
Frutos del Espíritu en la Divina Voluntad
“La firmeza, la fidelidad, la inflexibilidad en el bien pueden llamarse virtudes divinas”
Dios confía las cosas más importantes en quien es fiel, en efecto, la Redención se debe a la fidelidad de la Virgen Santísima.
La fidelidad es una calidad importante, porque hace a las
personas fiables.
Jesús sigue diciéndole que a quien vive en Su Querer
pasa lo mismo que al sol…
La fidelidad es una manifestación de un amor auténtico, ardiente y delicado. Es el fruto del espíritu Santo que nos hace constantes y perseverantes en el amor hacia Dios y hacia el prójimo. La fidelidad refuerza nuestra voluntad en cumplir el bien y difundir la luz y el calor. Jesús siempre le pide a Luisa que Le sea fiel, le explica el bien que produce ser fiel y cuidadoso y afirma que la fidelidad y la atención producen la igualdad de los humores en el alma, forman un solo humor y establecen la paz perfecta que hace la criatura dominadora, de manera que haga lo que quiera y llegue donde quiera. Jesús sigue diciéndole que a quien vive en Su Querer pasa lo mismo que al sol, que nunca cambia, su acto es uno solo: irradiar de su esfera luz y calor; no hace una cosa hoy y algo diferente mañana, siempre es fiel y constante en hacer la misma cosa. Pero, mientras su acto es uno, tan pronto como este acto baja y bate la superficie de la tierra, así suceden muchos actos diferentes, innumerables. Si encuentra la flor entornada, con el beso de su luz y calor lo abre, le da el color y el perfume; si encuentra el fruto inmaduro, lo madura y le da la dulzura; si encuentra el campo verde, lo convierte en rubial; si encuentra el aire podrido, con el beso de su luz lo purifica; en conclusión, a todas las cosas les da lo necesario para su existencia en esta tierra, así que el sol con su fidelidad y haciendo siempre la misma cosa, es el cumplimiento de la Divina Voluntad en todas las cosas creadas. Lo mismo ocurre con el alma fiel y cuidadosa, en la Divina Voluntad uno es su acto, pero los efectos son innumerables.
La fidelidad es una calidad importante, porque hace a las personas fiables. Existen varias maneras de poner en práctica la fidelidad: cumpliendo los deberes pequeños, manteniendo las promesas hechas, manteniendo su propia palabra y los compromisos contraídos, pagando las deudas, observando la puntualidad, administrando fielmente todo lo que Dios nos ha dado: la vida, la salud, el tiempo, el cuerpo, los recursos. Cada exceso daña estas cosas que pertenecen a Él y denota infidelidad. Dios premia quien es fiel, tal como premió a Abraham. Luisa se pregunta por qué de Adán sólo se dice que fue el primer hombre creado por Dios, que pecó y echó la familia humana en el laberinto de todos los males y luego, no se dice nada más de él, de todos los años que vivió, se cae en el olvido, en cambio se habla de Abraham con tanta gloria y honor, y Jesús le habla de la diferencia entre la prueba de Adán y la de Abraham y luego le explica que Dios, según las disposiciones de Su sabiduría infinita, cuando le pide a la criatura un pequeño sacrificio para su bien y ella, ingrata, lo rechaza, ya no quiere volver a confiar en ella, interrumpe sus proyectos de elevarla a cosas más grandes y la deja como una criatura olvidada que nadie señala, ni para las obras grandes, ni para heroísmo, ni para Dios, ni para si misma, ni para los pueblos. Jesús añade que de Adán quiso el pequeño sacrificio de privarse de un fruto y no Le fue concedido, por eso no pudo seguir confiar en él y pedirle un sacrificio más grande. En cambio, a Abraham no le pidió un fruto como sacrificio, sino que antes le pidió que se fuese en una tierra extranjera, donde no había nacido y Abraham Le obedeció sin demora y luego Dios quiso confiar más en el, hizo que sus gracias abundasen y le pidió el sacrificio de su único hijo, que amaba más que sí mismo, y él sin demora decidió sacrificarlo. Con esto Dios entendió que podía confiar en él, podía confiar todo a él. Se puede decir que fue el primer reparador a quien se confiaba el cetro del futuro Mesías, por eso fue elevado a jefe de las generaciones con gran honor de Dios, de sí mismo y de los pueblos. Jesús sigue diciendo que Dios suele pedir antes sacrificios pequeños: que el alma renuncie a un placer, a un deseo, a un interés pequeño, a una vanidad, que se despegue de algo que le parece que no pueda hacer daño. Estas pruebas pequeñas sirven de apoyo para poner el gran capital de la Gracia divina, para predisponerla a aceptar sacrificios mayores. Y cuando el