San Jerónimo sobre la Castidad

San Jerónimo sobre la Castidad

29 de septiembre de 2020 Desactivado Por Regnumdei

Este don fue dado por Dios a aquellos que se lo pidieron, a los que lo quisieron y a los que trabajaron para obtenerlo.

 

Si la mujer no puede ser repudiada más que por la fornicación, es ciertamente una carga pesada. ¿Cómo se ha de vivir con una esposa que es dada al vino, que es colérica o de malas costumbres? Por eso los apóstoles, al ver el yugo pesado de las esposas, se conmueven interiormente y exclaman: «Sus discípulos le dijeron: si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse”.

Y nadie crea que en las palabras: «Sino aquellos a quienes es dado», quiso el Señor hablar de la suerte o el destino, de manera que sean vírgenes los que han sido conducidos para esto. Por el contrario, este don fue dado por Dios a aquellos que se lo pidieron, a los que lo quisieron y a los que trabajaron para obtenerlo.

El Señor señaló tres clases de eunucos, dos de ellos carnales y el tercero espiritual. Los primeros son los que nacieron así del vientre de su madre; los segundos son los que fueron mutilados por la cautividad o para los placeres de las grandes damas; y los terceros los que se castraron a sí mismos por el Reino de los Cielos 1 o los que se hacen eunucos por amor a Cristo. A estos últimos les está prometida una recompensa; mas a los otros a quienes la necesidad y no la voluntad, ha hecho castos, nada se les debe.

También podemos explicar todo esto de otra manera Son eunucos desde el vientre de su madre los que son de naturaleza fría y sin apetito para los placeres y los que lo son por haberlos hecho los hombres, son los que los médicos han reducido a ese estado o los que se afeminan por dar culto a los ídolos, o también los que simulan la castidad, viviendo en los deseos y aparecen por fuera con los hábitos de religión; pero ninguno de éstos, excepto los que viven la castidad por Cristo, consigue el Reino de los Cielos. Por eso sigue: «El que pueda ser capaz, séalo», consulte cada uno sus fuerzas para ver si puede cumplir los deberes de la virginidad y de la pureza. La castidad por sí misma es suave y atractiva; pero se deben consultar las fuerzas para que: «El que sea capaz, séalo». Esta es la palabra del Señor a sus soldados, al animarlos a que ciñan la corona de la pureza, palabras que valen tanto como éstas: El que pueda pelear, pelee, venza y triunfe.