Sor Lucia dos Santos, de Fátima
Sor Lucía se preguntaba por qué el Señor eligió «a niños tan pobres e ignorantes» para la realización de sus proyectos.
San Juan Pablo II recordaba con emoción los diferentes encuentros que tuvo con lSor Lucía «y los vínculos de amistad espiritual que se fueron intensificando con el tiempo. Siempre me he sentido sostenido por el don cotidiano de su oración, especialmente en los momentos duros de la prueba y del sufrimiento. Que el Señor la recompense ampliamente por el servicio grande y humilde que ha prestado a la Iglesia». «Me gusta imaginar que quien ha acogido a Sor Lucía en su paso de la tierra al cielo haya sido precisamente Aquella a quien vio en Fátima hace tantos años. Que la Virgen Santísima acompañe el alma de esta hija suya devota al encuentro bienaventurado con el Esposo divino».
La víspera del fallecimiento, el Papa había enviado un fax a Sor Lucía en el que expresaba su cercanía y aseguraba su oración para que pudiese «vivir este momento de dolor, sufrimiento y ofrecimiento con el espíritu de la Pascua…».
San Juan Pablo II se había reunido con la religiosa carmelita en tres ocasiones: los 13 de mayo de 1982, 1991 y 2000. El primer encuentro tuvo lugar exactamente un año después del atentado en la Plaza de San Pedro, que estuvo a punto de costarle la vida. En aquella ocasión, el Papa fue a Fátima para dar gracias a la Virgen por haberle salvado y quiso que la bala que había quedado en el jeep después del atentado fuese engarzada en la corona de la imagen de la Virgen de Fátima, como signo de gratitud. El segundo encuentro, en 1991, tuvo lugar en el décimo aniversario del atentado. La última vez que el Papa y Sor Lucía coincidieron personalmente fue el 13 de mayo de 2000. Ese día, San Juan Pablo II beatificó a los pastorcillos Jacinta y Francisco y el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, leyó un texto relativo al tercer secreto de Fátima.
En una jornada declarada de luto nacional, que interrumpió la campaña para las elecciones legislativas, miles de ciudadanos siguieron los funerales. Por deseo expreso de la religiosa, nacida en Aljustrel, aldea cercana a Fátima, y bautizada como Lucía de Jesus dos Santos, sus restos permanecieron un año en el convento carmelita y sólo después fueron conducidos al lugar que tenía reservado junto a sus primos, Francisco y Jacinta Marto, en el Santuario de Fátima en Portugal.
Sor Lucía nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel, aldea de Fátima, y allí, cuando tenía diez años, vio por primera vez a la Virgen en la Cova de Iría, mientras estaba con sus primos los ahora santos Francisco y Jacinta Martos, ambos fallecidos a temprana edad.
Lucía entró en 1921 en el colegio de las Hermanas Doroteas en la localidad de Vilar, cerca de Oporto, desde donde se trasladó en 1928 a la ciudad española de Tuy, donde vivió algunos años. En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra, donde profesó como carmelita descalza, en 1949.
La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irian al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante el año jubilar, 200, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones. Estábamos presentes unas 700 mil personas en uno de los días mas fríos registrados en el lugar. Allí estaba, junto al Papa, Sor Lucia.
Sor Lucía escribió dos volúmenes con sus «Memorias» y los «Llamamientos del Mensaje de Fátima».
Falleció el 13 de Febrero del 2005, durante la novena de los santos Francisco y Jacinta, en su querido Carmelo, donde muchos creen que aun era visitada por la Virgen y donde también el Papa San Juan Pablo II la visitó.
La causa de beatificación de sor Lucía dos Santos, la hija mayor que presenció las apariciones de Fátima, ha dado un paso adelante. En una reunión en el Vaticano, los postuladores de la causa de Lucía entregaron al Dicasterio para las Causas de los Santos el documento “positio” que contiene testimonios e información que detalla sus virtudes heroicas.
El padre Carlos Cabecinhas, rector del santuario de Fátima, anunció la actualización el 13 de octubre, aniversario del Milagro del Sol , de la última aparición mariana en Fátima en 1917.
La “Positio sobre la vida, las virtudes y la reputación de santidad de sor Lucía de Jesus dos Santos” será ahora examinada por nueve teólogos. Si la evidencia de su virtud heroica es confirmada por la oficina de los santos del Vaticano y el Papa Francisco decide promulgar un decreto, Sor Lucía será designada como Venerable en la Iglesia Católica.
El Papa Francisco canonizó a los otros dos videntes de Fátima, Jacinta y Francisco Marto, en 2017. Los dos niños pastores, que murieron a los 10 y 11 años respectivamente, son los santos no mártires más jóvenes en la historia de la Iglesia.
Lucía, que tenía 10 años en el momento de las apariciones marianas de 1917, sobrevivió a los otros videntes por décadas, sobreviviendo hasta los 97 años.
Pasó los últimos 50 años de su vida en un convento carmelita en Coimbra, Portugal. Como la única vidente de Fátima que pudo siempre escuchar hablar a la Virgen María durante la serie de apariciones en Fátima, sus memorias escritas han brindado un relato importante del mensaje de Fátima.
