
EL LLAMADO «VOTO CATÓLICO»
Numerosos analistas y expertos han tratado, en las últimas elecciones, de “decodificar” el “secreto” del voto católico.
Las especulaciones sobre qué es el “voto católico” abarcan todo el espectro de lo posible: algunos señalan que tal voto simplemente no existe; otros creen en cambio que éste es decisivo para determinar los resultados de una elección.
Para nosotros los católicos, el “voto católico” no reviste ningún misterio: consiste en que el católico participe de la vida democrática de manera plena; sin dejar su identidad católica fuera de la casilla de votación. La participación en la vida democrática, especialmente mediante el voto, pero también mediante los diversos canales de expresión que nuestro sistema permite, es una responsabilidad de todo católico.
¿Por qué? Porque, como creyentes, consideramos que tanto la construcción de una sociedad justa es necesaria, así como el destino sobrenatural de la persona humana. Esta convicción nos impulsa naturalmente a la construcción del bien común.
Por “bien común”, nos explica el Compendio del Catecismo, se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible, a los grupos y a cada uno de sus miembros, el logro de la propia perfección. (Compendio 407)
Para la Doctrina Social de la Iglesia, el bien común es más que el bienestar de los individuos aislados: supone el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona desde su concepción hasta la muerte natural, el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la persona y la sociedad, y la paz y la seguridad de todos.
Como nos explica el Compendio del Catecismo, toda persona, “según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, participa en la realización del bien común, respetando las leyes justas y haciéndose cargo de los sectores en los que tiene responsabilidad personal, como son el cuidado de la propia familia y el compromiso en el propio trabajo. Por otra parte, los ciudadanos deben tomar parte activa en la vida pública, en la medida en que les sea posible”. (Compendio 410)
Esta doctrina del Catecismo implica tres cosas muy prácticas:
Primero, el bien común se construye no sólo en el ámbito público; se construye ante todo en el “micro ambiente” de nuestra vida cotidiana: la propia familia y la comunidad.
Segundo, estamos llamados a respetar y hacer respetar la ley y el bien moral en los ambientes donde actuamos laboralmente. No es necesario ser un gran empresario, un político o una “persona influyente” para respetar la ley y contribuir al mejoramiento de la vida social.
Tercero, el católico debe procurar participar, según el máximo de sus posibilidades, en el proceso de elección de sus autoridades. Un católico responsable, es un ciudadano que vota… y que vota en conciencia, iluminado por lo que el recordado Papa el Beato Juan Pablo II describió como las “dos alas” con las que vuela el pensamiento humano: la fe y la razón iluminada por la misma Fe..
El Obispo de Querétaro, Mario De Gasperin nos ofrece una muy clara orientación a los católicos sobre su responsabilidad moral en las elecciones.
Un católico vota así
La democracia no se sustenta sin la verdad. Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente (Juan Pablo II).
I. ENSEÑANZA DE LA IGLESIA:
1. La Iglesia católica no tiene partido. Como institución, la Iglesia acoge a todos los bautizados y no apoya a ningún partido político; más aún, acepta que una misma fe puede inspirar opciones políticas diversas.
2. Los fieles católicos pueden afiliarse y votar libremente por el partido político y por el candidato que, sin contradecir sus convicciones morales y religiosas, mejor responda al bien común de los ciudadanos.
3. La jerarquía de la Iglesia, es decir, los diáconos, presbíteros y obispos, no pueden afiliarse a ningún partido político, ni apoyar públicamente a un candidato en particular. Es su derecho y deber proponer los principios morales que deben regir el orden social y, en privado, votar por quien quieran.
4. Los fieles católicos están obligados a ser coherentes con su fe en público y en privado; no pueden, por tanto, sin traicionarse a sí mismos, adherirse o votar por un partido o por un candidato contrario a sus convicciones religiosas y a sus exigencias morales.
II. POR TANTO, UN CATÓLICO:
5. No puede votar por un partido o por un candidato que esté en contra del respeto absoluto que se debe a la vida humana desde la concepción hasta su desenlace natural, como serían los que propician el aborto, la eutanasia o la manipulación de los embriones.
