Evangelio Diario y Meditación
El que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos
+Santo Evangelio:
Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?».
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.»
+Meditación:
Homilía del Papa Francisco
Cuando nosotros estamos en tentación, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos, no entendemos, porque la tentación nos cierra, nos quita cualquier capacidad de previsión, nos cierra cualquier horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos en tentación, solamente la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar la Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está dispuesto a enseñarnos como salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza.
Esta confianza es una fuerza grande, cuando estamos en tentación: el Señor nos espera, se fía de nosotros así, tentados, pecadores, siempre abre horizontes. Y viceversa, el diablo con la tentación cierra, cierra, cierra. (Cf. S.S. Francisco, 18 de febrero de 2014, homilía en Santa Marta)
San Alberto Magno (c. 1200-1280) dominico
Sermón para la fiesta de San Miguel
“Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial.” Con estas palabras Cristo nos ha dicho más o menos lo siguiente: Estad atentos, cuidado con despreciar a los hombres sencillos, pobres y débiles. Yo los tengo en muy gran estima, hasta tal punto que, para guardarlos de todo mal, he puesto mis ángeles a su servicio. Y ¡qué ángeles! No penséis que se puedan comparar con simples “pinches de cocina”. No, son igual a los oficiales de mi palacio, porque “contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial.” …
Los ángeles contemplan el rostro de Dios por varias razones. La primera, porque ellos ofrecen y presentan a Dios las buenas obras de los hombres. De ellos tenemos un testimonio en las palabras que Rafael dirige a Tobías: “He presentado tu oración al Señor.” (cf Tb 12,12) También leemos en el Apocalipsis: “Otro ángel vino y se colocó junto al altar con un incensario de oro. Le dieron gran cantidad de perfumes para que, junto con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro que es
tá delante del trono.” (Ap 8,3) Fijémonos que el altar es el corazón del hombre fiel a Dios. Delante de este altar están los ángeles. Su incensario representa los sentimientos de alegría con los que recogen los pensamientos, las oraciones, las palabras y las acciones de los hombres, para ofrecerlos, encendidos en el fuego de la caridad, sobre el altar de oro que se encuentra delante del trono de Dios. Y la ofrenda sube hasta el Hijo que está en el seno del Padre. Por consiguiente, sería bueno que tuviéramos siempre algún don para depositar en el incensario de los ángeles.
+Comunión Espiritual:
De santa Margarita Mª Alacoque
“Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia. ¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?
Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies? ¡Bondad inconcebible!
¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?
¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!v¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!
Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito
¿cómo puedo no desear poseerte? Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.
Ven, ven, divino Sol mío. Ven, Médico caritativo de mi alma. Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno, el más dulce y más amable de todos los amigos, Ven a mi corazón.”