Mártires de Jaén. El Papa León XIV aprobó beatificación

Mártires de Jaén. El Papa León XIV aprobó beatificación

1 de julio de 2025 Desactivado Por Regnumdei

El atroz asesinato de 124 católicos en Jaén por milicianos socialistas, comunistas y anarquistas

109 eran sacerdotes, una religiosa y 14 laicos. Ninguna bestia mata con tanta crueldad.

Por Javier Paredes – Hispanidad


¿Vieron aquel video del año 2015, en el que 21 cristianos coptos, vestidos con un mono color butano, fueron degollados en una playa de Libia por fundamentalistas islámicos? Pues si ustedes, queridos lectores, leen este artículo hasta el final, podrán comprobar que la crueldad del martirio en aquella playa libia fue bien poca cosa, comparada con las atrocidades que cometieron los socialistas, los comunistas y los anarquistas durante la Guerra Civil española contra algunos de los 124 mártires de Jaén.


El proceso de beatificación ha durado nueve años, y durante todo este tiempo, en más de 30.000 folios, se ha recogido la declaración de seiscientos testimonios referidos a los 124 mártires, agrupados por pueblos de Jaén, de los cuales 109 son sacerdotes, una es religiosa y 14 son laicos. Veamos un par de martirios del grupo de Martos (Jaén), el de la abadesa de las clarisas de esta localidad, Isabel María Aranda Sánchez, y el de la laica Obdulia Puchol Merino.

Martos es uno de los pueblos más importantes de Jaén, al estallar la Guerra Civil su población rondaba los 25.000 habitantes. En 1936 había allí tres conventos de monjas: el de las trinitarias, que se había fundado en 1592 gracias al apoyo del rey Felipe II (1556-1598), cuya abadesa era Francisca Espejo, mártir que ya fue beatificada en 2007; el del Instituto Calasancio. Hijas de la Divina Pastora, cuya abadesa eraVictoria Valverde, mártir también y beatificada en 2013; y el convento de las clarisas, cuya abadesa era la madre Isabel María Aranda Sánchez. Estas tres abadesas fueron compañeras de martirio y en próximas fechas será beatificada la tercera que faltaba, como hemos dicho, pues forma parte del grupo de los citados 124 mártires de Jaén, cuya beatificación ha sido aprobada por el papa León XIV.

Isabel hizo su primera profesión temporal en el convento de las clarisas de Martos, con 16 años, el 4 de octubre de 1905. Poco después contrajo una grave enfermedad intestinal que le impedía retener alimentos. Su salud se agravó hasta tal punto que el médico, tras reconocerla en una de sus visitas a finales de 1914, les dijo a las superioras: “La enferma se encuentra peor de lo que ustedes creen, además de la úlcera de estómago, se morirá tuberculosa. Pueden administrarle los Sacramentos, porque puede presentarse algún colapso, y no respondo”. Sin embargo, se curó repentinamente, lo que las monjas adjudicaron a la intercesión milagrosa de la Madre Teresa de Jesús Romero Balmaseda, que estaba entonces en proceso de canonización.

En la noche del 12 al 13 de enero de 1937, las tres abadesas citadas fueron conducidas al martirio. Antes de asesinarlas sus verdugos intentaron violarlas sin conseguirlo. En cuanto a la madre Isabel María Aranda Sánchez, así es como relata sus últimos momentos la biografía de su proceso de beatificación:

“Como aquellos hombres embriagados por la pasión, no pudieron conseguir su depravado propósito, ni en lo más mínimo, avergonzados y humillados ante una pobre e indefensa mujer, se irritaron de tal forma que le cortaron toda la ropa, dejándola casi desnuda. La ataron a la cola de una bestia y, así, la arrastraron. Le rompieron una pierna y la maltrataron tan brutalmente con las culatas de sus escopetas y de los fusiles, que creyeron que ya la habían matado. Pero no, no murió. Tenía que dar mayor testimonio de su fidelidad al Señor, y, en un esfuerzo incomprensible humanamente, según su estado, arrastrándose como pudo logró asirse a la verja del cementerio. Aquellos hombres, que más bien parecían demonios, viendo que no podían vencer aquella voluntad férrea y que cada vez su víctima parecía tener nuevas energías, decidieron acabar con ella; pero antes quisieron dar su última batalla. Repitieron sus burlas y castigo, obligándola a blasfemar, a lo que nuestra Madre respondía con jaculatorias y actos de amor de Dios, a la Santísima Virgen, y perdonando en todo momento a sus verdugos. Le escupían en la boca, le obligaron a que comiera estiércol ‘porque tenía hambre’, decían. Burlados por última vez y viendo que no podían desprenderse de su brazo de la verja allí mismo le dieron varios tiros a quemarropa, muriendo en el acto. Es de notar que el brazo y la mano con que se había asido a la verja del cementerio no se lo pudieron desprender, lo que les dio ocasión para cortarle el brazo”.

