Vida consagrada: Interna y externa
La intervención del arzobispo de Madrid se ha centrado en valorar lo que han significado las JMJ (él organizó dos, la de 2011 y la de 1989 en Santiago de Compostela, de donde era arzobispo) para la creación de «una generación de jóvenes que se identifican con la vida de fe y en comunión con la Iglesia
Rouco se centró en uno de los frutos principales de estas jornadas, las vocaciones a la vida consagrada. (Un reciente estudio publicado en Estados Unidos informaba de que el 20% de los sacerdotes ordenados en aquel país desde que empezaron las JMJ habían estado en alguna de ellas.) De hecho, bromeó con que su esperanza era que de la JMJ de Madrid saliesen todos los jóvenes «con novio, novia o vocación«.
Como ejemplo de vitalidad de la vida religiosa, el cardenal Rouco citóIesu Communio, la comunidad surgida de las antiguas clarisas de Lerma, desbordantes de vocaciones jóvenes amantes de la vida de clausura: «Son un fenómeno y un signo del primado de la vida interior y de la oración como alma de todo apostolado«, en alusión a la célebre obra El alma de todo apostolado del benedictino Jean-Baptiste Chautard (1858-1935), una de las obras de espiritualidad más influyentes de los últimos dos siglos.
l hablar de la vida consagrada, Rouco hizo una mención implícita a la importancia del hábito sacerdotal o religioso: «La vida consagrada debe vivirse interior y exteriormente, porque si la gente no ve que alguien es consagrado, ¿cómo van a saber que lo son?«.
En este mismo sentido habló Benedicto XVI en el arranque del año sacerdotal de 2009, consagrado a San Juan María Vianney, el cura de Ars, al señalar que los sacerdotes «deben estar presentes, ser identificados y reconocidos por el juicio de la fe, por las virtudes personales, así como por el hábito, en los ambientes de la cultura y de la caridad».
También en una pastoral reciente, Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, decía a sus sacerdotes: «Que encuentren todos en vosotros al hermano, al padre, al sacerdote de Cristo de cuerpo entero: por fueravistiendo de curas, dando vuestra entrega y vuestro tiempo, y por dentro teniendo un corazón solícito, verdadero y tierno».
Rouco insistió en la diversidad de los distintos carismas que coexisten en la Iglesia, y en la importancia de que se desarrollen en comunión con ella: «En la Iglesia todos somos necesarios«, concluyó.