Los obispos deben crecer cada día en la santidad
Para afrontar el gran desafío del secularismo propio de la sociedad contemporánea es necesario que el Obispo medite, cada día, en su oración la Palabra.
«El ejemplo del gran Apóstol, san Pablo, nos llama a nosotros los obispos a crecer cada día en la santidad de la vida, para percibir los mismos sentimientos de Jesús» – «como hombres de Dios, porque no se puede servir a los hombres, sin ser ante todo ‘siervos de Dios’» – ha recordado Benedicto XVI, haciendo hincapié en que el primer compromiso espiritual y apostólico del Obispo debe ser, precisamente, el de progresar en el camino de la perfección evangélica. Para lo cual, la Palabra de Dios es un «medio privilegiado»: «Os exhorto, por lo tanto, queridos Obispos a encomendaros cada día a la Palabra de Dios para ser maestros de la fe y auténticos educadores de vuestros fieles. No como aquellos que negocian con esta Palabra, sino como aquellos que con sinceridad y movidos por Dios y bajo su mirada hablan de Él. (cfr 2 Cor 2,17) Queridísimos Obispos, para afrontar el gran desafío del secularismo propio de la sociedad contemporánea es necesario que el Obispo medite, cada día, en su oración la Palabra. Para poder anunciarla como pregonero eficaz, ilustrarla y defenderla como doctor auténtico, y transmitirla como maestro iluminado y sabio».
Destacando, una vez más, que el ministerio episcopal es «pastoralmente fructuoso cuando se afianza en la santidad de vida de los obispos, cuya autoridad nace gracias al testimonio», Benedicto XVI ha evocado las palabras con las que san Pablo indica a Timoteo el camino para ser pastores buenos: «’Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina… con prudencia, vigila atentamente’ (2 Tm 4,2.5) A la luz de estas palabra del Apóstol, no desmayéis en comprometeros con vuestros consejos, con vuestras exhortaciones, con vuestros ejemplos, pero también con vuestra autoridad y con vuestra potestad sagrada’ (LG 27) para hacer progresar en la santidad y en la verdad la grey que se os ha encomendado. Ésta será la forma más adecuada para ejercer plenamente la paternidad, que es la propia del Obispo en relación a sus fieles. En particular ¡cuidad de vuestros sacerdotes – que son vuestros primeros e insustituibles colaboradores en el ministerio – y de los jóvenes!»
Tras reiterar la importancia de que «todos los sacerdotes perciban la paternal cercanía y amistad del Obispo», el Santo Padre ha puesto de relieve, también, la misión episcopal de ser animadores y guías de los jóvenes, para construir el futuro de las Iglesias particulares. Evocando la reciente Jornada Mundial de la Juventud, de Sydney – que ha destacado que tantos jóvenes están fascinados por el Evangelio y disponibles a comprometerse en la Iglesia – Benedicto XVI ha recordado la necesidad de que los sacerdotes y los educadores sepan transmitir a las nuevas generaciones – junto con el entusiasmo por el don de la vida – el amor a Jesucristo y a la Iglesia.
Antes de concluir su discurso, el Papa ha exhortado a los Obispos a «alentar, entre los jóvenes, en particular a los seminaristas, la conciencia de que el Seminario es el corazón de la diócesis. Sin olvidar proponer a la juventud la elección de una entrega plena a Cristo en la vida sacerdotal y religiosa. Sensibilizando a las familias, a las parroquias, a los institutos de educación, para que ayuden a las nuevas generaciones a buscar y a descubrir el proyecto de Dios sobre sus vidas».