Evangelio Diario y Meditación

Evangelio Diario y Meditación

27 de octubre de 2016 Desactivado Por Regnumdei

«Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 15,1-10. 

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 

Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». 

Jesús les dijo entonces esta parábola: 

«Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? 

Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, 

y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido». 

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». 

Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? 

Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido». 

Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte». 

+Meditación:

San Gregorio, in Evang hom. 34

Por esta razón se deduce que la verdadera justicia tiene compasión y la falsa justicia desdén, aun cuando los justos suelen indignarse con razón por los pecadores. Pero una cosa es la que se hace con apariencia de soberbia y otra la que se hace por celo a la disciplina. Porque los justos, aunque exteriormente exageran sus reprensiones por la disciplina, sin embargo, interiormente conservan la dulzura de la caridad y, por lo general, prefieren en su ánimo a aquellos a quienes corrigen, que a sí mismos. Obrando así mantienen a sus súbditos en la disciplina y a la vez se mantienen ellos en la humildad. Por el contrario, los que acostumbran a ensoberbecerse por la falsa justicia, desprecian a todos los demás, sin tener ninguna misericordia de los que están enfermos y, porque se creen sin pecado, vienen a ser más pecadores. De este número eran los fariseos, quienes cuando censuraban al Señor porque recibía a los pecadores, reprendían con un corazón seco al que es la fuente misma de la caridad. Pero como estaban enfermos o ignoraban que lo estaban, el médico celestial usa con ellos, hasta que conociesen su estado, de remedios suaves. Sigue, pues: «Y les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros es el hombre que teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve y va a buscarla?» Propuso esta semejanza que todo hombre puede comprender y, sin embargo, se refiere al Creador de los hombres. Porque ciento es un número perfecto y El tuvo cien ovejas porque poseyó la naturaleza de los santos ángeles y de los hombres. Por esto, sigue: «Que tiene cien ovejas”.

Se perd
ió una oveja cuando el hombre abandonó, por el pecado, los pastos de la vida. Se quedan las otras noventa y nueve en el desierto. Porque el número de las criaturas racionales (esto es, de los ángeles y de los hombres), que ha sido creado para ver a Dios, queda disminuido con la pérdida del hombre. Por esto sigue: «¿No deja las noventa y nueve en el desierto?» Esto es, porque había dejado los coros de los ángeles en el cielo. El hombre abandonó el cielo cuando pecó. Y para que se completase el número de las ovejas en el cielo, era buscado el hombre, perdido en la tierra. Por esto prosigue: «Y va a buscar la que se había perdido».

Puso la oveja sobre sus hombros porque, habiendo tomado la naturaleza humana, llevó sobre sí todos nuestros pecados ( Is 53). Habiendo encontrado la oveja, vuelve a su casa. Porque nuestro pastor, una vez redimida la humanidad, vuelve al reino de los cielos. Por esto sigue: «Y viniendo a casa, llama a sus amigos y vecinos diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido». Llama amigos y vecinos a los coros de los ángeles. Estos son amigos suyos, porque constantemente cumplen su voluntad sin cesar. También son vecinos suyos, porque gozan a su lado de la claridad de su presencia.

Declara el Señor que habrá más alegría en el cielo por la conversión de los pecadores que por la perseverancia de los justos. Porque todos aquellos que no viven bajo el yugo del pecado, están siempre en el camino de la justicia, pero no anhelan con afán la patria celestial. Y la mayor parte andan perezosos en las prácticas de las buenas obras, porque se creen seguros por no haber cometido las culpas más graves. Por el contrario, aquellos que recuerdan haber cometido faltas, afligidos por su dolor, se enardecen en el amor de Dios. Y como ven que han obrado mal respecto del Señor, recompensan los males primeros con los méritos que les siguen. Por tanto, hay mayor alegría en el cielo. Como sucede en las batallas que el capitán ama más a aquel soldado que después de haber huido vuelve y combate con más ardor al enemigo, que a aquel que nunca ha vuelto las espaldas, pero que nunca ha peleado con ardor. Así, el labrador estima más aquella tierra que después de abrojos produce óptimos frutos, que aquella que nunca produce ni espinas ni fruto abundante. Pero entre estas cosas debe tenerse en cuenta que hay muchos justos cuya vida causa tanta alegría que no puede preferirse a ella ninguna penitencia. De aquí debe deducirse que el Señor goza mucho cuando el justo llora humildemente, puesto que le llena de alegría que el pecador condene el mal que ha hecho por la penitencia.

+Comunión Espiritual:

De Santa Margarita María Alacoque

 “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.