Ante todo, los Pastores deben ser santos

Ante todo, los Pastores deben ser santos

7 de marzo de 2017 Desactivado Por Regnumdei

San Pío X: Fomentar, todo lo que podamos y con todas nuestras fuerzas, la vida sobrenatural en todos los ordenes de la sociedad humana, desde el mas humilde trabajador que con sudor gana cada día su pan, hasta los mas poderosos rectores de la tierra.

En primer lugar, pidiendo a Dios misericordia -con la oración privada y publica- para que nos conceda su poderoso auxilio, con la misma voz con que clamaban los Apostoles, zarandeados por la tempestad: Señor, salvanos, que perecemos (Mt 8,25).

De la Encíclica IUCUNDA SANE de San Pío X

Sobre la responsabilidad de quienes gobiernan la Iglesi

Nos viene a la memoria, Venerables Hermanos, el gozoso recuerdo de aquel grande e incomparable varón (1), el Pontifice Gregorio, primero que utilizo ese nombre, del que vamos a celebrar el décimo tercer centenario de su muerte. No sin una especial providencia de Dios, que da la muerte y la vida…, que humilla y ensalza (1S 2,6-7), hemos de volver los ojos a este santo e ilustre predecesor, ornato y gala de la Iglesia, para que, también vosotros, Venerables Hermanos, llamados a participar en Nuestro apostolado, y todos los fieles que nos han sido encomendados, saquemos adelante cumplidamente nuestra mision, a pesar de las innumerables preocupaciones de Nuestro ministerio apostolico, en medio de tantas y tan profundas ansiedades en que hemos de gobernar la Iglesia universal y de las inquietudes que nos agobian. El animo ciertamente se eleva para tener confianza en su poderosa intercesión ante Dios, y es un gozo recordar todo lo que dispuso con sublime magisterio y lo que tan santamente realizo. Porque si con su firme gobierno y con la fecundidad de sus virtudes dejo en la Iglesia una huella tan amplia, tan profunda, tan clara que merecio ser llamado el Grande por sus contemporaneos y por la posteridad -y aun hoy, a pesar del tiempo transcurrido, es actual la alabanza escrita en su sepulcro: vivio siempre lleno de bondades (3)-, no podemos menos que seguir su admirabIe ejemplo y, con la ayuda de Dios y a pesar de la fragilidad humana, cumplir con nuestros deberes.

¡Este cambio es obra de la diestra del Altisimo!  Y es justo afirmar que Gregorio Tuvo el firme convencimiento de que era la mano de Dios la que habia hecho aquello. Con las siguientes palabras sobre la conversión de Bretana – que pueden aplicarse a todo cuanto hizo durante su ministerio apostolico-, se dirige al santo monje Agustin: ¿De quién es obra esto, sino del que dijo: mi Padre sigue actuando, y yo también actuo? (Jn 5,17). Para demostrar que la conversión del mundo no se debe a la sabiduria humana, sino a Su poder, eligio como predicadores a los ignorantes, enviandolos al mundo; lo mismo ha ocurrido con el pueblo inglés, porque se ha dignado hacer cosas grandes por medio de los débiles (11). No se Nos oculta todo lo que el Santo Pontifice, lleno de humildad, no queria atribuirse: su pericia para resolver los asuntos, su habilidad para llevar a feliz término lo que habia empezado; su admirable prudencia en las decisiones, su diligente vigilancia y su constante celo. Y también es evidente que no apetecio la fuerza y el poder, como los reyes de este mundo, quien -ocupando la mas encumbrada dignidad pontificia-, quiso ser el primero en llamarse «Siervo de los siervos de Dios»; no saco adelante su carga solo con ciencia humana o con persuasivas palabras de humana sabiduria (1Co 2,4); su prudencia no se apoyo en puntos de vista mundanos; tampoco se dedico a estudiar con prolongado detenimiento los medios de mejorar la sociedad, para ponerlos luego en practica; finalmente, es admirable que todo eso no respondio aun plan preconcebido que él se hubiese propuesto desarrollar paulatinamente en su ministerio apostolico; por el contrario, como es sabido, tenia la idea fija de que el fin del mundo estaba proximo, y que le quedaba poco tiempo para hacer algo importante. Siendo su cuerpo flaco y débil, aquejado de constantes enfermedades, con frecuencia al borde de la muerte, tenia una increible fuerza de espiritu, a la que continuamente proporcionaba nuevo aliento su fe viva en la palabra segura de Cristo y en sus divinas promesas. También confio plenamente en el poder divino entregado a la Iglesia, para poder cumplir bien su ministerio la tierra.

