
Santa Esclavitud de amor a María 8
No se pueden vencer sólo con huirlas; con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos.
ORACIONES
Veni, Creator Spiritus
Ven, Espíritu Creador,
visita las mentes de tus siervos, llena de la gracia de lo alto los pechos que Tú creaste.
Tú, que eres llamado Paráclito, don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, amor,
y unción espiritual.
Tú septiforme en el don,
dedo de la paterna diestra,
Tú, auténtica promesa del Padre,
que enriqueces las lenguas con palabras.
Enciende lumbre en los sentidos, infunde amor en los corazones, corroborando con vigor constante la fragilidad de nuestro cuerpo.
Rechaza más y más lejos al enemigo, concede prontamente la paz,
yendo así Tú delante como guía, evitemos todo mal.
Haz que por ti conozcamos al Padre y conozcamos también al Hijo
y por ti, Espíritu de entrambos, creamos en todo tiempo.
A Dios Padre sea la gloria
y al Hijo, que entre los muertos resucitó, y al Paráclito
por los siglos de los siglos. Amén.
Ave Maris Stella
Salve, Estrella del mar,
Madre, que diste a luz a Dios, quedando perpetuamente Virgen, feliz puerta del cielo.
Pues recibiste aquel Ave De labios de Gabriel, ciméntanos en la paz, trocando el nombre de Eva.
Suelta las prisiones a los reos, da lumbre a los ciegos, ahuyenta nuestros males, recábanos todos los bienes.
Muestra que eres Madre, reciba por tu mediación nuestras plegarias el que nacido por nosotros, se dignó ser tuyo.
Virgen singular, sobre todos suave, haz que libres de culpas, seamos suaves y castos.
Danos una vida pura, prepara una senda segura, para que, viendo a Jesús, eternamente nos gocemos.
Gloria sea a Dios Padre, loor a Cristo altísimo
y al Espíritu Santo: a los tres un solo honor. Amén.
Magnificat
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí y su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación sobre los que le temen.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Acogió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia -como la había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia para siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditación breve:
KEMPIS: Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones. Por lo cual está escrito en Job: Tentación es la vida del hombre sobre la tierra. Por eso cada uno debe tener mucho cuidado acerca de la tentación, y velar en oración, porque no halle el demonio lugar de engañarle, que nunca duerme, sino busca por todos lados a quien tragarse. Ninguno hay tan santo ni tan perfecto que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas. Mas las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas; porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado. Todos los santos, por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron, y aprovecharon. Y los que no las quisieron sufrir y llevar bien, fueron tenidos por malos y desfallecieron. No hay orden ni religión tan santa, ni lugar tan secreto, donde no haya tentaciones y adversidades. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras que vive; porque en nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinación al pecado. Pasada una tentación o tribulación sobreviene otra, y siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra primera felicidad. Muchos quieren huir de las tentaciones, y caen en ellas más gravemente. No se pueden vencer sólo con huirlas; con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos. El que solamente quita lo que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor. Poco a poco, con paciencia y buen ánimo, vencerás (con el favor divino) mejor que no con tu propio conato y fatiga. Toma muchas veces consejo en la tentación, y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarle como tú lo quisieras para ti. El principio de toda tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios. Porque como la nave sin timón la llevan a una y otra parte las olas, así el hombre descuidado y que desiste de sus propósitos es tentado de diversas maneras. (Imitación de Cristo, libro I, cap. 13)
PREGUNTATE:
A) ¿TE DESESPERAS EN TUS PRUEBAS O TENTACIONES? ¿SABES RECURRIR A DIOS
EN ESOS MOMENTOS?
B) ¿PIDES AYUDA A DIOS POR TUS TENTACIONES EN LA DIRECCION ESPIRITUAL
CONTANDO TODO SON SINCERIDAD, SENCILLEZ Y HUMILDAD?
