Meditaciones de Cuaresma: Viernes Cuarto
VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA: la Preciosa Sangre
RESUMEN PARA LA PREPARACIÓN DE LA ORACIÓN
Meditaremos sobre la Preciosa Sangre, que la Iglesia celebra en la liturgia de los Viernes de Cuaresma. Veremos: 1º El agradecimiento debido a Jesucristo por el don que nos ha hecho de su Sangre; 2° Las consecuencias prácticas que se deducen para nosotros de ese don inefable.
—Tomaremos enseguida la resolución:1º De amar más a Jesucristo, que tanto nos ha amado, y de servirle con más generosidad que antes; 2° De poner toda nuestra confianza en los méritos de esa sangre y no dejarnos vencer jamás del desaliento y la desconfianza. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San Juan: «Jesucristo ha lavado nuestros pecados con su sangre».
MEDITACIÓN
Adoremos a Jesucristo que nos ha dado toda su Sangre, hasta la última gota; agradezcámosle este don inefable, amémosle por tanto amor y pidámosle la gracia de aprovecharlo bien.
PUNTO PRIMERO – AGRADECIMIENTO DEBIDO A JESUCRISTO POR EL DON QUE NOS HA HECHO DE SU SANGRE
El que un hombre diera a otro toda su fortuna, sería mucho sin duda, sobre todo, si se le supone considerable. ¿Que sería, pues, si le diera su sangre y la derramara toda por él? Sería evidentemente el amor llevado hasta el último grado. Eso es lo que ha hecho Jesucristo con nosotros: y notemos: 1° EL VALOR DE ESA SANGRE. Es mayor infinitamente, que toda otra sangre humana, porque es la sangre de un Dios, en virtud de la unión hipostática; sangre por consiguiente, de precio infinito. Esa sangre la ofrece un Dios en cada sacrificio a la divina Majestad; y la dignidad de un Dios sacerdote, ofreciendo la sangre de un Dios víctima, le comunica nuevo valor infinito. Notemos, 2º, LOS MARAVILLOSOS EFECTOS DE ESTA SANGRE. Apaga el fuego de la ira divina, irritada por nuestros crímenes. Es la hostia de expiación por nuestros pecados. Es el precio de nuestra redención. Es el baño que purifica nuestra conciencia. Es el sello de paz entre el cielo y la tierra. Nos abre el cielo y cierra el inferno bajo nuestros pies. Lejos de clamar venganza, como la sangre de Abel, cada gota de esa Sangre clama misericordia. Notemos, 3° Que ESA SANGRE NOS ES DADA DE TAN ALTO PRECIO, no con mano avara, sino con una generosidad incomparable. Cuando una sola gota habría bastado para borrar los pecados de mil mundos, Jesucristo la da toda entera; y la da por lo mismo que El preveía habían de mostrarse tan poco dignos de ella; la da, no una vez, sino millones de veces. Comienza a derramarla ocho días después de su nacimiento, bajo el cuchillo de la circuncisión; la derrama en el Huerto de los Olivos, donde un sudor de sangre inunda la tierra; la derrama en la flagelación, en la coronación de espinas, en la crucifixión y en la abertura del sagrado costado; la ofrece todos los días en el Santo Sacrificio, sobre toda la superficie del globo, y nos la da a beber en la Comunión; la conserva en todos los tabernáculos del mundo, y allí esa Sangre pide sin cesar perdón por nosotros. En fin, nos aplica sus méritos en los sacramentos, que son como otros tantos canales, por los cuales esa Sangre adorable se comunica a las almas. ¡Qué agradecimiento no debemos nosotros al Salvador por esa prodigalidad de su Sangre en favor de unos pobres pecadores, como somos!
PUNTO SEGUNDO – CONSECUENCIAS PRÁCTICAS QUE DEBEMOS SACAR DE ESTAS CONSIDERACIONES
1° Es menester una gran generosidad en el servicio de Jesucristo. Cuando un Dios nos da toda su sangre, ¿Qué excusa tenemos si no le sacrificamos nuestra voluntad, nuestros actos, nuestros gustos? Cuando se posee en el pecho la Sangre de Jesucristo, cuando se tiene una sangre tan noble y tan divina, es preciso tener su espíritu generoso y sus elevados pensamientos, a los cuales nada sienta mejor que el sacrificio. 2° Es preciso honrar esta Sangre con la asistencia devota y frecuente al santo Sacrificio, con la frecuentación de los sacramentos, con la correspondencia a las gracias interiores y exteriores, que son el fruto de esta Sangre, y con la ofrenda, a menudo reiterada, de nuestras acciones y de nuestro corazón en espíritu de agradecimiento; 3º Debemos tener una confianza sin límites en los méritos de esta divina sangre. Que se turben y carezcan de confianza los que no conocen el precio de la Sangre del Salvador; pero, cuando sabemos por la fe que Jesucristo ha dejado a nuestra disposición todos los méritos de su Sangre con la facultad de aplicárnoslos por la oración, por los sacramentos y por el sacrificio, no nos es permitido perder la confianza, Teniendo el crucifijo en las manos, jamás debe desfallecer nuestro valor. Es verdad, ¡oh Jesús!, que yo no puedo decir: «Soy inocente de la Sangre de este justo», puesto que mi pecado es haber entregado esa Sangre inocente; pero diré en otro sentido que los judíos: «¡Que su Sangre caiga sobre mí para borrar mis inquietudes y preservarme del ángel exterminador, como la sangre del cordero pascual en las puertas de las casas del antiguo pueblo de Israel!» ¿Saco yo fielmente estos frutos de la Pasión del Salvador?
Tomado de «Meditaciones para todos los días del año – Para uso del clero y de los fieles», P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo: desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de Pascua. Segunda edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1962.