Como lo demuestra todo lo que dijo e hizo, durante toda su vida se propuso fomentar en si mismo esa fe y esa confianza, despertandolas con fuerza en los demas; y mientras le llegaba su ultimo dia, procuro hacer siempre lo mejor, en todo lo posible. De ahi la firme decisión de este santo de hacer llegar, para la salvación de todos, la abundancia de dones celestiales, con que Dios enriquecio a la Iglesia: la certisima verdad de la doctrina revelada, y su eficaz predicacion, como esta demostrado; los sacramentos, que tienen el poder de infundir o aumentar la vida del alma; y, por ultimo, con el favor del auxilio divino, la gracia de la oración hecha en nombre de Cristo.

Por todo esto, comprenderéis facilmente, VenerabIes Hermanos, hasta qué punto nos acucia a cada uno de nosotros la necesidad de fomentar, todo lo que podamos y con todas nuestras fuerzas, la vida sobrenatural en todos los ordenes de la sociedad humana, desde el mas humilde trabajador que con sudor gana cada dia su pan, hasta los mas poderosos rectores de la tierra. En primer lugar, pidiendo a Dios misericordia -con la oración privada y publica- para que nos conceda su poderoso auxilio, con la misma voz con que clamaban los Apostoles, zarandeados por la tempestad: Señor, salvanos, que perecemos (Mt 8,25).

Pero aun esto es poco. Gregorio culpaba al obispo que, apartandose del amor divino y de la oracion, no acudia al campo de batalla para defender decididamente la causa del Señor: Lleva inutilmente el nombre de obispo (32), decia con razon. Hay que iluminar las inteligencias predicando constantemente la verdad, y refutando las malas teorias con una verdadera y solida ciencia filosofica y teologica, y con todos los auxilios que proceden del genuino progreso de la investigación historica. Ademas conviene que se hagan llegar a todos las enseñanzas morales de Cristo, para que aprendan a ser duenos de si mismos, a dominar las pasiones, a reprimir la orgullosa soberbia, a obedecer a la autoridad, a vivir la justicia, a ser caritativos con todos, a mitigar con amor cristiano los odios que hay en la sociedad entre los de fortuna desigual, de modo que todos se conformen con lo que la Providencia les haya dado, y procuren mejorar cumpliendo bien su trabajo; y, sin abismarse en los bienes de la tierra, pongan su esperanza en los bienes sempiternos de la vida futura. Sobre todo, debe procurarse que estas ideas se inculquen y se asienten en el alma de modo que sean mas profundas las raices de una verdadera y solida piedad, y que cada uno cumpla sus deberes de hombre y de cristiano no de palabra, sino de verdad, y tenga una confianza filial en la Iglesia y sus ministros, pidiéndoles el perdón de los pecados; robustecidos con la gracia de los Sacramentos, acomodaran su vida a los preceptos de la ley cristiana.

Estas obligaciones del sagrado ministerio deberan es
tar empapadas en el amor de Cristo, con cuya inspiración no habra ningun caido a quien no levan ternos, ni afligido sin consuelo, ni necesidad alguna a la que no acudamos. Debemos vivir tan plenamente esta caridad, que ante ella desaparezcan nuestros problemas personales, olvidando nuestro propio interés y nuestra comodidad, de modo que hechos todo para todos (1Co 9,22), busquemos la salvación de todos, incluso a costa de nuestra vida, imitando el ejemplo de Jesucristo, que decia a los pastores de la Iglesia: el buen pastor da su vida por sus ovejas (Jn 10,11).

En magnificos documentos se recogen los escritos que Gregorio dejo, aunque dio un ejemplo todavia mas valioso con su admirable vida que con sus palabras.

Lo que los Pastores no deben hacer

Por todo esto, que surge necesariamente de los principios de la revelación cristiana y de las intimas obligaciones de nuestro apostolado, ya veis, Venerables Hermanos, cuanto se equivocan los que estiman que seran mas dignos de la Iglesia y trabajaran con mas fruto para la salvación eterna de los hombres si, movidos por una prudencia humana,

In vera distribuyen abundante la mal llamada ciencia, movidos por la vana esperanza de que asi pueden ayudar mejor a los equivocados, cuando en realidad los hacen companeros de su propio descarrio. Pero la verdad es unica y no puede dividirse; permanece eterna, sin doblegarse a los tiempos: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (He 13,8).