Meditación extendida:
Infierno. – Penas interiores
Composición de lugar. “Ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del Infierno”.
Y verme a mí mismo resbalando hacia él y la Virgen Santísima dándome la mano para que no caiga.
Petición. “Interno sentimiento de la pena que padecen los dañados, para que, si del amor del Señor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor me ayude para no venir en pecado.”
Punto I. Recordemos brevemente los tormentos que considerábamos en la meditación anterior y reflexionemos lo que todos ellos juntos irritarán la sensibilidad del infeliz condenado, teniendo en cuenta los efectos que en este mundo producen en las almas enfermedades y tormentos, que no son ni sombra de los de allá. ¿Qué efecto hará todo esto en la imaginación del condenado? Tal es la fuerza de esta facultad, que muchas veces duplica las enfermedades y llega hasta producir la muerte. ¿Qué hará en el infierno esta “loca de la casa”, ya no exaltada por vanas aprensiones, sino por la terrible y desesperante realidad? ¿Qué hará todo el ejército de las pasiones, revuelto y desenfrenado, si aun en este mundo desgarra muchas veces el alma con desesperaciones y odios infernales?
La memoria del prófugo esclavo de María recordará los días apacibles que en el mundo pasó bajo la mirada de amor de tan dulce Señora, la ingratitud con que abandonó su devoción, las personas conocidas suyas que, por haber sido fieles a Ella, gozan de su presencia en el cielo. Discurrirá su entendimiento sobre la facilidad con que pudo salvarse, y la irremediable desgracia en que se ve; la voluntad estallará en odio salvaje contra la más amable de las criaturas, querrá, como perro rabioso, despedazar con sus dientes el rosario y el escapulario, que eran en otro tiempo su consuelo y su esperanza, y su lengua vomitará las más impuras blasfemias contra la Reina de los Ángeles. ¡Madre mía!, y ¿será posible que algún día llegue a blasfemar de ti un hijo que tanto te quiere?
P. II. La más terrible de las penas es la de daño. Acá no acertamos a entenderla; pero a los corazones nobles y delicados les puede dar de ella alguna idea aquella eterna despedida que da el condenado, en el día del Juicio, a todos los que en algún tiempo amaba, semejante a un pobre náufrago que tiende sus brazos hacia la playa de donde una ola le arrebata para siempre. Pero el dolor de apartarse de todas las criaturas no valdrá entonces nada comparado con el sentimiento de apartarse de Dios. Hay que entender la fuerza que tiene la voluntad humana cuando concentra todas sus energías en un solo objeto, al que no puede unirse nunca. ¡Cuántos crímenes cometen los hombres arrebatados por una pasión que no pueden satisfacer! Pues si las prendas de una criatura pueden de tal manera arre
batar el corazón, que le arrastren a la desesperación extrema, cuando con ella no puede unirse, ¿qué será la infinita hermosura y perfección de Dios cuando el entendimiento la conozca, libre de los obstáculos que en esta vida le entenebrecen?
¡Oh Hermosura infinita y Amor de los Amores! Quiero ser siempre esclavo de María, para que Ella no me deje nunca apartarme de ti.
P. III. Triste experiencia nos ha enseñado que puede apartarse de Dios un alma que por algún tiempo la amó; y que si en ella no ha echado hondas raíces la devoción a Nuestra Señora puede también perderla y perder con ella la última tabla de salvación en el naufragio. San Ignacio enseña que “del amor del Señor Eterno me puedo olvidar por mis faltas”. Las faltas plenamente deliberadas me arrastrarán fácilmente por el resbaladero de la tibieza al abismo del pecado. Pues para no resbalar necesito asirme bien del manto de Nuestra Señora. Repetiré, por tanto, mil y mil veces: “¡No me dejes, Madre mía!” Pero sobre todo procuraré no dejarla yo a Ella; seguir como fiel esclavo todas las inspiraciones con que me convide a alejarme del mundo para acercarme a Ella.