Preparación al Bautismo
“Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”. Mateo 28,19-20
Queridos padres y padrinos:
Estas páginas y las reuniones que vamos a tener, pretenden ayudaros a reflexionar sobre la decisión que habéis tomado de bautizar a vuestro hijo/a. Que comprendáis en todo su sentido lo que es y significa el sacramento del Bautismo. Que seáis conscientes del compromiso que contraéis. Y que viváis la celebración bautismal entendiendo la profundidad de los ritos que realizamos.
Esperamos que os sirvan para plantearos en serio la fe y la educación cristiana de vuestro hijo/a.
I – QUÉ ES Y QUÉ NO ES EL BAUTISMO
- EL BAUTISMO ES UN REGALO DE DIOS Y UN SACRAMENTO DE LA IGLESIA.
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2,4).
Por eso nos ha dado unos medios especiales -los sacramentos- para que podamos encontrarnos con Él y mantener una relación personal e íntima.
Los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Matrimonio, Orden Sacerdotal y Unción de Enfermos) son unos regalos que Dios nos hace para conocerle mejor y disfrutar de su presencia en nuestra vida. Son un don y gracia del Señor, que nosotros recibimos sin mérito alguno por nuestra parte: “Por gracia habéis sido salvados mediante la fe; y eso no es algo que venga de nosotros, sino que es don de Dios” (Ef. 2,8).
Esos regalos nos los proporciona Dios por medio de la Iglesia, pues a ella ha querido confiarle sus sacramentos. La comunidad cristiana sabe que no es dueña de los sacramentos, para hacer con ellos lo que le parezca. Únicamente es administradora de los mismos, y ha de ser fiel a lo que el propio Jesús estableció.
El Bautismo es el primero y principal de los sacramentos, que nos hace hijos de Dios y miembros de su familia que es la comunidad de los creyentes en Cristo: la Iglesia.
2. EL BAUTISMO ES UNA DECISIÓN PERSONAL.
Si el Bautismo es un regalo, y una llamada de Dios, al hombre le cabe la posibilidad de acogerlo y de responder afirmativamente. Pero no siempre es así. Dios nos ha hecho libres, y nos deja decidir; nunca nos fuerza ni nos obliga.
La Iglesia quiere bautizar a todas las personas que crean en Jesús, e incorporarlas gozosamente a la comunidad cristiana. Pero no puede bautizar a quien no cree, ni a quien pudiendo elegir no haya decidido por sí mismo. La Iglesia desea, lógicamente, que haya más cristianos, pero no al precio de rebajar las exigencias mínimas que suponen la fe en Jesús y la valoración de ese regalo que Dios nos hace.
Por eso el Bautismo nunca puede ser entendido como algo “que hay que hacer” o algo “que todo el mundo recibe”, sino que implica la decisión personal. Naturalmente esto está claro en el caso de los adultos que son capaces de tomar decisiones. En el caso de los niños, nos corresponde a los adultos tomar decisiones por ellos, tanto en la vida diaria (educación, cultura, salud, diversiones,…), como a la hora de ser cristianos. Por eso la Iglesia considera tan importante el papel de los padres en el Bautismo de los niños, y se siente obligada a negarlo cuando no hay garantías de que éstos sean educados adecuadamente.
3. EL BAUTISMO NO ES UN DERECHO
Después de lo dicho se comprende fácilmente esta afirmación, pero tal vez convenga insistir en ello.
Los sacramentos no son ritos sociales ni civiles que están a disposición de quien quiera. Los sacramentos no son de la sociedad. Son acciones de la Iglesia que los cristianos celebramos como expresiones de la fe en Jesucristo.
Cuando en una sociedad todos son cristianos es natural que todos quieran celebrar los sacramentos. Así ocurría antes entre nosotros. En este tiempo la gente se acostumbró a ver los sacramentos como unas acciones que se tienen que hacer, que son como una fiesta necesaria, sin lo cual parece que falta algo.
Ahora las cosas son diferentes. Hoy en nuestra sociedad hay libertad religiosa y de conciencia. Y a los católicos nos parece muy bien que la ley civil respete la libertad de cada uno.
No queremos que nadie venga a la Iglesia por la fuerza y en contra de sus propias convicciones. Queremos que todos crean en Dios y vivan como discípulos de Jesucristo, pero libremente, de acuerdo con su conciencia.
El problema se plantea cuando alguien que vive alejado de la Iglesia pide recibir algún sacramento, como el Bautismo. Aunque parezca mentira, todavía hay quien quiere casarse por la Iglesia, bautizar a su hijo y que haga la Primera Comunión, sin tener fe. En esto, como en todo en la vida, debemos mantener al menos una mínima coherencia, y no ceder a costumbres, presiones familiares o falsas apariencias.
II – ALGO TAN SERIO COMO LA FE
1. LA FE ES FUNDAMENTAL
La fe es un asunto importante, al menos para los creyentes. De ahí que cuando unas personas solicitan el bautismo, se ha de poner de relieve la cuestión de la fe.
Si quien solicita el bautismo (para él o para su hijo) es creyente no hay problema, pues comprende que la fe es fundamental para poder recibir el bautismo. Pero si el que lo solicita lo hace por costumbre, por tradición, por evitar problemas familiares, pero sin fe, difícilmente puede entender el planteamiento adecuado de la cuestión, porque, para él, es un asunto que le resbala.
Los creyentes queremos y pedimos que nuestra fe sea respetada, y que no se juegue con ella usando los sacramentos para ceremonias sociales.
2. SIN FE NO HAY SACRAMENTO
Todos los sacramentos implican la fe de la persona. Un sacramento no es algo de “quita y pon”, ni de “usar y tirar”, sino que es algo comprometedor, que implica a la persona en el seguimiento real de Jesús y su Evangelio.
En todos los sacramentos tiene que estar presente la fe. También en el Bautismo: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc. 11,16)
Los creyentes, los que formamos parte de la Iglesia y queremos ser sinceros con nuestra fe y nuestro seguimiento de Jesucristo, nos alegramos cuando alguien pide la fe y el Bautismo, y además procede con toda honradez. Pero sufrimos en nuestros convencimientos más profundos cuando comprobamos que alguien dice que es creyente y que tiene fe, pero estamos seguros de lo contrario.
Recibir sin fe un sacramento, o sin el compromiso de educar en la fe en el caso de los niños, no es más que una ceremonia teatral de la que Dios no puede estar muy contento.
3.- ES UN SACRAMENTO
1. LOS SACRAMENTOS
2. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO