
San Rafael Arnaiz
Le felicidad para la fidelidad. «Dios me quiere para Él sólo»
«San Juan Pablo II lo propuso como modelo brillante para los jóvenes»
«¡SOLO DIOS!»
En su formación cristiana sobresalen dos rasgos:“ la visita diaria al Amo” en el Sagrario y una confianza entregada en la Madre del Redentor. Un ejemplo. Veranea con su familia en Torrelodones, pueblecito de la sierra madrileña. Allí vive su abuela materna y, con todos ellos, convaleciente de una enfermedad dolorosísima que se va perfilando incurable, está su hermana menor. Un día, incapaz de soportar impasible las escenas de sufrimiento que se suceden, sale para la Iglesia diciéndole como si tal cosa: “Espera, nena, que esto lo arreglo yo”. Está convencido de que su oración va a ser escuchada. Y, a la vuelta, se lo comunica a ella con toda naturalidad: “Ahora ya se lo he dicho a la Virgen y Ella te va a curar”. Y los síntomas y los dolores desaparecen de por vida. Era tan sólo un joven de diez y siete años.
Rafael entró en la Trapa movido por un ideal: un impulso interior fuertísimo, que le movía a buscar con Jesucristo exclusivamente a Dios.”¡Qué grande es Dios! “; “He elegido el Camino en donde se encuentra la Verdad”; “Saber esperar”; “Sólo Dios y yo” son frases que se repite y que expresan el descubrimiento luminoso de su mente, por el que, a sus diez y nueve años, decide dejarlo completamente todo: el brillante porvenir de su carrera, el cariño familiar, la buena mesa de gourmet selectivo y consumado… Pero no sólo una vez, como tendría que haber sucedido previsiblemente. Circunstancias diversas le fuerzan a abandonar periódicamente el lugar elegido para centrarse en ello. Cada nueva renuncia convierte su decisión en más heroica y su empeño por mantener su reiterada entrega a conquistarlo, en más decidido y exclusivo. Remonta al fin y en breve la más alta cima de la inteligencia, donde “los limpios de corazón ven, experienciándolo, a Dios.”
Aquel mes de Septiembre, visitaba a sus familiares en Ávila. Buen conocedor de la sensibilidad estética de su sobrino, el tío le comenta la deliciosa hermosura del canto gregoriano, en especial al caer de la tarde, cuando los monjes le cantan la Salve a la Virgen. Va a reemprender viaje hacia Gijón, recoger sus cosas y partir sin demora hacia Madrid. Se ha matriculado en primero de Arquitectura para el próximo curso en la Universidad Central (C/ S. Bernardo). Decide hacer una breve parada en Dueñas y disfrutar de lo que su tío le ha encomiado como una emoción única, estética y piadosa al mismo tiempo. “ Pero como Dios es tan bueno”,escribirá él mismo, agradecido, más tarde, pierde el tren de la mañana siguiente y, al no tener que hacer nada mejor que pasear por los campos en tanto que los monjes trabajan, pasa con ellos todo el día.¡ Qué trampa más acabada le estaba tendiendo Dios! Quedó fascinado. Cuando ya se percate del “enorme milagro que se está produciendo en su alma”, le agradecerá a Dios, entusiasmado, este certero ardid de cazador experto.
El impacto producido por la gran talla humana y cristiana de Rafael ha sido constante, desde que su madre publicara sus “Escritos”. San Juan Pablo II lo propuso como modelo brillante ante los numerosos jóvenes integrantes de la Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela. José Mª Javierre destacó entonces lo insólito de este hecho en una hermosa columna del diario madrileño Ya. Monseñor Blázquez, actual Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, no ahorró esfuerzos por acercar su figura a la juventud palentina. El gran teólogo dominico Royo Marín, ilustre profesor de la Pontificia de Salamanca, le presentó como “el mayor místico del siglo XX”, prolo gando sus escritos. Y, en Villasandino, (La Bureba), donde él residió con su hermano Leopoldo y la familia, se convoca anualmente un concurso literario para mantener fresca su memoria. Ahora es el momento oportuno para que sus compañeros de las U. Politécnicas lo aclamen como su “COMPAÑERO MAS ILUSTRE”.Él siempre tuvo en el recuerdo su paso por la universidad y ,ya en la Trapa, realizó los planos de ampliación de la antigua chocolatería. Una fotografía suya, ensimismado ante el caballete de trabajo, luciría muy bien en un lugar de honor. Y, en cuanto a sus Escritos, todas las cátedras de literatura, de las universidades castellano-leonesas por lo menos, ganarían a un prosista consumado, experto en relatos cortos como pocos, si le dedicaran cuantos cursillos monográficos cupieran en sus distintas agendas y cursos sucesivos. ¿Y qué burgalés no le agradecería a Caja Círculo una antológica de sus abundantes dibujos y objetos familiares y personales? Con todo, nada sería más gozoso que ver peregrinar periódicamente hacia nuestra capital, que es la suya, a una riada de jóvenes confirmandos, provenientes de las parroquias de nuestra provincia y de las de nuestra Comunidad Autónoma. Familiarizándose con su vida e invocando su protección en el hermoso templo que nuestra ciudad le tiene ya dedicado, su catequización y apuesta libre por Jesucristo adquiriría tintes vivenciales nuevos.