San Pelayo, Martir

San Pelayo, Martir

28 de junio de 2024 Desactivado Por Regnumdei

Todo lo que me ofreces no significa nada para mí – repuso a las propuestas de Abderramán.


Nací cristiano, soy cristiano y seré siempre cristiano

San Pelagio (o Pelayo), mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd ar-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó en Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, su glorioso martirio, al ser despedazado con tenazas.

El nombre del niño mártir, Pelayo, es famoso todavía en toda España y muchas son las iglesias dedicadas en su honor. Vivió en los días en que Abderramán III, el más grande de los Omeyas, reinaba en Córdoba; un tío de Pelayo, para salvar el pellejo, dejó al chico como rehén en manos de los moros. Por entonces, el niño no tenía más de diez años. El cobarde pariente no regresó para rescatar a su sobrino, que pasó tres años cautivo de los infieles. En ese lapso, se había transformado en un buen mozo alto y fornido, siempre de buen humor y sin contaminación alguna de las costumbres corrompidas de sus captores y sus compañeros de cautiverio. Las noticias más favorables sobre el comportamiento del jovencito Pelayo llegaron a oídos de Abderramán quien le mandó traer a su presencia y le anunció que podía obtener su libertad y hermosos caballos para correr por los campos, así como ropas lujosas, dineros y honores, si renunciaba a su fe y reconocía al profeta Mahoma.

Pero Pelayo no se dejó tentar y se mantuvo firme: «Todo lo que me ofreces no significa nada para mí -repuso a las propuestas de Abderramán-. Nací cristiano, soy cristiano y seré siempre cristiano». De nada sirvieron las amenazas del rey moro quién, a fin de cuentas, condenó a morir al jovencito. Los relatos varían en cuanto a la forma en que fue ejecutado. De acuerdo con unos, después de haber descoyuntado sus miembros en el potro de hierro, le ataron una cuerda a la cintura y, desde el puente, lo sumergían y lo izaban en las aguas del río, hasta que expiró; otros dicen que fue suspendido de las rejas para recibir el suplicio destinado a los esclavos y criminales, que consistía en ser descuartizado en vida; los miembros despedazados del niño santo fueron arrojados al Guadalquivir. Sus restos fueron rescatados por los fieles y conservados ocultamente en Córdoba, hasta el año de 967, cuando se los trasladó a León; dieciocho años más tarde, para evitar profanaciones, fueron exhumados y llevados a Oviedo para ser sepultados. La historia de Pelayo se propagó enseguida y ya en el 962 había despertado el entusiasmo de la famosa poetisa Hroswitha (Roswita), abadesa de Gandersheim, quien narró los incidentes del martirio en hexámetros latinos.


Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI.