
Dios es esencialmente Misericordioso
«Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá» (Diario, 48).
La Divina Misericordia
Dios es esencialmente Misericordioso según lo enseña la misma Revelación Divina. Él mismo se manifiesta como «Misericordioso y Clemente» (Ex 34,5-7). Así le presenta la Sagrada Escritura más de 300 veces. Nuestro Señor se apareció desde 1931 a 1938 a la religiosa Faustina Kowalska, en Polonia, confiándole la difusión de la devoción a su Misericordia, según consta en su Diario donde expone el desarrollo de las apariciones.
En 1931 Santa Faustina tuvo una visión en la cual Jesús le encargó la tarea de pintar su imagen tal y como ella lo veía en ese momento: con la mano izquierda sobre su corazón, del cual salen dos rayos, y con la mano derecha alzada en señal de bendición.
Jesús le indicó que al pie del cuadro debería colocarse la firma: «Jesús, en Ti confío». Agregándole: «Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y luego en el mundo entero» (Diario, 47).
El cuadro, pintado por un artista bajo la dirección de Santa Faustina, quedó concluido en 1934. Al ver que el cuadro distaba mucho de la imagen verdadera de Jesús, llorando, exclamó: «¿Quién será capaz de pintarte tan hermoso como eres en verdad?» A lo que Jesús respondió: «No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia» (Diario, 313). «Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá» (Diario, 48).
Jesús dijo posteriormente a Santa Faustina: «(…) Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Ti confío» (Diario, 327).
Los rayos que salen del corazón de Jesús en esta imagen, uno rojo y el otro pálido, simbolizan la sangre y el agua que brotaron del corazón traspasado de Jesús en la cruz «(…) como de una fuente desbordante de misericordia» (Diario, 367), para el mundo entero. Jesús dijo a Sor Faustina en distintas ocasiones: » (…) El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas…»
El 13 de septiembre de 1935, un viernes, Santa Faustina, estando en su celda, tuvo una visión del Ángel que por mandato de Dios vino a castigar la tierra. Al ver esta señal de la ira divina, empezó a pedir al Ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero, cuando se puso delante de la Majestad de la Santa Trinidad, no se atrevió a repetir la plegaria. En ese mismo instante, al sentir en su alma la fuerza de la gracia de Jesús, empezó a rogar a Dios con las palabras que oyó dentro de ella y que formaron parte de la Coronilla a la Divina Misericordia. Cuando así rezaba, vio la impotencia del Ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. A la mañana siguiente, cuando entró en la capilla, el Señor Jesús volvió a instruirla cómo debía rezar la misma oración con el rosario común. Primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (Diario 476). Esta oración es para aplacar la ira Divina.
En las revelaciones sucesivas, el Señor Jesús transmitió a Sor Faustina grandes promesas que vinculó con el rezo confiado de esta coronilla: Hasta el pecador más empedernido – dijo – si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de mi misericordia infinita (Diario 687). A quienes recen esta coronilla, me complazco en darles todo lo que me pidan (Diario 1541). Estas y otras promesas del Señor Jesús se cumplirán cuando las prácticas que Él enseñó surjan de la actitud interior de confianza ante Dios y se unan al amor activo al prójimo.
Algunos de los Mensajes de la Divina Misericordia a Santa Faustina:
«Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión».
«Hija Mía, escribe que cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia e invita a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de Mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas. En la cruz, la Fuente de Mi Misericordia fue abierta de par en par por la lanza para todas las almas, no he excluido a ninguna».
«Que los más grandes pecadores pongan su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que recurren a Mi misericordia…”
Dice San Juan Pablo II: “Recurramos al amor paterno que Cristo nos ha revelado en su misión mesiánica y que alcanza su culmen en la cruz, en su muerte y resurrección. Recurramos a Dios mediante Cristo, recordando las palabras del Magnificat de María, que proclama la misericordia « de generación en generación ».
“Elevemos nuestras súplicas, guiados por la fe, la esperanza, la caridad que Cristo ha injertado en nuestros corazones. Esta actitud es asimismo amor hacia Dios, a quien a veces el hombre contemporáneo ha alejado de sí ha hecho ajeno a sí, proclamando de diversas maneras que es algo « superfluo ». Esto es pues amor a Dios, cuya ofensa-rechazo por parte del hombre contemporáneo sentimos profundamente, dispuestos a gritar con Cristo en la cruz: « Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen ».Esto es al mismo tiempo amor a los hombres, a todos los hombres sin excepción y división alguna: sin diferencias de raza, cultura, lengua, concepción del mundo, sin distinción entre amigos y enemigos.” (DIVES IN MISERICORDIA)
Dejémonos iluminar por el Santo Evangelio
San Juan 20, 19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.»
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Preguntas para reflexionar y compartir:
¿Porqué el Señor quiere que con urgencia, aceptemos de su Divina Misericordia el perdón de nuestros pecados?
¿Porqué el pecado es lo opuesto a la paz?
¿Porqué es la Misericordia del Señor el principio y fundamento de la verdadera paz?
Oración para obtener la Divina Misericordia
¡Oh Dios de gran misericordia! bondad infinita, hoy toda la humanidad clama, desde el abismo de su miseria, a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios; y grita con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, Te imploramos, anticípanos Tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida, ese día que conoces sólo Tú. Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza; a través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos en el cielo (Diario de Santa Faustina, 1570).