La afectividad y la sensualidad

La afectividad y la sensualidad

22 de septiembre de 2020 Desactivado Por Regnumdei
Aquél que apenas usa de su entendimiento, apenas puede ser libre, y apenas puede amar de verdad

 
El amor fielmente sostenido por el querer fuerte y constante de la voluntad es el único que puede unir realmente a dos personas, el único que puede hacer coincidentes las voluntades, dando a cada una de ellas la inclinación a querer lo que el otro quiere.
 
 
 
Por José María Iraburu (gratisdate.org)
 
 
 
 
Voy a exponeros aquí verdades que vosotros, en su mayor parte, ya sabéis, porque son de experiencia común. Quizá no las sabríais expresar con exactitud, y quizá no las recordáis con frecuencia. Pero se trata de verdades que, para entender y realizar bien el matrimonio, debéis tener muy en cuenta.
 
 
 
Objetos y personas
 
Los minerales, plantas y animales son criaturas corruptibles, completamente contingentes, que poseen un modo de ser muy limitado, y que desaparecen sin dejar rastro de sí. Pero la persona humana es un ser incorruptible,que tiene una subsistencia necesaria, una calidad única y espiritual, que la alza sobre todos los otros seres creados. ¿Y qué quiero decir aquí al emplear la palabra incorruptible, en un sentido filosófico? Quiero decir, nada más y nada menos, que la persona humana, una vez que comienza a existir, ya nunca saldrá de la existencia: es para siempre, sin fin.
 
 
El hombre, sencillamente, es una persona. Es mucho más que una piedra o un animal: es persona libre, dueña de sí, inviolable. Puede darse, pero no puede ser robada lícitamente. Nadie puede imponerle un acto voluntario, pues éste dejaría de serlo. Sólo libremente puede atravesarse la frontera de su libertad personal.
 
 
Según lo anterior, cosas y animales son objetos, que pueden ser utilizados como instrumentos. Pero la persona humana es un sujeto, con un mundo subjetivo y libre, y nunca puede ser lícitamente empleada como un medio, como un objeto. No es algo meramente, es alguien, y si tratamos a una persona simplemente como un objeto, la ofendemos.
 
 
Una prostituta, por ejemplo, es tomada por el hombre como una mujer-objeto, y es, pues, considerada como una cualquiera, sin corazón ni nombre propios. Es decir, no es tratada como un ser personal, como un ser humano. Ella misma, por dinero, se presta a ese horror. Pero para tratar al ser humano como se merece es preciso tratarlo como persona, y por tanto con amor.
 
 
 
Sensaciones y emociones
 
Las sensaciones son reacciones de los sentidos producidas por el contacto con determinados objetos. Permanecen activas mientras dura el contacto; y cuando éste cesa, perdura la imagen del objeto, aunque tienden a apagarse. «Ojos que no ven, corazón que no siente».
 
 
Las emociones son reacciones sensoriales más profundas, pues mientras la sensación vibra sólo ante las cualidades sensibles del objeto, la emoción es más personal, ya que capta todos los valores a él inherentes; valores, por lo demás, no necesariamente materiales, sino también espirituales, aunque materializados de alguna manera en el objeto -la gracia de movimientos, por ejemplo-. Las emociones son importantes para el nacimiento del amor, y son sin duda más duraderas que las sensaciones.
 
 
 
La sensualidad
 
La sensualidad capta los valores sexuales de otra persona, y por sí misma no se dirige a la persona, sino al cuerpo como posible objeto de placer. Es natural, y por tanto es buena. Se hace mala, sin embargo, cuando la persona, en actos internos o externos, se deja llevar por ella, prescindiendo de la razón y de la voluntad. Ella, la sensualidad, abandonada a sí misma, es absolutamente inestable: se vuelve hacia cualquier objeto posible de goce, y por eso puede destrozar la dignidad personal y hacer mucho daño a otras personas.
 
 
En este sentido el término anglosajón sex-appeal no designa al amor sino como atractivo sexual. Y así expresa una visión deshumanizada del sexo, desvinculada de la persona y del amor, que sólo es suficiente para la sexualidad de los animales: éstos, en efecto, acuden automáticamente a la llamada del sexo (sex-appeal).
 
 
 
La afectividad
 
La afectividad no es por sí misma una tendencia adquisitiva de placer, como la sensualidad, sino que se orienta más bien hacia la admiración, la aproximación, la ternura y el deseo de intimidad. Ocupa suavemente la memoria y la imaginación, al mismo tiempo que atrae la inclinación de la voluntad. Es poco objetiva, y suele idealizar la persona de su admiración, imaginando en ella valores quizá inexistentes, lo que fácilmente conduce a la decepción.
 
 
Tiende la afectivad a manifestarse en miradas, sonrisas y gestos, y puede mantenerse en un plano puramente espiritual, aunque fácilmente se inclina hacia la sensualidad. Suele decirse en esto que,normalmente, la mujer es más afectiva y el hombre más sensual. Lo cual puede ocasionar problemas, cuando la mujer -por una proyección de sí misma- tiende a ver amor afectivo en un hombre que quizá apenas le ofrece sino sensualidad.
 
 
 
La voluntad
 
La libertad del hombre reside en su voluntad. Es precisamente la voluntad de la persona la que elige y quiere, y partiendo de la inteligencia, se dirige inmediatamente a la persona. Por eso aquél que apenas usa de su entendimiento, apenas puede ser libre, y apenas puede amar de verdad, pues está a merced de aquellas vibraciones cambiantes, más pendientes del plano sensible.
 
 
Ya véis, pues, con esto que el amor de la voluntad -personal, consciente y libre- es el único que puede integrar y fijar en un amor pleno todos los impulsos inestables y turbulentos de sensaciones y emociones, sensualidades y afectos, que ahora, de este modo armonizados y profundizados, enriquecen grandemente al enamorado, suscitan en él una alegría desconocida, y despiertan en la persona unas energías y capacidades que muchas veces permanecían, al menos en parte, en estado latente.
 
 
El amor fielmente sostenido por el querer fuerte y constante de la voluntad es el único que puede unir realmente a dos personas, el único que puede hacer coincidentes las voluntades, dando a cada una de ellas la inclinación a querer lo que el otro quiere.
 
 
 
 
Fuente: Matrimonio en Cristo