Carta de Santa Teresita del Niño Jesús: Una gota de rocío
Cuando pienso en ti junto al amigo único de nuestras almas, se me presenta siempre la sencillez como la nota característica de tu corazón…
¡Celina…!, sencilla florecita-Celina, no envidies a las flores de los jardines. Jesús no nos ha dicho: “Yo soy la flor de los jardines, la rosa cultivada”, sino : “Yo soy la flor de los campos y el lirio de los valles”.
Pues bien, esta mañana, junto al sagrario, yo pensé que mi Celina, la florecita de Jesús, debía ser – y serlo siempre – una gota de rocío escondida en la corola divina del Lirio de los valles. Una gota de rocío, ¿qué hay de más sencillo y de más puro? No la han formado las nubes, pues el rocío desciende sobre las flores cuando el azul del cielo está estrellado. Ni puede tampoco compararse con la lluvia, a la que supera en belleza y en frescor. El rocío sólo existe por la noche; en cuanto el sol empieza a lanzar sus cálidos rayos, hace destilar las preciosas perlas que brillan en las puntas de las briznas de hierba de la pradera, y el rocío se torna en un ligero vapor. Celina es una gotita de rocío que no ha sido formada por las nubes, sino que ha caído de ese hermoso cielo que es su patria. Durante la noche de la vida, su misión es esconderse en el corazón de la flor de los campos. Ninguna mirada humana debe descubrirla, sólo el cáliz que contiene la pequeña gotita conocerá su frescor.
¡Dichosa gotita de rocío, tan sólo conocida de Jesús…!, no te pares a contemplar el curso sonoro de los ríos que causan la admiración de las criaturas; no envidies ni siquiera al claro arroyo que serpentea por la pradera. Cierto que es muy dulce su murmullo… Pero pueden oírlo las criaturas…, y además el cáliz de la flor de los campos no puede contenerlo. No puede ser sólo de Jesús. Para ser suyos, es preciso ser pequeños, ¡pequeños como gotas de rocío…! ¡Y qué pocas son las almas que aspiran a ser así de pequeñas…! Pero tal vez digan: ¿acaso no son mucho más útiles el río y el arroyo que la gota de rocío? ¿Para qué sirve ésta? No sirve más que para refrescar durante unos instantes a una flor de los campos que hoy es y mañana ha desaparecido…
Sin duda, estas personas tienen razón: la gota de rocío sólo sirve para eso. Pero esas personas no conocen a la Flor de los campos que ha querido habitar en nuestra tierra de destierro y vivir en ella la breve noche de la vida. Si la conociesen, entenderían el reproche que Jesús hizo una vez a Marta… Nuestro Amado no tiene necesidad de nuestros grandes pensamientos ni de nuestras obras deslumbrantes; ni siquiera pensamientos sublimes, ¿no tiene a sus ángeles, a sus legiones de espíritus celestiales cuyos conocimientos están infinitamente por encima de los más grandes genios de nuestra triste tierra…?
No es, pues, el ingenio ni los talentos lo que Jesús vino a buscar a la tierra. Si se convirtió en la Flor de los campos, sólo fue para mostrarnos cómo le gusta la sencillez. El Lirio del valle no aspira más que a una gotita de rocío… Y justo por eso se ha creado una ¡que se llama Celina…! Durante la noche de la vida, ella deberá vivir oculta a toda mirada humana; pero cuando las sombras comiencen a declinar y la Flor de los campos se convierta en el Sol de la justicia cuando venga a consumar su carrera de gigante, ¿podrá entonces olvidar a su gotita de rocío…? ¡De ninguna manera! Cuando él aparezca en su gloria, su compañera de destierro aparecerá también gloriosa. El Sol divino posará sobre ella uno de sus rayos de amor, y de pronto la humilde gotita de rocío aparecerá ante los ojos maravillados de los ángeles y los santos, y brillará como un diamante precioso que, reflejando al Sol de la justicia, se tornará semejante a él. Pero esto no es todo. El Astro divino, al mirar a su gota de rocío, la atraerá hacia sí, y ella ascenderá como un ligero vapor e irá a clavarse por toda la eternidad en el seno del foco ardiente del amor increado, y vivirá para siempre unida a él. Así como en la tierra fue la fiel compañera de su destierro y de sus desprecios, así también en el cielo reinará eternamente con él…
¡Y qué asombrados quedarán entonces los que en este mundo tuvieron por inútil a la gotita de rocío…! Sin duda, tendrán una disculpa: no se les había revelado el don de Dios, no habían acercado su corazón al de la Flor de los campos y no habían escuchado estas palabras irresistibles: “Dame de beber”. Jesús no llama a todas las almas a ser gotas de rocío. Quiere que haya licores preciosos que las criaturas puedan apreciar y que las alivien en sus necesidades; pero para él se reserva una gota de rocío, ésa es su mayor ilusión…
¡Qué privilegio ser llamada a tan alta misión…! Mas para responder a ella, es absolutamente necesario ser sencillas… Jesús sabe bien que es difícil mantenerse puros en la tierra; por eso quiere que sus gotas de rocío se ignoren a sí mismas. Le gusta contemplarlas, pero sólo él las mira. En cuanto a ellas, al no conocer su propio valor, se consideran por debajo de las demás criaturas… Y esto es lo que desea el Lirio de los valles.