Obdulia Puchol Merino solo tenía 36 años cuando derramó su sangre en defensa de su fe el 8 de diciembre de 1936, en el cementerio Monte Lope Álvarez de Martos. Había nacido en Martos el 4 de mayo de 1900, con 24 años contrajo matrimonio con José Martínez Baeza, pero muy pronto quedó viuda y sin descendencia. Sin dependencias familiares, se entregó por completó a colaborar en su parroquia. Ella se encargó del cuidado de los ornamentos sagrados y de la limpieza del templo. Pero lo más destacado de su apostolado fue la creación de una residencia para transeúntes pobres, a los que además de alojamiento y comida, se les facilitaba asistencia sanitaria si la precisaban. Su residencia contó con la colaboración de las Conferencias de San Vicente de Paúl, que precisamente habían sido fundadas por su padre, que era el médico forense de Martos.

Toda esta actividad apostólica de Obdulia y su afiliación a Acción Española, el partido promovido por Angel Herrera Oria (1886-1968), para “El Tachuelas” fueron motivos más que suficientes para condenarla a muerte. Alfonso Ruiz Aguilar era un zapatero de Martos, de ahí el alias por el que era conocido, y uno de los lideres del socialismo en Jaén. En 1931 ya fue elegido concejal de Martos, tuvo una participación destacada en el golpe de Estado de 1934, promovido por Largo Caballero (1869-1946), y al fracasar la intentona fue depuesto del cargo de concejal. Sin embargo, el pucherazo del Frente Popular de febrero de 1936 mediante el que los socialistas asaltaron el poder le permitió al Tachuelas recuperar el cargo de concejal. Durante la Guerra Civil fue alcalde y presidente del Frente Popular de Martos, además de presidente de la Junta Calificadora del Servicio de Expropiación de Fincas Rústicas sin Indemnización, o sea todo un juego de palabras del PSOE para justificar “el te lo quito y me le quedo y en pie famélica legión…”

El 7 de agosto de 1936 Obdulia fue detenida por unos sicarios del Tachuelas, a saber: Rosa Miguel, Matilde “La Canastera” y Juan de Dios López; mientras la llevaban a la cárcel le propinaron una soberana paliza por el camino. Permaneció presa hasta el 7 de diciembre de 1936, recibiendo malos tratos. Y ese día el Frente Popular de Martos, presidido por el socialista Tachuelas, ordenó que la asesinaran. Esto es lo que sucedió:

“Llegaron al cementerio de Monte Lope Álvarez. Ante las tapias, los asesinos de izquierdas fusilaron a sus víctimas de derechas, menos a Obdulia. Obdulia, hincada de rodillas y recogida en oración, quiso aguardar así la descarga fatal. Pero la descarga fatal no se realizó.

Un momento antes de disparar sobre ella, el jefe de los criminales gritó:

-Alto a esta mujer no la matamos. Que se quede ahí viva.

Tal vez este hombre pensó: ‘No vaya a ser verdad que pida a Dios que nosotros nos volvamos derechistas y beatos como ella, terminemos por serlo y luego nos tengan que matar a nosotros los nuestros, por cambiarnos’.

Acabada ‘su obra’, aquellos desalmados regresaron al camión. El camión, por lo inaccesible y embarrado del terreno, se había detenido unos cien metros antes de alcanzar el cementerio. El conductor que, mientras, había permanecido sentado en la cabina, inquirió:

-¿Qué, los habéis matado al primer disparo o no?

  • Hemos matado a todos menos a Obdulia.

-¡Cobardes! ¿Y eso por qué?

  • Hombre, nos ha dicho tales cosas que le hemos perdonado la vida.
  • ¡Cobardes, canallas! Os habéis dejado sin matar a la peor, a la más beata, a la más peligrosa. ¡Cobardes! Ahora mismo voy a encargarme yo de esa.

Ebrio de furia, echando espumarajos de blasfemias por la boca, el conductor del camión se encaminó al cementerio. Sorprendió a Obdulia rezando de rodillas y, sin mediar palabra, empuñó su navaja cabritera y la degolló”.


Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá