La doctrina de la Infancia Espiritual. Santa Teresita de Lisieux
Santa Teresita del Niño Jesús: Desde que se me ha concedido a mí comprender el amor del corazón de Jesús, Él ha desterrado todo temor de mi corazón.
El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia y de amor.(Cta. 247).
“Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a ti confiada, acordándome de que ‘no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos’. Te pido, pues, que me cures, que me perdones, y yo, Señor, recordaré que ‘el alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las otras…’ Te ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a tus méritos infinitos. Y te pido, divino Esposo mío, que seas Tú mismo el Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias. En una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la tuya. Y mañana, con la ayuda de tu gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un acto de amor y de renuncia…”
“¡Oh Jesús!, que nunca busque yo, y que nunca encuentre, cosa alguna fuera de ti; que Tú, Jesús, ¡lo seas todo…! Que las cosas de la tierra no lleguen nunca a turbar mi alma, y que nada turbe mi paz. Jesús, no te pido más que la paz, y también el amor, un amor infinito y sin más fronteras que tú mismo, un amor cuyo centro no sea yo sino Tú, Jesús mío. Jesús, que yo muera mártir por ti, con el martirio del corazón o con el del cuerpo, o mejor con los dos…”
Desde que se me ha concedido a mí comprender el amor del corazón de Jesús, Él ha desterrado todo temor de mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia y de amor. Cuando uno arroja sus faltas, con una confianza enteramente filial, en la hoguera devoradora del Amor, ¿cómo no van a ser consumidas para siempre?” (Cta. 247).
“El divino Niño casi siempre está dormido… Sin embargo, los ojitos cerrados de Jesús hablan mucho a mi alma, y, ya que él no me acaricia, yo trato de agradarle. yo sé muy bien que su corazón está siempre en vela, y que en la patria de los cielos se dignará abrir sus divinos ojos…”
“La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor…”
“Dios nunca da deseos que no pueda convertir en realidad…”
“Para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante… Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas…” (Cta. 197).
“Lo que le agrada a Dios en mi pobre alma, lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia… Éste es mi único tesoro…” (Cta. 197).
“He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. ¡Qué pocos corazones encuentra que se entreguen a Él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!…”
“Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre… Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud…”
“Sepamos, pues, hacer prisionero a este Dios que se hace mendigo de nuestro amor. Al decirnos que un solo cabello puede obrar este prodigio, nos está mostrando que… Si hubiera que hacer grandes cosas, ¡cuán dignos de lástima seríamos…! ¡Pero qué dichosos somos, ya que Jesús se deja prendar por las más pequeñas…!” (Cta. 191)
“Jesús te ama con un amor tan grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de felicidad que te causaría la muerte…” (Cta. 145)
“Cuando no siento nada, cuando soy INCAPAZ de orar y de practicar la virtud, entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones, naderías que agradan a Jesús más que el dominio del mundo e incluso que el martirio soportado con generosidad. Por ejemplo, una sonrisa, una palabra amable cuando tendría ganas de callarme o de mostrar un semblante enojado, etc., etc.… (Cta. 143).
“Dice santa Teresa (de Ávila) que es necesario alimentar el amor. Cuando estamos en tinieblas, en sequedades, la leña no se encuentra a nuestro alcanza; pero ¿no tendremos que echar en él al menos unas pajitas? Jesús es lo bastante poderoso para alimentar él solo el fuego; sin embargo, le gusta vernos echar en él algo que lo alimente. Es éste un detalle que le agrada, y entonces echa él al fuego mucha leña. A Él nosotras no le vemos, pero sentimos la fuerza del calor del amor… (Cta. 143).