Meditación Cuaresma: Jueves Cenizas
Jueves después de Cenizas: La lección de la humildad
RESUMEN DE LA MEDITACIÓN
1º La lección de humildad que nos da la Iglesia en la ceremonia de Ceniza;
2° Las razones por que la Iglesia nos da esta lección al principio de la Cuaresma.
— Tomaremos en seguida la resolución:
1º De pasar toda la Cuaresma en espíritu humillado y contrito a la vista de nuestra nada y de nuestros pecados;
2° De aceptar con sumisión la penitencia de la Cuaresma, considerándola como nada en comparación de lo que merecemos. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de la Iglesia: «Acuérdate que eres polvo y que en polvo te convertirás».
MEDITACIÓN
Adoremos al Espíritu de Dios que inspiró a la Iglesia la ceremonia de la Ceniza como una poderosa lección de humildad para todos los cristianos. Démosle gracias por esta santa inspiración y pidámosle la gracia de aprovecharnos de tan útil enseñanza.
PUNTO PRIMERO – LECCIÓN DE HUMILDAD QUE NOS DA LA IGLESIA EN LA CEREMONIA DE LA CENIZA
Si la Iglesia pone sobre nuestra cabeza, que es el asiento del orgullo, la ceniza, símbolo de la nada de las cosas humanas, no es únicamente para exhortarnos a la penitencia y al pensamiento de la muerte; es, sobre todo, para decirnos: «Hombre orgulloso, no te vanaglories de cosa alguna; acuérdate de que eres polvo y ceniza, y que en polvo te convertirás». Del polvo y la ceniza vienes; ése es tu origen: «Dios tomó un poco de barro y formó al primer hombre, y de él salieron todos los demás hombres. Polvo y ceniza eres: un poco de barro transformado en hombre», dice Tertuliano. Y ¿será el barro digno de vanagloriarse de lo que es? ¿Podrá alzarse por su orgullo contra Aquél que, animándolo de su espíritu, lo ha elevado por su misericordia a una esfera superior a lo que fue? Polvo y ceniza serás bien presto, pues te volverás polvo; y te volverás, a pesar de esa susceptibilidad que de todo se ofende, de esos pensamientos de amor propio y de complacencia en ti mismo, de esos deseos de lucir y aparentar. Todo esto algún día quedará reducido a un puñado de ceniza, se perderá en la ceniza y desaparecerá como la ceniza arrojada al viento, después de haber sido vil como ella, estéril e inútil como ella. Aun cuando hubieses igualado o sobrepujado en gloria a los personajes más célebres, en riquezas a los hombres más opulentos, en alegría a los que más han gozado; todo esto, al fin, se reducirá a un poco de ceniza; y este poco de ceniza será aún desconocido; no se sabrá de quién es; un poco de viento la dispersará por los aires, y el hombre mismo de aquél de quien viene será también olvidado en la tierra como si jamás hubiese existido. ¡Qué lección de humildad tan buena para desengañarnos de todos los encantos del amor propio y hacernos entrar en estos humildes sentimientos que debemos siempre tener de nosotros mismos! ¡Qué locura querer ser estimado, honrado y glorificado, para venir a acabar al fin de todo en un poco de ceniza!
PUNTO SEGUNDO – ¿POR QUÉ LA IGLESIA NOS DA ESTA LECCIÓN AL PRINCIPIO DE LA CUARESMA?
Es, 1º, PORQUE SIN HUMILDAD, TODAS LAS MORTIFICACIONES DE LA CUARESMA SERÍAN SIN MÉRITO. Los fariseos ayunaban, dice Jesucristo en el Evangelio de ayer, pero como lo hacían para captarse la estimación de los hombres, lo hacían sin mérito y recibían su recompensa aquí en la tierra. La razón es, porque estimarse uno mismo es prevaricar contra la verdad, que nos dice que somos nada, y querer ser estimado es prevaricar contra la justicia, que nos dice: «A Dios solo el honor y la gloria, para nosotros la confusión». A más de esto, la mentira y la injusticia son incompatibles con el mérito.
Es, 2º PORQUE SIN LA HUMILDAD NO HAY VERDADERA PENITENCIA. La verdadera penitencia tiene por base el sentimiento de nuestra miseria: de donde la humillación del alma que, confesándose culpable, se reconoce obligada para con la justicia divina a toda clase de reparaciones y satisfacciones. El que se estima puede hacer, como el fariseo, actos exteriores de penitencia y decir como él: «Yo ayuno dos veces a la semana; pago el diezmo de todos mis bienes»; pero en el fondo, esta penitencia no puede agradar al que sondea los corazones y que no cree sino la verdad. El fariseo, a pesar de sus ayunos, no estaba en buena estimación delante de Dios, por lo mismo que se estimaba a sí mismo y solicitaba la estimación y alabanza de los demás. Temamos que nos suceda lo mismo a nosotros; y, para prevenir este mal, principiemos la Cuaresma con espíritu de humildad.
Tomado de «Meditaciones para todos los días del año – Para uso del clero y de los fieles», P. Andrés Hamon, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1962. APOSTOLADO REGNUM DEI