También se equivocan por completo los que, dedicandose a hacer el bien, sobre todo en los problemas del pueblo, se preocupan mucho del alimento y del cuidado del cuerpo, y silencian la salvación del alma y las gravisimas obligaciones de la fe cristiana. Tampoco les importa ocultar, como con un velo, algunos de los principales preceptos evangélicos, temiendo que se les haga menos caso, e incluso se les abandone. Al proponer la verdad, sera prudente proceder con tacto; cuando se hayan de tratar asuntos con quienes desprecian nuestras instituciones y viven completamente apartados de Dios, como decia Gregorio, al curar las heridas, es preciso tocarlas antes con mano delicada (36). Pero este procedimiento se quedaria en prudencia de la carne, si se pusiese en practica asi, sin mas; sobre todo, porque daria la impresión de que se tiene en poco a la gracia divina -que no solo se concede a los sacerdotes, sino a todos los fieles de Cristo-, y con la que nuestras palabras y nuestros hechos acaban venciendo toda resistencia. Esta clase de prudencia fue desconocida para Gregorio, tanto en la predicación del evangelio, como en todo lo que admirablemente hizo para remediar las desgracias del projimo. Siempre siguio las huellas de los Apostoles, que al recibir la primera misión de anunciar a Cristo por la tierra, decian: Predicamos a Cristo crucificado, escandalo para los judios, necedad para pus los gentiles (1Co 1,23). Porque si ha existido algun tiempo en que pareciese mas oportuna la prudencia humana, fue aquél., sin duda, ya que los animos no estaban preparados para recibir una doctrina nueva que contrastaba con las ambiciones generales, y tan opuesta a la magnifica cultura de los griegos y los romanos. Sin embargo, los Apostoles no hicierón caso de esa prudencia, porque conocian bien los designios divinos: Dios quiso salvar a los creyentes por la necedad de la predicación (1Co 1,21). Esa necedad, como siempre, también ahora es poder de Dios para tus los que se salvan, es decir, para nosotros (1Co 1,18). Como antes, también contaremos con armas poderosas en el escandalo de la cruz; como entonces, también en adelante venceremos con este signo.

Ante todo, los Pastores deben ser santos

Sin embargo, Venerables Hermanos, estas armas perderan toda su eficacia, y no serviran de nada si los que las manejan no llevan una vida de intima comunión con Cristo, si no tienen una auténtica y profunda piedad y no arden en deseos de dar gloria a Dios y extender su reino. Consideraba todo esto el Papa Gregorio de tanta importancia que procuraba con delicadeza extrema, al ordenar nuevos sacerdotes y obispos, que todos ellos buscasen solo el honor de Dios y vibrasen en un auténtico celo por las almas. y esta preocupación se refleja en su libro titulado Regula Pastoralis, en el que se dan normas para una adecuada formación del clero y para el gobierno de los obispos; normas no solo validas para su tiempo sino también para esta época nuestra. Ademas, mientras describe con detalle como ha de ser la vida de éstos, como un Argos luminoso, pasea su mirada llena de una honda preocupación pastoral por todo el orbe de la tierra (40), para ver si se ha producido alguna desviación o negligencia en el clero y corregirlas en seguida. El solo pensamiento de que el fango y la corrupción pudiesen penetrar insensiblemente en la vida de los clérigos, le llenaba de terror. Si descubria que algo se habia hecho en contra de la legislación de la Iglesia, se preocupaba muchisimo y no encontraba Sosiego. Entonces se le veia amonestar, corregir, amenazar una y otra vez con penas canonicas a los transgresores de la ley; él, personalmente, imponia a veces estas penas y, a los indignos, sin retrasarlo lo mas minimo ni importarle las habladurias de la gente, quitaba las licencias.

Solia aconsejar cosas que aparecen con frecuencia reflejadas en sus escritos: ¿Como puede interceder por los hombres delante de Dios quien con la dedicación de su propia vida no se muestra consciente de que participa de Su gracia? (41). Si en su conducta se manifiestan las pasiones, ¿con qué atrevimiento se apresura a curar al herido, el que muestra en su rostro las mismas heridas?» (42). ¿Qué frutos podran conseguirse en los fieles, si los pregoneros de su doctrina, niegan con sus vidas lo que enseñan con sus palabras? (43). Ciertamente no tiene fuerza para ayudar en las caidas ajenas, aquel a quien sus mismas faltas tienen hundido (44)4.

