Evangelio diario y Meditación
¿Cuál será la señal de que va a suceder?
Evangelio Diario y Meditación
+Santo Evangelio:
Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».
+Meditación:
San Cirilo
Se vuelve hacia ellos, porque rechazando a los judíos, sordos, que llevaban la ceguera en la inteligencia y no querían ver, se daba todo entero a los que le amaban. Y llama bienaventurados los ojos que ven lo que ellos veían antes que otros. Debe advertirse que ver no representa exclusivamente la acción de los ojos, sino también la recreación de la inteligencia en los beneficios recibidos; como cuando decimos: Este ha visto los buenos tiempos, esto es, se ha alegrado en los bienes de esta vida, según las palabras ( Sal 127,5): «Veas los bienes de Jerusalén». Muchos de los judíos vieron al Señor (con los ojos del cuerpo) hacer milagros y, sin embargo, no a todos convino la beatificación porque no todos creyeron ni vieron su gloria con los ojos del alma. Son, pues, beatificados nuestros ojos en que vemos, por medio de la fe, al divino Verbo hecho hombre por nosotros, imprimiéndonos la hermosura de su divinidad, para hacernos conformes a El por medio de la santificación y de la justicia.
+Comunión Espiritual:
De Santa Margarita María Alacoque: “Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.