La tempestad calmada
Domingo XII, Ciclo B: «Calla tú, sosiégate; y al instante se calmó el viento y sobrevino una grande bonanza.
El mar es la vorágine del mundo; la nave en que sube Jesús es el árbol de la cruz
San Marcos 4, 35-41
En aquel mismo día, siendo ya tarde, les dijo: «Pasemos a la ribera de enfrente». Y despidiendo al pueblo, estando Jesús como estaba en la barca, se hicieron con El a la vela; y le iban acompañando otros barcos. Levantóse entonces una gran tempestad de viento, que arrojaba las olas en la barca, de manera que ésta se llenaba de agua. Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal. Despiértanle, pues, y le dicen: «¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?» Y El, levantándose, amenazó al viento, y dijo al mar: «Calla tú, sosiégate»; y al instante se calmó el viento y sobrevino una grande bonanza. Entonces les dijo: «¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?» Y quedaron sobrecogidos de grande espanto, diciéndose unos a otros: «¿Quién es Este, a quien aun el viento y la mar prestan obediencia?»
Dice San Juan Crisóstomo (homilia in Matthaeum 28)
“Tomó el Señor a sus discípulos, para que fuesen testigos de los milagros que iba a obrar. Pero fue sólo con ellos, a fin de que nadie viera su poca fe. De aquí que para manifestar que otros remaban aparte, dice: «Y le iban acompañando otros varios barcos». Y para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los llevaba a ellos solos, permitió el peligro en que se vieron, a la vez que les enseñaba con él a resistir varonilmente las tentaciones: «Levantóse entonces una gran tempestad». Con objeto, pues, de que los impresionase más el milagro que iba a obrar, da tiempo al temor entregándose al sueño: «Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal». Si hubiese estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se levantó, o no habrían creído que pudiera hacer tal milagro.”
“De este modo nos manifestaba su humildad, y nos enseñaba una gran sabiduría. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con El, y aunque creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando dormido o descansando. «Despiértanle, pues, y le dicen: ¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?”
Orígenes: «La cosa, en verdad, es admirable y estupenda. El que nunca duerme ni aun dormita, ahora se dice que duerme. Dormía, en verdad, como hombre, pero vigilaba como Dios, manifestando así que tenía verdadero cuerpo humano, que había vestido corruptible. Dormía con el cuerpo, para hacer vigilar a los apóstoles, y para que nunca durmamos nosotros con el alma. Fue tanto lo que los discípulos se aferraron con el miedo, que, casi faltos de razón, se arrojaron sobre El, y en vez de hablarle con modestia y dulzura, le despertaron turbulentamente, como indica el evangelista: Y se acercaron los discípulos a El, y lo despertaron, diciendo: «Señor, sálvanos, que perecemos».
Rábano: El mar es la vorágine del mundo; la nave en que sube Jesús es el árbol de la cruz, con cuyo auxilio los fieles, hendidas las olas del mundo, vienen a la patria celestial como a una playa segura, en la que salta Jesús con todos los suyos. Por ello dice después: «El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Habiendo Jesús subido a la Cruz, se verificó un gran movimiento, porque se agitaron las imaginaciones de sus discípulos, acerca de su pasión y la nave se cubría con las olas, porque toda la fuerza de la persecución se verificó en derredor de la Cruz, cuando sucumbió por la muerte. Por esto se ha dicho: «Mas El dormía». Su dormir es la muerte. Los discípulos despiertan al Salvador, cuando turbados con la muerte, buscan la resurrección a grandes voces, diciendo: «Sálvanos, resucitando, porque perecemos con la turbación de tu muerte». Pero El, resucitando, les reprende la dureza de su corazón, como se lee más adelante. Mandó el Señor a los vientos, porque humilló la soberbia del diablo. Mandó al mar, porque inutilizó la rabia de los judíos, y se verificó una gran calma, porque se tranquilizaron las mentes de los discípulos cuando presenciaron la resurrección.