“No temas; desde ahora serás pescador de hombres”

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres”

9 de febrero de 2013 Desactivado Por Regnumdei

Un serafín purifica sus labios con un ascua y borra su  pecado, y él, sintiéndose preparado para responder a la llamada, exclama: «Heme  aquí, Señor, envíame» (cf. Is 6, 1-2.3-8).

La liturgia de este quinto domingo del tiempo ordinario nos presenta el tema de la  llamada divina. En una visión majestuosa, Isaías se encuentra en presencia del  Señor tres veces Santo y lo invade un gran temor y el sentimiento profundo de su  propia indignidad. Pero un serafín purifica sus labios con un ascua y borra su  pecado, y él, sintiéndose preparado para responder a la llamada, exclama: «Heme  aquí, Señor, envíame» (cf. Is 6, 1-2.3-8).

La misma sucesión de sentimientos está  presente en el episodio de la pesca milagrosa, de la que nos habla el pasaje  evangélico de hoy. Invitados por Jesús a echar las redes, a pesar de una noche  infructuosa, Simón Pedro y los demás discípulos, fiándose de su palabra, obtienen  una pesca sobreabundante. Ante tal prodigio, Simón Pedro no se echa al cuello de  Jesús para expresar la alegría de aquella pesca inesperada, sino que, como explica  el evangelista san Lucas, se arroja a sus pies diciendo: «Apártate de mí, Señor, que  soy un pecador». Jesús, entonces, le asegura: «No temas. Desde ahora serás  pescador de hombres» (cf. Lc5, 10); y él, dejándolo todo, lo sigue.

También san Pablo, recordando que había sido perseguidor de la Iglesia, se declara  indigno de ser llamado apóstol, pero reconoce que la gracia de Dios ha hecho en él  maravillas y, a pesar de sus limitaciones, le ha encomendado la tarea y el honor de  predicar el Evangelio (cf. 1 Co 15, 8-10). En estas tres experiencias vemos cómo el  encuentro auténtico con Dios lleva al hombre a reconocer su pobreza e  insuficiencia, sus limitaciones y su pecado. Pero, a pesar de esta fragilidad, el  Señor, rico en misericordia y en perdón, transforma la vida del hombre y lo llama a  seguirlo. La humildad de la que dan testimonio Isaías, Pedro y Pablo invita a los que  han recibido el don de la vocación divina a no concentrarse en sus propias  limitaciones, sino a tener la mirada fija en el Señor y en su sorprendente  misericordia, para convertir el corazón, y seguir «dejándolo todo» por él con alegría.  De hecho, Dios no mira lo que es importante para el hombre: «El hombre mira las  apariencias, pero el Señor mira el corazón» (1 S 16, 7), y a los hombres pobres y  débiles, pero con fe en él, los vuelve apóstoles y heraldos intrépidos de la  salvación…

Roguemos al Dueño de la mies que envíe operarios a su  mies y para que los que escuchen la invitación del Señor a seguirlo, después del  necesario discernimiento, sepan responderle con generosidad, no confiando en sus  propias fuerzas, sino abriéndose a la acción de su gracia. En particular, invito a  todos los sacerdotes a reavivar su generosa disponibilidad para responder cada día  a la llamada del Señor con la misma humildad y fe de Isaías, de Pedro y de Pablo.

Encomendemos a la Virgen santísima todas las vocaciones, particularmente las  vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Que María suscite en cada uno el deseo  de pronunciar su propio «sí» al Señor con alegría y entrega plena.

BENEDICTO XVI  ÁNGELUS  Plaza de San Pedro  Domingo 7 de febrero de 2010