El Hijo de Dios, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo.

El Hijo de Dios, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo.

9 de diciembre de 2012 Desactivado Por Regnumdei

Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne en el seno  virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo,  abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia.

 

 

En este segundo domingo de Adviento, la liturgia propone el pasaje evangélico en el  que san Lucas, por decirlo así, prepara  la  escena en la que Jesús está a punto de  aparecer para comenzar su misión pública (cf. Lc 3, 1-6). El evangelista destaca la  figura de Juan el Bautista, que fue el precursor del Mesías, y traza con gran precisión   las coordenadas espacio-temporales de su predicación. San Lucas escribe: «En el año  quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y  Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y  Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la  palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lc 3, 1-2).

 

Dos cosas atraen  nuestra atención. La primera es la abundancia de referencias a todas las autoridades  políticas y religiosas de Palestina en los años 27 y 28 d.C. Evidentemente, el  evangelista quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda,  sino la narración de una historia real; que Jesús de Nazaret es un personaje histórico  que se inserta en ese contexto determinado.

 

El segundo elemento digno de destacarse  es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto es «la Palabra de  Dios», presentada como una fuerza que desciende de lo alto y se posa sobre Juan el  Bautista. e san Ambrosio, el gran obispo de Milán.  Tomo de él un comentario a este texto evangélico: «El Hijo de Dios —escribe—,  antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo. Por esto, san Lucas  dice bien que la palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto,  porque la Iglesia no tiene su origen en los hombres sino en la Palabra» (Expos. del  Evangelio de Lucas 2, 67). Así pues, este es el significado: la Palabra de Dios es el  sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías y  convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne en el seno  virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo,  abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia. San Ambrosio prosigue en  su comentario:»Descendió, por tanto, la Palabra, para que la tierra, que antes era un  desierto, diera sus frutos para nosotros» (ib.).

Queridos amigos, la flor más hermosa que ha brotado de la Palabra de Dios es la  Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero,  mientras que María es la Inmaculada  la  Iglesia necesita purificarse continuamente, porque el pecado amenaza a todos sus  miembros. En la Iglesia se libra siempre un combate entre el desierto y el jardín, entre  el pecado que aridece la tierra y la gracia que la irriga para que produzca frutos  abundantes de santidad. Pidamos, por lo tanto, a la Madre del Señor que nos ayude en  este tiempo de Adviento a «enderezar» nuestros caminos, dejándonos guiar por la  Palabra de Dios.

 

 

 

Primera lectura:

 

Dios te dará un nombre para siempre: «Paz en la justicia y gloria en la piedad». Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos.   Estoy convencido de que Aquel que comenzó en ustedes esta obra la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.

 

Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.