Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro

Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro

11 de agosto de 2024 Desactivado Por Regnumdei

Sobre el Ángelus del Papa Francisco, Domingo, 1 de septiembre de 2024

El Papa Francisco ha centrado su catequesis de este domingo en hablar de la hipocresía y el ritualismo. A partir del Evangelio de esta jornada, en el que Jesús habla de lo puro y lo impuro, el Pontífice ha reflexionado sobre el significado de la pureza. En la época de Jesús, escribas y fariseos observaban con rigor las normas y acusaban a Jesús y a sus discípulos, por ejemplo, de comer con las manos sin lavar.

En esa tesitura, Cristo les asegura que la pureza no está ligada a ritos, sino, sobre todo, a actitudes interiores. Por ello, el Papa ha explicado que de nada sirve pensar que uno es puro si se lava las manos mientras que por dentro se deja llevar por malos sentimientos e intenciones.

«Esto es ritualismo, que no hace crecer en la bondad; al contrario, a veces puede llevar a descuidar, o incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes contrarias a la caridad, que hieren el alma y cierran el corazón», ha añadido Francisco.

Esta afirmación es aplicable en la época de Jesús y también ahora. El Papa ha puesto algunos ejemplos que ponen de manifiesto la hipocresía de decir una cosa y vivir la opuesta.

«No se puede, por ejemplo, salir de la Santa Misa y, ya en el altar de la iglesia, pararse con cotilleos mal intencionados y privos de misericordia sobre todo y todos. O mostrarse piadoso en la oración, pero después, en casa, tratar a los miembros de la propia familia con frialdad y desapego; o descuidar a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía. O ser aparentemente muy justo con todo el mundo, tal vez incluso hacer un poco de voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero por dentro cultivar odio hacia los demás, desprecio a los pobres y a los últimos, o comportarse deshonestamente en el propio trabajo», ha dicho el Papa.

Porque haciendo esto, en realidad, no hay relación con Dios, más allá de gestos externos, mientras que, «por dentro permanecemos impermeables a la acción purificadora de su gracia, entregándonos a pensamientos, mensajes y comportamientos sin amor».

Desde la misma perspectiva, entonces, respecto de la afirmación de que es lo que nos hace impuros, si lo que entra desde afuera cuando comemos o loq ue sale desde adentro, desde la intención del corazón, podemos deducir, con las palabras del Santo Padre, que no se trata de que si la acción, conducta o norma recomendada nos vaya a corromper sino que lo que lo hace es el corazón contaminado con la hipocresía, los afanes de poder, placer y tener, la vanagloria y la soberbia.


Típica actitud de quien abraza determinados comportamientos o «hábitos», más bien para aparentar, evitar problemas, favorecerse o manejar las confianzas, pero en cuanto tiene ventaja o desaparece el contexto conveniente, se muestra tal cual es. Pero entonces aumenta su complejidad: no solo se autoproclama con la corona de la hipocresía, sino que se inhabilita para toda confianza y por sobre todo, se ubica en una posición muy compleja con el Señor…muy lejos del resplandor de la paz, la verdad y la compasión.


El «hipócrita» o «fariseo», ha sido el primero en inhabilitarse para la misericordia, y debe ser el primero en abandonar su oxidada armadura, dejando de resistir a la gracia del cielo, que ya tiempo lleva despreciando.

Ya lo ha dicho el Papa Francisco explicando que estamos hechos para una «verdadera pureza», la que viene de Dios.

Por lo mismo nos ha dejado algunas preguntas para la reflexión:

¿Vivo mi fe con coherencia? Es decir, ¿lo que hago en la iglesia intento hacerlo fuera con el mismo espíritu? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿hago concreto en mi cercanía y en el respeto a mis hermanos y hermanas lo que digo en la oración? Pensémoslo.

Y que María, Madre purísima, nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor sincero y practicado, un culto agradable a Dios (cf. Rm 12,1).

Lea aquí la Catequesis del Santo Padre.