Quien quiere ser sacerdote debe ser hombre de Dios
A ellos el Sucesor de Pedro dirigió un discurso en el que evidenció el ministerio sacerdotal y la importancia de la formación en el sacerdocio, deteniéndose a considerar cuán indispensable es la armoniosa integración entre el ministerio con sus múltiples actividades y la vida espiritual del presbítero.
Recordó, que para el sacerdote, destinado a acompañar a otros a lo largo del camino de la vida y hasta la puerta de la muerte, es importante mantener el justo equilibrio entre corazón e intelecto, razón y sentimiento, cuerpo y alma para que sea humanamente íntegro. Subrayando que estas son las razones que impulsan a prestar mucha atención a la dimensión humana de la formación de los candidatos al sacerdocio.
En este sentido Benedicto XVI destacó a los Superiores y Seminaristas de los tres Seminarios regionales italianos que el contexto cultural de hoy exige de ellos una sólida preparación filosófico-teológica. Y para la ocasión citó su carta a los seminaristas con motivo de la conclusión del Año Sacerdotal, en el apartado que explica que no se trata únicamente de aprender las cosas evidentemente útiles sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad, de manera que ésta se convierta en respuesta a las cuestiones de los hombres que son diferentes desde el punto de vista exterior, de generación en generación pero que -sin embargo- permanecen siendo las mismas. Por este motivo el Papa les indicó que el estudio de la teología debe estar en unión estrecha con la vida de oración.
Una vez más el Santo Padre recordó que “quien quiere ser sacerdote debe ser, sobre todo un ‘hombre de Dios’ Como lo escribe san Pablo” (1 Tm 6,11), y por ello lo más importante en el camino hacia el sacerdocio y durante toda la vida sacerdotal es la relación personal con Dios en Jesucristo.
En otra parte de su discurso Benedicto XVI citó las palabras pronunciadas por el beato Juan XXIII con motivo del quincuagésimo aniversario de fundación del Seminario regional campano, cuando dirigiéndose a los superiores y alumnos expresaba “A esto tiende su educación, en espera de la misión que les será confiada para gloria de Dios y para la salvación de las almas: formar la mente y santificar la voluntad.