alma es fiel en las pruebas pequeñas, entonces Dios hace que abunden las Gracias y pide sacrificios mayores, para abundar aún más en dar y convertirlos en portentos de santidad: “El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho” (Lc 16,10). Siempre Jesús, Maestro incomparable, sigue subrayando la necesidad de la prueba y afirma que no hay seguridad sin una prueba y cuando el alma resiste a la prueba, recibe la confirmación de los proyectos de Dios y todo lo que le necesita y conviene, para desarrollar el estado al que fue llamada. Por eso Dios quiso poner a prueba a Adán, para confirmar su estado feliz y el derecho de rey en toda la Creación, y ya que no fue fiel en la prueba, para justicia no podía recibir la confirmación de los bienes que quería darle su Creador. En la prueba, el hombre adquiere el sello de la fidelidad, que le da el derecho de recibir los bienes que Dios había establecido darle en el estado en el que el alma fue llamada por Él. Quien no está puesto a prueba, se puede decir que no tiene ningún valor, ni delante de Dios, ni delante de los hombres, ni delante de sí mismo. Dios no puede confiar en un hombre sin una prueba, él mismo, o sea el hombre, no sabe la fuerza que posee. Dios, entonces, premia quien es fiel. Sus ojos están en las personas fieles y promete tenerlas cerca de Él. Salmo 101:6 Pongo mis ojos en las personas leales para que estén cerca de mí. Dios siempre recompensa quien es fiel, sólo en ellos confía Sus cosas y promete bendecir quien es fiel (Pr 28,20). El hombre fiel siempre será colmado de bendiciones, el que quiere hacerse rico de golpe no quedará impune. ¿Pero, cómo se puede ser fieles? Ante todo partiendo de la certeza que Dios nos da su fuerza, porque él es fiel. Jesús sigue hablando a Luisa de la fidelidad de Dios, de Su inmutabilidad. En Dios todo es firmeza, equilibrio perfecto, inmutabilidad que no está sujeta a cambios, ni puede mudarse. Toda la Creación dice e revela el Ser Divino, Su firmeza en las obras, Su equilibrio universal en todas las cosas, y no importa las cosas que puedan pasar, agradables o desagradables, la inmutabilidad de Dios siempre está en su lugar de honor.
Dios confía las cosas más importantes en quien es fiel, en efecto, la Redención se debe a la fidelidad de la Virgen Santísima. Jesús siempre le habla a Luisa de esta criatura Excelsa que no le negó nada y nunca se echó atrás a cualquier sacrificio. Con su firmeza en pedir la Redención sin nunca vacilar, con su fidelidad sin nunca cansarse y con su amor ardiente y fuerte sin nunca pararse, formó vínculos tan grandes entre Cielo y tierra, adquirió tal ascendencia, tal dominio en su Creador, que se hizo digna de hacer bajar la Palabra Divina en la tierra. Dios no tuvo la fuerza de negarse a una fidelidad nunca interrumpida y a la misma Voluntad Divina que tenía su reino en su Virgen Corazón. Su fidelidad fue la dulce cadena que robó a Dios y lo robó del Cielo en la tierra. La firmeza, la fidelidad, la inflexibilidad en el bien y en pedir el bien, se pueden entonces llamar virtudes divinas, y no humanas. Así en el reino de la Divina Voluntad, Dios quiere encontrar un alma fiel que con la dulce cadena de su fidelidad ligue a Dios, que, de esta manera, podrá encontrar en ella Su firmeza, el apoyo necesario para poder cerrar en ella el gran bien que ella pide. Cuando Dios encuentra a la criatura fiel, echa el germen que poco a poco germina y produce otros gérmenes que se difunden. El agricultor, si tiene el bien de poseer un solo germen, que puede constituir su fortuna, lo siembra en su campo, y ese germen al germinar, puede producir diez, veinte, treinta gérmenes, el agricultor ya no siembra sólo un germen, sino todos los que recogió y los siembra para poder llenar todo su campo y llega hasta poder darles a los demás el germen de su fortuna. Dios puede hacer mucho más, Agricultor Celestial, cuando encuentra a una criatura que ha preparado el terreno del alma, donde puede echar el germen de Sus obras; ese germen germinará y poco a poco seguirá su camino, se dará a conocer, amar y desear por pocos y, luego, por muchos, para que sea sembrado en el fondo de las almas el germen Celestial de la Divina Voluntad.
Ser personas “dignas de fe” es lo que más revela nuestra comunión con Dios y los demás. El Señor derrame sobre nosotros la abundancia de su Espíritu, para que nuestro vivir, nuestra fidelidad sea el resultado del esfuerzo de imitar a Jesús. No hay otro camino para ser fieles.
Tonia Abbattista
Fuente: Luisapicarretaoficial.org