EL SIGNO DE LA CRUZ

EL SIGNO DE LA CRUZ

31 de marzo de 2022 Desactivado Por Regnumdei

La cruz es la manifestación suprema del amor de Dios que en ella murió para salvarnos.  La cruz es el poder de Dios para vencer el pecado, forma de vida esencial para el verdadero cristiano. 


Por amor, aplicamos el poder de la cruz, crucificando todo pecado y tendencia contraria al amor de Dios.

Los males que se infiltran en la Iglesia y en los corazones son porque no hemos abrazado la cruz. ¡Se quiere un cristianismo sin cruz!
La Cruz es el símbolo primordial de los cristianos y es uno de los pocos símbolos generalmente aceptados por todas las confesiones cristianas.
En el Antiguo Testamento y en toda la cultura religiosa antigua, la cruz es tan solo un instrumento de suplicio, sin ninguna connotación salvífica (Gén 40,19; Deut 21,23; ver Gál 3,13). Pero Dios elige la cruz para que su Hijo Jesucristo muera en ella (Mc 15,13-15.24-37; Mt 27,26.31-50; Lc 23,21-23.26.46; Jn 19,15-30) y mediante su muerte en cruz salve al mundo (Ef 2,16; Col 1,20; Fil 2,8; Heb 12,2; 1 Pe 2,24). A partir de este misterioso designio de Dios (1 Cor 1,23) la cruz, en su sentido físico cuando lo requieran las circunstancias, y siempre en sentido espiritual, se ha convertido en camino inesquivable para alcanzar la salvación (Mc 8,34; Mt 16,24; Lc 9,22; Gál 2,19; 3,1; 6,14; Fil 3,12; ver 1 Cor 2,2).
En la perspectiva del N.T., la cruz nunca es meta final, siempre es camino hacia la vida y tránsito hacia la gloria (Mc 8,31 par; Jn 3,14; 8,28; 12,32; 19,34.37; He 2,23.32; 3,15; 5,30-31; ver Apoc 22,2.14.19).
Durante los tres primeros siglos del cristianismo quizás no se utilizó mucho el signo visible de la cruz entre los cristianos. Hay que entender que la Iglesia era perseguida y la cruz era para la cultura pagana signo de castigo, de derrota y de mal. Por eso los cristianos utilizaban otras figuras como la del Buen Pastor, el pez, el ancla, la paloma,… tal como vemos en las catacumbas de Roma.  Pero sería falso decir que los cristianos de los primeros siglos rechazaban la cruz. Al contrario, la llevaban siempre en su corazón. Ya desde las Sagradas Escrituras era signo primordial del cristiano.
A partir del siglo IV la cruz ha sido el símbolo por excelencia para representar a Cristo y su misterio de Salvación. Desde el sueño del emperador Constantino en el año 312 («con esta señal vencerás»), el cual precedió a su victoria en el puente Milvio, y el descubrimiento de la verdadera Cruz de Cristo, en Jerusalén, por la madre del mismo emperador, Santa Elena, el signo de la cruz se propagó. La Fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, que celebramos el 14 de Septiembre, se conoce ya en Oriente en el siglo V y en Roma al menos desde el siglo VII.
Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la Cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con túnica larga, con corona real: está en la Cruz, pero como vencedor, el Resucitado. Era necesario que fuese así para enseñar que la cruz es la victoria.
En la Edad Media se hizo necesario enseñar mas sobre la humanidad de Cristo y el valor de Su sufrimiento y del nuestro unido a El. Se le representará en su estado de sufrimiento y dolor como lo conocemos hoy día.

La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz nos representa a un Dios trascendente, pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es Juez y Señor, pero a la vez Siervo, que ha querido llegar a la total entrega de sí mismo, como imagen del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua ha dado al mundo la reconciliación y la Nueva Alianza entre la humanidad y Dios.

La Cruz ilumina toda nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria de Cristo, a través de la renuncia a sí mismo, y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para llegar a participar en el cielo de la vida del Resucitado.

La Cruz, que para los Judíos era escándalo y para los griegos necedad (Cf. 1Cor 1,18-23), que escandalizó también a los discípulos de Jesús, se ha convertido en nuestro mejor símbolo de victoria y esperanza, en nuestro más seguro signo de salvación y de gloria.


Padre Jordi Rivero