Piensa como ha de ser un sacerdote verdaderamente ejemplar y lo describe de esta forma: Muriendo a las pasiones de la carne, vive ya solo para el espiritu; desprecia los halagos del mundo; no teme las contrariedades y solo busca una auténtica vida interior; no le mueve la ambición sino que por el contrario entrega con generosidad todo lo suyo; su corazón esta pronto para perdonar, pero nunca, por una compasi6n mal entendida, falta con su perdón a la verdadera justicia, nunca hace cosas malas, y siente y desagravia por los pecados ajenos como por los suyos propios; sufre con los padecimientos ajenos y goza con las alegrias de los otros como con los suyos; puede servir de modelo para los que le I rodean, porque en toda su conducta no hay nada de qué avergonzarse; desea vivir de tal forma que pueda inundar del frescor de su doctrina incluso los corazones mas aridos de los que con él conviven; y ha aprendido por propia experiencia que por la eperseverancia en la oración puede obtener de Dios lo que le pide (45).

Qué clase de sacerdotes deben ordenar los Obispos

Asi pues, Venerables Hermanos, ¡con cuanta profundidad debe reflexionar el obispo en su interior y en la presencia de Dios antes de imponer las manos a los nuevos sacerdotes! y ni por influencia, ni por suplica alguna -dice Gregorio- se atreva a ordenar a ninguno, sino solo a aquellos que por su fo
rma de vida se hayan mostrado dignos del sacerdocio (46). ¡Cuanta prudencia necesita antes de confiar las tareas pastorales a los recién ordenados sacerdotes! Si no han sido debidamente probados bajo la constante vigilancia de prudentes sacerdotes, si no han demostrado llevar una vida honrada, tener un espiritu piadoso y capacidad de obedecer a todo lo que es enseñanza o experiencia constante de la Iglesia, y de obedecer también a los obispos a los que el Espiritu Santo coloco para gobernar la Iglesia de Dios (Ac 20,28), es de prever que solo se ordenaran sacerdotes no para salvar, sino para perder al pueblo de Dios. Pues no solo sembraran discordias, sino Ique provocaran rebeldias mas o menos escandalosas, presentando ante el pueblo un triste espectaculo, como si hubiera falta de unidad dentro de la misma Iglesia, cuando en realidad todo eso se ha de atribuir, lamentablemente, a la soberbia y a la contumacia de unos pocos. ¡Lejos, muy lejos de todo ministerio deben estar los que provocan las discordias! La Iglesia no necesita de semejantes apostoles y éstos no hacen el apostolado de Jesucristo sino su propio apostolado.

Nos parece tener todavia ante nuestros ojos la figura de Gregorio en el Concilio de obispos del mundo entero celebrado en Letran, en presencia de todo el clero de la Urbe. ¡Con qué fluidez brotarón sus palabras acerca de la misión de los clérigos! ¡Qué amor le consumia! Su discurso cayo sobre los hombres malos como un rayo. Son sus palabras como latigos que hacen reaccionar a los mas pasivos. Son llamas de amor de Dios que consumen suavemente a las almas mas fervorosas. Leedlas a fondo, Venerables Hermanos, y vuestro clero debe leerlas también, meditarlas; de manera especial en los dias, de retiro anual llevad a vuestra oración las palabras de este santo Pontifice (48).

Con gran tristeza se plantea esta cuestión entre otras: El mundo esta lleno de sacerdotes, pero a pesar de eso, en la mies de Dios apenas se encuentran operarios; porque recibimos el orden sacerdotal, pero no cumplimos los deberes que lleva consigo (49). y realmente, ¡cuantos hombres reuniria hoy la Iglesia si pudiese contar con un hombre en cada uno de los sacerdotes! ¡Qué abundancia de frutos para los hombres brotaria de la vida divina de la t Iglesia, si cada uno se dedicase a explicar la verdadera doctrina! Al actuar de esta forma levanto el Papa Gregorio un gran entusiasmo, que no solo duro mientras él vivia, sino que se alargo también a los anos siguientes. y asi, a ese tiempo se le conoce con el nombre «época gregoriana», porque de Gregorio recibio casi todo su impulso: las leyes de gobierno del clero, la institucionalización del estado de perfección y de la vida religiosa, y, por ultimo, la musica sacra y la ordenación del culto.

De San Pio X, Iucunda sane