
España buscó a los indígenas traídos a la fuerza para devolverlos a América
Huelva acoge un congreso sobre el Descubrimiento que confirma la protección de la corona española hacia los nativos americanos.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo – Alfa y Omega
La Universidad de Huelva y la Asociación de Estudios Iberoamericanos y Colombinos de la Rábida organizan este fin de semana el Congreso Internacional Conmemorativo del Descubrimiento de América. Según los organizadores, el objetivo es «ofrecer una visión alternativa a la tradicional leyenda negra», poniendo el foco en «la cooperación, la colaboración y el apoyo mutuo entre España y América, desde 1492 hasta nuestros días». La profesora Adelaida Sagarra, de la Universidad de Burgos, ha hablado sobre La monarquía española y la protección jurídica de los indígenas en el siglo XVI.
—Al principio del Descubrimiento, ¿cómo se recibieron en la corte las noticias que iban llegando de América, sobre todo en lo relativo a esas nuevas gentes?
—La verdad es que cuando Colón vuelve del primer viaje a Barcelona, donde en ese momento está la corte, lleva un grupo de seis o siete hombres y mujeres taínos de la isla La Española. Así que esa primera impresión fue directa: los reyes los ven, los tienen delante. También pudieron acceder al diario de Colón, qué él les dejó para conocer sus descripciones de los indígenas y su cultura. En el segundo viaje les fueron llegando también otras cartas, y entonces, poco a poco, a través de testimonios escritos, y después inmediatamente cuando empiezan a llegar denuncias, los reyes se van haciendo cargo de que tienen que saber quiénes son los naturales, si son o no son personas.
—¿De verdad se dudaba acerca de si eran seres humanos o no?
—Así es. Hay que tener en cuenta que la poligamia, la idolatría, la antropofagia, el ir prácticamente desnudos…, eso de entrada a los españoles les transmitía esa duda de si su naturaleza era exactamente humana o no. Indudablemente, en cuanto se ponen a pensar en el asunto, se resuelve que obviamente son personas.
—¿Costó mucho dar ese paso?
—No, no costó, teniendo en cuenta la velocidad de finales del XV. Las primeras noticias llegaron en 1493, después llegaron los primeros informes, y se empezaron a traer algunos indígenas esclavos a Castilla. Los expertos de Salamanca, a los que la reina Isabel recurre para que den su opinión ponderada desde el punto de vista filosófico, ontológico y teológico, obviamente lo tienen muy claro: tienen alma, son personas. Y, a partir de 1500, la monarquía empieza a ver que tiene que ejercer una línea de protección sobre estos súbditos.
—¿Algún ejemplo?
—En 1500-1501 se lleva a cabo una operación para buscar a todos aquellos indios que habían sido vendidos o regalados al principio. A los que se pudo encontrar se los devolvió a su tierra original, a las Antillas. Probablemente fueron muchos menos que los que llegaron, pero es cierto que con ese gesto la reina quiso dejar muy clara cuál era la posición de la Corona.
De hecho, ya antes, cuando Cristóbal Colón quiso hacer negocio vendiendo a los indios como esclavos, la reina se enfrentó seriamente a él y le reprendió. Eran personas y no concebía que alguien quisiera vender a sus súbditos.
—Esta consideración de la monarquía favorable a los indígenas, ¿se tenía en cuenta también en América? Porque quedaba muy lejos…
—Indudablemente, aunque los indígenas no eran esclavos, los castellanos empezaron a utilizarlos como fuerza de trabajo. Hubo violencia, por supuesto, e injusticias, por supuesto. Pero la Corona hizo lo que creyó conveniente, aunque fuera desde muy lejos. La cuestión quedó en la conciencia de cada persona que estaba allí.
—¿Cómo continuó este asunto con los reyes posteriores?
—Hubo un momento en el que Carlos I decidió detener la conquista en espera de ver qué estaba ocurriendo. Estaban los pronunciamientos de Cisneros, de Bartolomé de las Casas, que condujeron a la Controversia de Valladolid, que actualizó las Leyes de Indias en beneficio de los nativos. Más tarde, en 1573 Felipe II legal y positivamente declaró que la conquista había terminado y que a partir de ese momento las expediciones tenían que ser de poblamiento.
—¿Se puede decir que este episodio de la historia es un hito en la formulación posterior de los derechos humanos?
—Sí en el sentido de que todo esto desemboca en la idea de que ser persona exige libertad, igualdad, derechos y deberes. Pero toda esta legislación en realidad se hizo para proteger a un colectivo concreto como el de los indígenas. Los derechos humanos son universales, y es verdad que hay una relación, pero estos son unos primeros pasos, indudablemente.