Ser Sacerdote significa

Ser Sacerdote significa

24 de mayo de 2018 Desactivado Por Regnumdei

EL PORVENIR DE LA IGLESIA DEPENDERA DE SACERDOTES SANTOS

Trabajar pues queridos hermanos para hacer comprender a todo el pueblo de Dios la importancia de las vocaciones y hacer rogar por ello; cuidad de que la llamada de Cristo sea bien presentada a los jóvenes;  ayudar discernir los signos de su vocación; sostenedlos a lo largo de toda su formación: estáis persuadidos de que EL PORVENIR DE LA IGLESIA DEPENDERA DE SACERDOTES SANTOS…

1. HOMBRE DE DIOS

Ser Sacerdote significa SER MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES, en el Mediador por excelencia que es Cristo.

2. HOMBRE DE LA ORACION

Jesús pudo llevar a cabo su misión gracias a su unción total con el Padre porque era Uno con El; en su condición de peregrino por los caminos de nuestra tierra estaba ya en posesión de la meta a que debía conducir a los otros. Para poder continuar eficazmente la misión de Cristo, el sacerdote debe también él, llegar de algún modo, haber llegado allí a donde quiere conducir a los otros: a ellos a través de la contemplación asidua del misterio de Dios, nutrido por el estudio de la Escritura, un estudio que se despliega en la oración.

3. HOMBRE DE LA CRUZ

Cristo ejerció su función de Mediador, ante todo, a través de la inmolación de su vida en el sacrificio de la cruz, aceptado por obediencia al Padre. La cruz sigue siendo el camino «obligado» del encuentro con Dios. Es éste un camino en el que el sacerdote ha de ir a la cabeza con ánimo. Como recordaba en mi reciente Carta sobre la eucaristía, ¿acaso no está llamado a renovar «in persona Christi», en la celebración eucarística, el sacrificio de la cruz? Según la hermosa expresión del africano Agustín de Hipona «Cristo en el Calvario fue Sacerdote por el Sacrificio» (Confesiones X, 43,69). El sacerdote, que en la pobreza radical de la obediencia a Dios, a la Iglesia, a su Obispo, haya sabido hacer de su vida una ofrenda pura que ofrecer, en unión con Cristo, al Padre celestial, experimentará en su ministerio la fuerza victoriosa de la gracia de Cristo muerto y resucitado.

4. HOMBRE DEL AMOR SIN LIMITES

Como Mediador, el Señor Jesús fue, en todas las dimensiones de su ser, el hombre para Dios y para los hermanos, de igual modo el sacerdote, y ésta es la razón por la que se le pide consagrar toda su vida a Dios y a la Iglesia, en lo profundo de su ser, de sus facultades, y de sus sentimientos. El sacerdote que, en la elección del celibato, renuncia al amor humano para abrirse totalmente al amor de Dios, se hace libre para la corriente de la caridad, que proviene de Dios, es libre para todas las tareas que requiere el cuidado de las almas. He aquí, esbozada, en algunos rasgos, la fisonomía esencial del sacerdote, tal como nos ha sido legada por la tradición vulnerable de la Iglesia, ella posee un valor permanente ayer, hoy y mañana.

5. HOMBRE DEL EVANGELIO

El anuncio del Evangelio, de todo Evangelio, a cada clase de cristianos y también a los no cristianos, ha de adquirir un lugar muy importante en nuestra vida. Los fieles tienen derecho a ellos, en este ministerio de la Palabra de Dios sobresalen notablemente la catequesis, que ha de ser capaz de alcanzar el corazón y el espíritu de vuestras compatriotas, y la formación de catequistas, religiosos y laicos. Y sed educadores de la fe y de la vida cristiana según la iglesia, en el ámbito personal, familiar y profesional.

6. HOMBRE DE LOS SACRAMENTOS

La digna celebración de los Sacramentos, la dispensación de los misterios de Dios, es igualmente centrada en vuestra vida de sacerdote, en este terreno velad con asiduidad para preparar a los fieles a recibirlos, de modo que, por ejemplo, los sacramentos del Bautismo, de la Penitencia, de la Eucaristía y del Matrimonio den sus frutos. Pues Cristo derrama su acción redentora en estos sacramentos. Lo hace especialmente en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia.

7. HOMBRE DE LA COMUNIDAD

Finalmente el «poder espiritual» que os ha confiado (cf. PO 6) se os confirió para conducirla como el Señor, el Buen Pastor, con una dedicación humilde y desinteresada, acogiendo siempre con disponibilidad para asumir los diferentes ministerios y servicios complementarios en la unidad del «presbiterium», con una gran voluntad de colaboración entre vosotros sacerdotes y con vuestros obispos. El pueblo de Dios debe verse inducido a la unidad viviendo el amor fraterno y la cohesión que vosotros manifestáis.

8. HOMBRE DE LA ESPERANZA

En todo este trabajo pastoral, las dificultades inevitables no deben mermar vuestra confianza. Es necesario que el sacerdote sepa ofrecer a sus hermanos, a través de la palabra y el ejemplo, motivos convincentes de esperanza. Y puede hacerlo porque sus certezas no están fundadas en opiniones humanas, sino en la roca sólida de la Palabra de Dios.

9. HOMBRE DE DISCERNIMIENTO

Debe ser, sobre todo en nuestra época, un hombre de discernimiento. Y esto porque como sabemos todos, el mundo entero ha realizado grandes progresos en el campo del saber y de la promoción humana, pero éste se halla también anunciado de un gran numero de ideologías y de pseudo valores, que, a través de un lenguaje falaz, logra muy a menudo, seducir y equivocar a muchos de nuestros contemporáneos. No sólo no sucumbir ante ellos, esto es demasiado evidente sino que la función de los Pastores es también formar el juicio cristiano de los fieles (cf 1Tim 5,21; Jn 4,1) para que también ellos sean capaces de sustraerse de la fascinación engañosa de estos nuevos ídolos.

10. HOMBRE DE LAS VOCACIONES

Trabajar pues queridos hermanos para hacer comprender a todo el pueblo de Dios la importancia de las vocaciones y hacer rogar por ello; cuidad de que la llamada de Cristo sea bien presentada a los jóvenes; ayudar a aquellos a quienes el Señor llama al sacerdocio o a la vida religiosa a discernir los signos de su vocación; sostenedlos a lo largo de toda su formación: estáis persuadidos de que EL PORVENIR DE LA IGLESIA DEPENDERA DE SACERDOTES SANTOS, porque el sacerdocio pertenece a la estructura de la Iglesia, tal como el Señor lo ha querido.

Finalmente queridos hermanos ¿O creéis que el Señor se servirá en primer lugar del ejemplo de nuestra vida, generosa y esplendente para suscitar otras vocaciones? Hermanos queridísimos, TENED FE EN VUESTRO SACERDOCIO. Es el sacerdocio de siempre porque es una participación en el sacerdocio eterno de Cristo, «que es el mismo de ayer hoy y siempre» (Heb 13,8; Apoc 1, 17ss), Sí, si las exigencias del sacerdocio son muy grandes, y si a pesar de eso no he dudado en hablaros de ellas, entonces es que son las consecuencias de la proximidad del Señor de la confianza de que da testimonio a sus sacerdotes. «Ya no os llamo siervos, sino que os digo amigos» (Jn 15,5)

Que la Virgen María sea siempre vuestro apoyo en el camino y que ella nos conduzca a todos cada día antes que nada, en la intimidad del Señor.

San Juan Pablo II a los Sacerdotes de Kinshasa (Zaire) 11 de Mayo de 1980