El Santo Padre se reunió con los Cardenales.
S. S. Benedicto XVI presentó a los Sres. Cardenales su proyecto de un Pontificado «de servicio, con sencillez y disponibilidad, como Jesús que vino a servir, lavó los pies de los Apóstoles y les indicó que hiciesen lo mismo». El nuevo Papa confesó sentir, después de todo lo sucedido, «una necesidad íntima de silencio, una viva gratitud de corazón y un sentimiento de impotencia ante las obligaciones que me esperan». El primer mensaje a sus hermanos cardenales fue una confesión directa y sin retórica, en la que reconocía con sencillez «mi fragilidad humana» y suplicaba oraciones para «guiar la Iglesia de modo que sea en el mundo un signo de unidad para todo el género humano». El nuevo Papa la asumió ayer «teniendo presente los límites de mi persona y de mis capacidades», pero confiando en la ayuda de Jesucristo y de María, «que acompañó con su silenciosa presencia los primeros pasos de la Iglesia naciente». Antes de que los cardenales se diesen cuenta, Benedicto XVI había concluido su discurso y pasaba a mostrar su cariño a medida que le saludaban: bromeando con unos y otros, pidiendo a los más ancianos que no se arrodillasen -«No, no, no», les suplicaba- y permitiendo, con una mezcla de vergüenza y de resignación, que le besasen las manos. El cardenal Camarlengo, Eduardo Martínez Somalo, a quien había agradecido «su generoso servicio en esta delicada fase de transición», se arrodilló ante el Papa y le dijo «gracias por sus palabras, su comprensión y su ayuda» mientras le besaba, emocionado, las dos manos. Muchos cardenales se acercaban radiantes de alegría, incluso el alemán Karl Lehmann, que ha sorprendido a la prensa por su expreso apoyo al nuevo Pontífice, manifestó su fraterna alegría, por los gestos de Benedicto XVI .