6. No puede votar por un partido o por un candidato que no respete la dignidad de la persona humana, como serían los que defienden o promueven la prostitución, las uniones homosexuales o lesbianas, los anticonceptivos físicos o químicos, la pornografía especialmente la infantil, la clonación humana, el uso o tráfico de drogas, la venta indiscriminada de alcohol, el machismo, la discriminación étnica y racial.
7. No puede votar por un partido o por un candidato que no respete el derecho primario de todo hombre o mujer a practicar, en privado o en público, individualmente o en grupo, sus creencias religiosas; o que obstaculice de cualquier manera la enseñanza de la religión, prohíba las manifestaciones públicas de fe o se oponga a la instalación de los lugares para el culto que pida la comunidad.
8. No puede votar por un partido o por un candidato que se oponga o niegue el derecho inalienable de los padres de familia a escoger el tipo de educación que, de acuerdo a sus convicciones, quieran para sus hijos.
9. No puede votar por un partido o por un candidato que no le garantice, con certeza moral, que utilizará honestamente los dineros y bienes públicos; que va a cumplir lo que promete; que buscará el bien común y no el provecho propio y de sus colaboradores.
10. No puede votar por un partido o por un candidato que no se comprometa a promover la dignidad de la familia fundada sobre el matrimonio monogámico entre personas de opuesto sexo; a combatir la violencia, la drogadicción, la injusticia institucionalizada, la corrupción pública y que no haga propuestas creíbles en favor de los más necesitados.
III. AL CONTRARIO, UN CATÓLICO:
11. Debe votar, preferentemente, por un candidato que respalde con su ejemplo las virtudes humanas y cristianas como son el respeto a los demás, el saber escuchar, el diálogo, el decir la verdad, la honestidad, la vida morigerada, la fidelidad conyugal y el amor a su familia.
12. Debe votar, preferentemente, por un candidato que demuestre con hechos su espíritu de servicio a los demás, con especial preferencia hacia los pobres y que en todo y sobre todo defienda la dignidad de la persona humana.
13. Debe votar, preferentemente, por un candidato que tenga cualidades de gobierno y que garantice la vigencia del estado de derecho mediante la aplicación de la ley, sin excepción de personas o de cargos.
IV. POR ESO, UN CATÓLICO CUMPLE ASÍ LOS DIEZ MANDAMIENTOS:
14. 1°) Amar a Dios sobre todas las cosas. El partido político o el candidato no pueden ser amados más que Dios: Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (S. Pedro: Hechos 5,2).
2°) No jurar el nombre de Dios en vano: No se puede usar a Dios o la religión para hacer propaganda política o para ganar votos.
3°) Santificar las fiestas: El domingo es día de guardar, de descanso y dedicado a la familia; es Día del Señor, para ir a misa.
4°) Honrar a tu padre y a tu madre: El respeto a los padres está sobre el respeto a los jefes y a los compañeros de partido. A la mujer, en su condición de madre, esposa, hermana e hija, se le debe sumo respeto.
5°) No matar: Están prohibidas las venganzas, «ajustes de cuentas», muertes políticas y, sobre todo, el matar las esperanzas de los más débiles con políticas económicas equivocadas o acumulando riquezas injustas.
6°) No fornicar: Está prohibido aprovecharse del puesto o de las influencias para obtener servicios y favores sexuales de cualquier persona.
7°) No robar. Tomar o retener injustamente los bienes ajenos o los dineros públicos y emplearlos para el bien personal, es robar. El pecado de robo no se perdona si no se devuelve lo robado.
8°) No levantar falso testimonio ni mentir: El falso testimonio, la calumnia y los anónimos denotan cobardía y son pecado. No hay mentiras piadosas ni es verdad que en política todo se vale. Pensar así es fomentar el cinismo y el deterioro social.
9°) No desear la mujer de tu prójimo. El tener dinero, prestigio o poder no da derecho a repudiar a la esposa legítima y a juntarse con otra: Quien se casa con un(a) divorciado(a) comete adulterio (Jesús: Mt 5,12).
10°) No codiciar los bienes ajenos: La codicia se refiere al deseo de tener, por cualquier medio, los bienes del prójimo o los bienes públicos. Éste sería el caso de quien busca un puesto político con la intención de enriquecerse y no de servir.
V. UN CATÓLICO SABE:
15. Que, si bien la democracia no se agota en el proceso electoral, su fe lo compromete a colaborar en el bien del país emitiendo su voto libre, secreto, personal e informado. El abstencionismo es un pecado de omisión.
