Ofreció “todo cuanto tenia para vivir”
En la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos monedas y superó los dones de todos los ricos.
En su reflexión previa a la oración del ángelus, Benedicto XVI, refiriéndose a las dos mujeres mencionadas por la liturgia del domingo, expresó que se trata de una “preciosa enseñanza sobre la fe”.
En el caso de estas dos mujeres, dijo: “La fe aparece como la actitud interior de quien funda la propia vida en Dios, sobre su Palabra y confía totalmente en él”.
El Papa afirmó que “Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor por Él y por el prójimo. Ninguno es tan pobre que no pueda donar alguna cosa. En efecto, ambas viudas demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra ofreciendo limosna. Así testimonian la unidad inseparable entre fe y caridad, como también entre el amor a Dios y al prójimo”.
Finalmente el Obispo de Roma manifestó que “la Virgen María es ejemplo perfecto de quien se ofrece todo entero confiando en Dios; con esta fe ella dijo al ángel “Aquí estoy” y acogió la voluntad de Dios” (jesuita Guillermo Ortiz- RV)
Texto completo del Ángelus en Español (Audio)
La Liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta como modelos de fe las figuras de dos viudas. Nos las presenta paralelamente: una en el Primer libro de los Reyes (17,10-16), la otra en el Evangelio de Marcos (12,41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y justo en esta condición demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de las narraciones sobre el profeta Elías. Él durante un tiempo de carestía, recibe del Señor la orden de acudir a las proximidades de Sidón, fuera de Israel, en territorio pagano. Ahí encuentra a esta viuda y le pide agua de beber y un poco de pan. La mujer le responde que solamente le queda solo un puñado de harina y un poco de aceite, pero, porque el profeta insiste y le promete, que, si lo escuchará, harina y aceite no faltarán, satisface su petición y es recompensada. La segunda viuda, aquella del Evangelio, es notada por Jesús en el templo de Jerusalén, precisamente ante el arca, donde la gente colocaba sus ofrendas. Jesús vio que esta mujer colocaba en el arca dos moneditas; entonces llamó a sus discípulos y explicó que su óbolo es mayor del de los ricos, porque, mientras ellos dan lo que les sobra, la viuda Ofreció “todo cuanto tenia para vivir” (Mc 12,44).
De estos dos episodios bíblicos, sabiamente presentados, se puede recabar una preciosa enseñanza sobre la fe. Ésta aparece como la actitud interior de quien funda la propia vida sobre Dios, sobre su Palabra, y confía totalmente en Él. Aquella de la viuda, en la antigüedad, constituía de por sí una condición de grave necesidad. Por esto, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas de las cuales Dios cuida en modo especial: han perdido el apoyo terreno, pero Dios permanece . Pero la Escritura dice que la condición objetiva de necesidad, en este caso el hecho de ser viuda, no es suficiente: Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor por Él y por el prójimo. Ninguno es tan pobre que no pueda donar alguna cosa. En efecto ambas viudas demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra ofreciendo limosna. Así testimonian la unidad inseparable entre fe y caridad, como también entre el amor a Dios y al amor prójimo –como nos recordaba el Evangelio del domingo pasado. El Papa San León Magno, del quien ayer celebramos la memoria, afirma: «En la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos monedas y superó los dones de todos los ricos. Ningún gesto de bondad carece de sentido ante Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto»
La Virgen María es ejemplo perfecto de quien se ofrece todo entero confiando en Dios; con esta fe ella dijo al Ángel «Aquí estoy» y acogió la voluntad del Señor. Que María ayude también a cada uno de nosotros, en este Año de la fe, para reforzar la confianza en Dios y en su Palabra (Traducción del Italiano Patricia Jáuregui – RV)