purísimo de estas cumbres de donde manan las aguas vivas del río de la doctrina cristiana.

DEL   R. GARRIGOU-LAGRANGE,

LAS TRES EDADES DE LA VIDA INTEROR