Dignos frutos de conversión

Dignos frutos de conversión

19 de marzo de 2022 Desactivado Por Regnumdei

Yo los exhorto a que se despierten y a que levanten sus ojos hacia el Sol de justicia. Quien duerme no puede contemplar el sol ni recrear sus ojos con la visión bajo la belleza de sus rayos.


 “Convertirse” no es sólo a apartarse del mal pasado, sino – lo que es mejor – practicar en adelante el bien.

Todo lo que ve, lo ve entre sueños. Yo llamo “convertirse” no sólo a apartarse del mal pasado, sino – lo que es mejor – practicar en adelante el bien.

Por esto necesitamos confesar nuestros pecados y derramar muchas lágrimas, porque estamos pecando sin remordimiento, porque nuestros pecados son grandes y no merecen perdón. Muchos de los que me están oyendo son testigos de que no miento. Sin embargo, aunque no merezcan perdón, convirtámonos y obtendremos una corona.

Yo llamo “convertirse” no sólo a apartarse del mal pasado, sino – lo que es mejor – practicar en adelante el bien.

San Juan Bautista dice: Haced dignos frutos de conversión. ¿Cómo los haremos? Practiquemos las acciones contrarias. Como si dijera: ¿Has robado lo ajeno? Entonces ahora da hasta lo que te pertenece. ¿Has vivido mucho tiempo deshonestamente? Ahora sé casto con tu esposa, practica la continencia. ¿Has insultado o has herido a quien estaba a tu lado? Ahora bendice a los que te insultan, haz bien a los que te hieran.

Para nuestra salud no basta con arrancar el aguijón; también hay que aplicar la medicina sobre la herida.

¿En el tiempo pasado te has entregado a la gula y a la embriaguez? Ahora ayuna y bebe agua. Trata de arrancar el daño que te ha venido de ahí […]

Dice el Salmo: Apártate del mal y haz el bien. Y también: Que tu lengua cese de hablar mal y tus labios no pronuncien mentiras. Dínos ¿qué bien es ése? Busca la paz y persíguela. No sólo la paz con los hombres, sino con Dios. Ha dicho muy bien el Salmista: Persíguela, porque la paz ha sido arrojada, ha sido desterrada, y dejando la tierra se ha ido al Cielo. Sin embargo, si queremos, podemos hacerla volver. Basta que echemos de nosotros la soberbia y la arrogancia y todo lo que se opone a la paz, y nos abracemos con una vida sobria y humilde.


San Juan Crisóstomo, “Homilías sobre San Mateo”