Evangelio Diario y Meditación

Evangelio Diario y Meditación

7 de noviembre de 2016 Desactivado Por Regnumdei

«¿Qué quieres que haga por ti?». «Señor, que yo vea otra vez”.

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 18,35-43. 

Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 

Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 

Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 

El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». 

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». 

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 

«¿Qué quieres que haga por ti?». «Señor, que yo vea otra vez». 

Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado». 

En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. 

+Meditación:

San Cirilo

El pueblo que rodeaba al Salvador era numeroso y el ciego en realidad no lo conocía. Sin embargo, sentía afecto hacia El y con este afecto suplía lo que le faltaba de vista. Por esto sigue: «Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello». Y los que tenían vista le contestaban conforme a la opinión (común) 1. Sigue pues: «Le dijeron que pasaba Jesús Nazareno». Pero el ciego proclamaba la verdad. Se le enseña una cosa y predica otra; porque sigue: «Y dijo a voces: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí». ¿Pero quién te ha enseñado esto? ¿Acaso has podido leer los libros sagrados careciendo de vista? ¿Cómo has conocido la luz del mundo? En verdad Dios ilumina a los ciegos ( Sal 145).

Educado en el judaísmo, no desconocía que Dios había de nacer, según la carne, de la estirpe de David. Por eso le habla como a Dios diciéndole: «Compadécete de mí». Imiten a éste los que ven en Jesucristo dos personas 2, porque habla a Cristo como a Dios y lo llama hijo de David. Admírense de la fidelidad de su confesión, porque algunos querían impedirle que confesase su fe. Prosigue: «Y los que iban delante le reñían para que callase». Pero no se acobardaba su audacia por esto, porque sabía que la fe lucha y t
riunfa de todos los obstáculos. Es muy conveniente, por lo tanto, dejar todo miramiento por servir a Dios. Porque si hay algunos que por causa del dinero no tienen vergüenza, ¿no estaría bien tener también una sana desvergüenza cuando se trata de la salvación del alma? Por esto sigue: «Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí». Cristo se detiene a la voz del que lo llama con fe y echa una mirada sobre los que lo invocan. Así, llama al ciego y le manda que se aproxime. Por esto sigue: «Y Jesús, parándose, mandó que le trajesen», con el fin de que quien primero le había tocado por la fe se acercase con el cuerpo. El Señor pregunta al ciego cuando se hubo aproximado; prosigue: «Y cuando estuvo cerca le preguntó: ¿Qué quieres que te haga?» Le pregunta como misericordioso y no como ignorante para que conociesen todos los que estaban presentes que el ciego no pedía dinero, sino la gracia divina como a Dios; y prosigue: «Y él le respondió: Señor, que vea».

“Señor, que vea”

(Santa Teresa Benedicta de la Cruz)

A menudo parecía que mis fuerzas me querían abandonar. 

Más todavía, desesperaba de no ver la luz. 

Pero entonces, cuando mi corazón estaba sumido en el dolor, 

una estrella brillante se levantaba en mi interior. 

Me conducía, yo la seguía, 

en un primer momento dudando, luego con toda seguridad… 

Tenía que disimular lo que vivía en el más profundo hondón de mi alma; 

ahora lo puedo proclamar en voz alta: 

«creo, confieso»… 

Señor ¿es posible que se pueda renacer a una vida nueva 

después de haber pasado ya la mitad de mis años? (cf Jn 3,4) 

Tú lo dices, y en mí se ha verificado tu palabra. 

El peso de una larga vida de faltas y sufrimientos 

ha caído de mis hombros. 

Ah! Ningún corazón es capaz de comprender 

lo que tú reservas para los que te aman. 

Ahora que te he alcanzado, ya no te dejaré (cf Cant 3,4). 

Sea cual fuere el camino que tomará mi vida, 

tú estás conmigo (cf. Sal.
22) 

Nada me podrá ya separar de tu amor (cf. Rm 8,39).

+Comunión Espiritual:

De Santa Margarita María Alacoque:  “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.