“En algún momento, no hay narración de Fátima sin el relato de Lucía. No puedo imaginar a Fátima tal como es sin que Lucía haya dado cuenta de ella, a través de sus escritos más y menos conocidos”, dijo José Rui Teixeira, biógrafo de Lucía.
Teixeira, quien ayudó a recopilar documentos para su causa de santidad, dijo que tenía cerca de 4.000 referencias en su bibliografía.
La causa de canonización de Lucía se abrió en 2008, tres años después de su muerte, luego de que el Papa Benedicto XVI concediera una dispensa para el período de espera de cinco años que normalmente se requiere. Se recopilaron más de 15.000 cartas, testimonios y otros documentos durante la fase diocesana de su causa, que concluyó en 2017.
En su última actualización sobre la causa de Lucía, Cabecinhas dijo: “Oremos por la causa de beatificación y canonización de Sor Lucía”.
En un escrito titulado «El mensaje de Fátima», de 64 páginas, editado por el Carmelo de Coimbra, Portugal, y distribuido por el Secretariado de los Pastorcillos (la sede de la postulación de los dos primitos de sor Lucía) con «imprimatur» con fecha 13 de febrero de 2006, de monseñor Serafim de Sousa Ferreira e Silva, obispo emérito de Leiría-Fátima, Sor Lucía trata del Mensaje de la Virgen de Fátima en relación al tiempo que ha pasado y a los acontecimientos que han tenido lugar.
En la introducción, el padre Geremia Carlo Vechina, confesor de sor Lucía, revela que la vidente había ya trabajado en la redacción de un escrito, a petición del entonces padre general de la Orden, el futuro cardenal Anastasio Alberto Ballestrero, con motivo de su ida a Coimbra en 1955.
Aquella obra fue enviada a Roma por orden de San Pablo VI, pero –señala el padre Vechina– «permaneció guardado en los Archivos Vaticanos».
En el ensayo, sor Lucía relata que el 15 de mayo de 1982, recibió la invitación del padre Geremia Carlo Vechina, entonces provincial de la Orden de los Carmelitas Descalzos, a «escribir todos los detalles que se refieren al Mensaje de Fátima, desde el principio».
La vidente afirma sin embargo que permaneció un poco escéptica, temiendo no tener la autorización de la Santa Sede para escribir sobre tales cuestiones.
La duda se desvaneció cuando tuvo la oportunidad de hablar con el cardenal Eduardo Pironio, entonces prefecto de la Congregación vaticana para los Religiosos, en su visita a la comunidad el 9 de septiembre de 1983.
En la primera parte del librito, sor Lucía se pregunta por qué el Señor eligió «a niños tan pobres e ignorantes» para la realización de sus proyectos. Y explica que el Señor «quiere los corazones puros para actuar en ellos a su placer», como está escrito en el Evangelio: «Beatos los puros de corazón porque verán a Dios».
Sor Lucía afronta a continuación todos los momentos del encuentro con la Virgen, las peticiones de rezar el rosario, el respeto de los mandamientos, los misterios de la Santísima Trinidad, la práctica de la Eucaristía y sobre todo el sentido cristiano del sufrimiento.
«La Señora» (así llama sor Lucía a la Virgen) invitó a los pastorcillos a «ofrecerse a Dios» y «soportar todos los sufrimientos que El quiera mandaros, en acto de reparación por los pecados con los que se le ofende, y de súplica por la conversión de los pecadores».
La vidente relata que los pastorcillos, «sin preocuparse de los sufrimientos que el Señor podría enviarles, se ofrecieron totalmente a la voluntad de Dios, y sin saberlo, porque no conocían las Escrituras, respondieron como Cristo, cuando dijo: “Heme aquí Padre, para hacer tu voluntad”». Según sor Lucía, en este pasaje se comprende «la Eucaristía».
Más adelante, en su ensayo sor Lucía relata pasajes inéditos, como cuando María, refiriéndose a la guerra de 1914-1918, habría dicho: «La guerra está a punto de acabar pero si no dejan de ofender a Dios en el pontificado de Pío XI, empezará otra peor».
La vidente explica que la historia ha visto «el estallido de una guerra atea, contra la fe, contra Dios, contra el pueblo de Dios. Una guerra que quería exterminar el judaísmo del que provenían Jesucristo, la Virgen y los Apóstoles que nos han transmitido la palabra de Dios y el don de la fe, de la esperanza y de la caridad, pueblo elegido por Dios, elegido desde el principio: “la salvación viene de los judíos”».
La religiosa escribe a continuación de la Rusia comunista y de las guerras promovidas en el mundo por los errores difundidos por Rusia.
Sor Lucía recuerda la petición de la Virgen de la «consagración de Rusia al Corazón Inmaculado». «Si escuchan mi petición –habría dicho la Señora a sor Lucía– Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, difundirá sus errores en el mundo, suscitando guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre sufrirá mucho, varias naciones serán destruidas».
Después de todo esto, sin embargo, la Señora habría confiado a los pastorcillos: «El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá y se concederá al mundo algún tiempo de paz. Finalmente mi Corazón Inmaculado triunfará».
Esta parte del mensaje de la Señora, es explicada por sor Lucía con la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María que Juan Pablo II hizo en Roma el 25 de marzo de 1984, ante la estatua de la Virgen que se venera en la Capilla de las Apariciones de Cova de Iria, en Fátima.