Eucaristía y Espíritu Santo

9 de junio de 2012 Desactivado Por Regnumdei
El Hijo de Dios comienza su andadura humana concebido por el Espíritu Santo en el seno de María Virgen. La continúa proclamando el reino, con la fuerza del Espíritu y sus carismas: “El reino de Dios está cerca; convertios y creed el evangelio” (Mc 1,15). La consume ofreciéndose en la cruz movido y sostenido por “el Espíritu eterno” (Hb 9,14). Y la corona, resucitado, lleno de poder y gloria, derramando su Espíritu sobre la Iglesia y el mundo (Pentecostés). En la encarnación el Espíritu nos da Jesús. En la resurrección Jesús nos da el Espíritu.
La eucaristía perpetúa y condensa la obra de Dios entre nosotros. Todo comienza con una nueva forma de la encarnación: el Hijo de Dios viene de nuevo a nosotros cuando el pan y el vino se convierten en su presencia real. En cierto momento de la misa se invoca al Espíritu Santo sobre el pan y vino (epíclesis): “Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros cuerpo y sangre de Jesucristo, nuestro Señor”.
Luego vienen las palabras de la consagración. El sacerdote presta su voz a Cristo, que dice: “Esto es mi cuerpo…”Y el Espíritu Santo, que formó el cuerpo de Cristo en el seno de María; el Espíritu que en el sepulcro comunicó la vida de Dios al cuerpo inerte de Jesús, actúa ahora sobre el pan y el vino y los transforma en cuerpo y sangre del divino Redentor. Ya lo había anunciado Jesús en su sermón sobre la eucaristía: “El Espíritu es el que da la vida” (Jn 6,63). Como en la encarnación, así en la consagración el Espíritu nos da Jesús. Y como en Pentecostés, así en la comunión, junto con su cuerpo y sangre, Jesús nos da el Espíritu Santo.
Juan Pablo II: “Por la comunión de su cuerpo y su sangre, Cristo nos comunica también su Espíritu.
Escribe san Efrén: Llamó al pan su cuerpo viviente, lo llenó de sí mismo y de su Espíritu, y quien lo come con fe come Fuego y Espíritu… La Iglesia pide este Don divino, raíz de todos los otros dones, en la epíclesis eucarística” (Ecclesia de eucharistia N.17)
El cuerpo místico fruto del Espíritu y la eucaristía
La eucaristía fue instituida por Cristo para sellar y alimentar la más estrecha comunión entre sus discípulos. En una nueva epíclesis sobre el pueblo, antes de la comunión se ora: “Fortalecidos con el cuerpo y la sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda permanente…”
“Todos nosotros fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo” (1Co 12,12s). En el bautismo el Espíritu Santo nos hizo miembros vivos del cuerpo místico de Cristo. Al recibir el cuerpo eucarístico del Señor, el Espíritu Santo nos va fusionando con Cristo en su cuerpo místico: “Puesto que sólo hay un pan, todos los que participamos del mismo pan formamos un solo cuerpo” (1Co 10,17)