16. Que está obligado a conocer los principios morales y la doctrina de los partidos y candidatos y a no dejarse manipular. Es pecado grave comprar o vender votos y colaborar de cualquier manera en un fraude electoral.
17. Que debe conocer su fe y formar su conciencia de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y de la moral católica, y emitir su voto pensando en el bien común y no según intereses personales o de partido.
18. Que si no encuentra un partido o candidato que concuerde con sus principios religiosos y morales, debe votar, según su juicio y en conciencia, por el menos malo.
19. Que debe brindar a las instituciones ciudadanas que participan y cuidan de los procesos democráticos su respeto y apoyo. La democracia es un bien que todos debemos proteger.
VI. UN CATÓLICO DEBE TENER EN CUENTA:
20. Que estos principios doctrinales son válidos para los católicos de cualquier parte y no tienen dedicatoria particular, más que la que cada uno le quiera dar. Por tanto, el católico que actúa según estos criterios, contribuye de manera sustancial al bien del país, y nadie puede sentirse ofendido, porque se trata de la aplicación de principios que emanan de la ley natural común a todo ser humano. La Iglesia, además, es anterior a cualquier partido político y la fe trasciende las ideologías; en todo caso, quienes podrían sentirse ofendidos son los católicos que pagan impuestos y son usados con frecuencia para atacar los principios fundamentales de su fe y de la moral católica.
21. Que estos principios, por ser expresión de la ley natural y estar grabados por Dios en el corazón humano, obligan a todos por igual. Si algunos coinciden con la moral católica -y muchos coinciden-, esto se debe a que la verdad es una y no a querer imponer un estado católico o un gobierno confesional. Esta coincidencia con la fe católica de ninguna manera los vuelve confesionales. Un gobernante católico gobierna, sin renegar de su fe, no desde sus postulados religiosos sino desde los preceptos de la ley natural centrados en la dignidad inviolable de la persona humana.
22. Que el querer apartar a los católicos de la vida política por el hecho de manifestarse coherentes
con su fe es una forma de intolerancia y discriminación religiosa, violatoria de los derechos humanos. Por tanto, un católico que vota según estos principios está contribuyendo a la maduración de un auténtico estado laico y democrático.
VII. UN CATÓLICO ORA ASÍ:
23. Dios todopoderoso y eterno, en cuya mano está mover el corazón de los hombres y defender los derechos de los pueblos, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, promuevan una paz verdadera, un auténtico progreso social y una verdadera libertad religiosa (Liturgia del Viernes Santo).
Santiago de Querétaro, Qro., abril 27 del 2003.
+ Mario De Gasperin Gasperin, obispo de Querétaro.
Nota: Esta doctrina se encuentra principalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica, en las encíclicas del Papa Juan Pablo II: El Evangelio de la Vida y El Esplendor de la Verdad; además, en la carta pastoral de los obispos mexicanos: Del encuentro con Jesucristo vivo a la solidaridad con todos (25 de Marzo del 2000) y responde a lo que pide la reciente Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al comportamiento y conducta de los católicos en la vida política, de la Congregación para la Doctrina de la Fe (24 de noviembre del 2002). También está de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de la Organización de las Naciones Unidas (1948).
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Monseñor Javier Del Río recuerda, en esta homilía del año pasado, algunos principios universales que debe analizar en conciencia, antes de votar, todo católico en cualquier país. Los valores que señala no son, pues, privativos para sus fieles o su patria peruana, ni para una época o momento; sino para todo católico en cualquier circunstancia y cualquier nación.
Así, como recordó el Arzobispado de México el pasado 12 de febrero (2012)*, al católico le está moralmente vedado votar por candidatos o partidos que tengan entre sus políticas, por ejemplo, la implantación del asesinato de seres humanos no natos a través del aborto, o la eliminación de enfermos o ancianos por medio de la eutanasia, o el establecimiento de dizque el «matrimonio» entre personas del mismo sexo. Todo esto no puede ser ni impuesto en las leyes ni propuesto a futura votación, pues la voluntad de la mayoría -sea ésta cual fuere- no tiene el derecho para violar la Ley natural. Deberá evitar el voto por quienes de algún modo violen esta Ley o sea previsible que sus políticas contraríen las normas morales o, también, sean opuestas a los principios católicos del elector. Votar por quien o quienes no respetan ni creen que la Ley natural existe y que todos debemos someternos a ella buscando el bien común, implica votar por quien por propia iniciativa, por programa partidista o por sujetar estas decisiones a la opinión mayoritaria, impondrá estas políticas contrarias a las normas morales. Votar por alguien así, nos hace responsables del mal previsto que llegue a cometer ese gobernante una vez electo. Este acto constituye un pecado grave por el daño que causa al bien común de la nación y es una cooperación formal al mal.
