“¡Santo ya! ¡Santo ya! ¡Santo ya!”
Un grito único, coreado por la gente con un fervor religioso impactante. Millones de personas de todo el planeta, unidas a través de transmisiones televisivas directas y presentes todos los poderosos de la Tierra-jamás visto en la historia de la humanidad–. “Juan Pablo II ahora está en la ventana de la casa del Padre, nos mira y nos bendice”, dijo al concluir su más que sentida homilía el cardenal alemán Joseph Ratzinger. En medio de un larguísimo aplauso, el primero de una ceremonia más que intensa, un Evangelio fue depositado sobre el ataúd abierto para simbolizar que Karol Wojtyla vivió según la palabra de Cristo. Mientras los purpurados ingresaban en el sagrato en procesión, besando el altar, las imágenes de las hojas de las Sagradas Escrituras eran movidas en el sencillísimo ataúd del Papa. Ratzinger, el cardenal que fue el custodio de la ortodoxia católica durante varios años, y que tenía una gran sintonía con el Papa, evocó en su homilía fúnebre las distintas etapas de la vida de Juan Pablo II, un hombre que se entregó hasta el final por la Iglesia Católica. El sermón, interrumpido 13 veces por los aplausos, tuvo como denominador común la palabra «Sígueme», para subrayar cómo Karol Wojtyla siempre aceptó su misión y el diseño divino. «Para todos nosotros es inolvidable cómo en este último domingo de Pascua de su vida el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana de su Palacio Apostólico y por última vez impartió la bendición «urbi et orbi»», dijo. «Eres nuestro ángel»; «Santo ya», eran las palabras que se veían en las pancartas que llevaban los fieles, que también agitaban banderas de muchísimos países del mundo. La emoción de la multitud era perceptible en los más de 200 dignatarios presentes, de vez en cuando enfocados por las cámaras, y por lo tanto visibles en las pantallas gigantes presentes no sólo en la Via de la Conciliazione, sino también en otros 26 puntos de esta ciudad. Al final de la misa -a la cual también asistieron líderes del judaísmo y el islam-, después de que más de 300 sacerdotes dieron la comunión, vino la parte más impactante. Fue cuando tuvo lugar el último saludo al ataúd de ciprés de Karol Wojtyla, que fue bendecido solemnemente, mientras la avalancha de peregrinos volvía a fundirse en un aplauso interminable, acompañado por el campanone de San Pedro que tañía a muerte. «¡Santo ya! ¡Santo ya!», comenzó a corear la multitud, en lágrimas, cuando los «sediari» volvieron a cargar el ataúd, dirigiéndose lentamente hacia la basílica, donde más tarde fue enterrado en las Grutas Vaticanas, en una ceremonia íntima, que no fue televisada. «¡Giovanni Paolo! ¡Giovanni Paolo!», gritaban con su típico cantito de cancha de fútbol cientos de miles de «papa-boys», mientras el cajón desaparecía de las pantallas gigantes.
LAS CIFRAS DEL FUNERAL
17 Monarcas Reyes y príncipes reinantes. Entre ellos, Juan Carlos de España y Carlos de Inglaterra. 57 Jefes de Estado Entre ellos, los de EE.UU., Francia, Irán, Israel, Siria, México, Brasil, Polonia e Italia. 17 Jefes de gobierno Entre ellos, los primeros ministros de España, Inglaterra, Alemania, Canadá y Sri Lanka. 13 Otros funcionarios Entre ellos, el secretario general de las Naciones Unidas y el presidente de la Unión Europea. 142 Líderes religiosos Representantes de grupos católicos y no católicos, del islam, del budismo y del judaísmo. 27 Pantallas Ubicadas en lugares estratégicos de la ciudad, por las que se pudo seguir la ceremonia. 10.000 Agentes Fueron los encargados de la seguridadde los millones de asistentes al funeral de Juan Pablo II. 16 Horas Es el tiempo durante el cual estuvo suspendido el tránsito en la ciudad de Roma.