Quienes tienen el derecho de sufragio, están obligados en conciencia a recurrir a las urnas buscando votar por quien busque el bien común de la sociedad excluyendo, incluso, sus propios intereses personales que pudiesen estar fincados en determinado candidato(a). Por todo ello, deben estudiarse bien los candidatos(as), su historial, los partidos -y su trayectoria- de donde vienen, sus programas de gobierno, su ideología, etc. Quien no se sienta con los suficientes conocimientos para elegir, deberá tomar consejo de personas que sepan tomarán en cuenta todos estos principios. Un(a) candidato(a) que defiende a la persona humana y su dignidad, sin importarle su tamaño o circunstancia, es una buena elección. Como ha enfatizado la Iglesia: la negación del derecho a la vida en principio, asienta las bases para que se nieguen todos los demás derechos.
Excluyendo a candidatos(as) contrarios a la Ley natural, debe votarse por la mejor opción, o -en su defecto- por la menos mala.
Para VOTAR como CATÓLICO hay que:
1. Decidirse a VOTAR y participar activamente en el proceso electoral.
2. Decidirse a dejar que la fe ilumine mis opciones políticas.
3. Informarse de la postura de los a candidatos.
4. Elegir primero según los 5 puntos “no negociables” de la Doctrina católica:
a) NO al aborto. SÍ A LA VIDA.
b) NO a la eutanasia, SÍ al AMOR para con nuestros ENFERMOS.
c) SÍ al matrimonio exclusivamente como la unión entre un hombre y una mujer.
d) NO a la manipulación genética que significa el sacrificio de un embrión humano.
e) NO a la clonación humana, sí al reconocimiento de la dignidad de la persona. Somos: únicos, irrepetibles e irremplazables.
5. Optar por un candidato que promueva políticas que alienten la justicia, la creación y distribución del bienestar de manera concreta y realista.
6. Optar por un candidato que respete las raíces católicas de nuestra cultura mexicana.
7. Optar por un candidato que promueva una sana coexistencia y cooperación entre la Iglesia y el Estado.
8. Optar por un candidato que se pr
eocupe por la difusión de las virtudes.
9. No decidas tu voto de acuerdo con la apariencia, personalidad, o “fuerza mediática” del candidato. Algunos candidatos atractivos, carismáticos y que “suenan capaces” no son necesariamente buenos y no deben ser elegidos, mientras que otros candidatos, que podrían no ser atractivos o poco inspiradores, y poco carismáticos ante las cámaras, podrían promover y generar leyes que estén de acuerdo con los principios cristianos básicos.
10. No decidas tu voto por un candidato preguntándote “¿Qué gano yo?” o si quedarás colocado bien política o laboralmente. Decide de acuerdo con la capacidad de los candidatos para promover el bien común, incluso si no te beneficias directa o inmediatamente con las leyes que proponen.
11. No premies con tu voto a candidatos que están en lo correcto en temas no muy importantes pero que están equivocados en temas morales fundamentales. Un candidato puede tener un récord de apoyo a leyes exactamente igual a lo que buscas, y al mismo tiempo haber votado a favor, por ejemplo, de la eutanasia. Ese candidato no se merece tu voto. Los candidatos tienen que aprender que al estar equivocados incluso en uno solo de los valores o principios no negociables es suficiente para excluirlos de nuestra consideración.
12. Desecha a algún candidato que rehuya definirse personalmente en los temas básicos. En tal caso, analiza la trayectoria e ideología del partido que lo postula.
13. Rectifica tu elección si no habías considerado estos principios.
En seguida presentamos un video que encontramos en YouTube, que si bien fue elaborado para el estado de Jalisco, sus principios son los mismos para toda nación y para cualquier tipo de elecciones.