Alma, cuerpo y espíritu

Alma, cuerpo y espíritu

22 de abril de 2016 Desactivado Por Regnumdei

El cuerpo humano precisamente está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo…

Las dos palabras ‘alma’ y ‘espíritu’ son utilizadas intercambiablemente. La muerte a veces es referida como entregando el alma, Genesis 35:18; I Reyes 17:21, y otras veces como entregando el espíritu, Lucas 23:46; Hechos 7:59. Los muertos en algunos casos son llamados «almas», Revelación. 9:6; 20:4, y en otros ‘espíritus’, I Pedrp 3:19; Hebreos 12:23. Los dos términos denotan el elemento espiritual del hombre desde distintos puntos de vista. Como espíritu es el principio de vida y acción, el cual controla el cuerpo, y como alma es el sujeto personal, el cual piensa y siente y desea, y en algunos casos es el asiento de las afecciones.

En algunas ocaciones se refiere al Alma como el resultado de la inteaccion del espiritu que hemos recibido de Dios y el Ser humano, asi el ser humano que ha recibido el espiritu en su concepción es “alma viviente” pues puede conocer a Dios y conocerce a si mismo, pero aun esta definición depende del espiritu que Dios nos da. Dice el Catecismo:

“Corpore et anima unus” 362 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que «Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente» (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. 363 A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt 10,28; 2 M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: «alma» significa el principio espiritual en el hombre. 364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la «imagen de Dios»: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45): Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador.

Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1). 365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la «forma» del cuerpo (cf. Cc. de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza. 366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, SPF 8) -no es «producida» por los padres -, y que es inmortal (cf. Cc. de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final. 367 A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así S. Pablo ruega para que nuestro «ser entero, el espíritu, el alma y el cuerpo» sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1 Ts 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma (Cc. de Constantinopla IV, año 870: DS 657). «Espíritu» significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural (Cc. Vaticano I: DS 3005; cf. GS 22,5), y que su alma es capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios (cf. Pío XII, Humani generis, año 1950: DS 3891). 368 La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de «lo más profundo del ser» (Jr 31,33), donde la persona se decide o no por Dios (cf. Dt 6,5; 29,3;Is 29,13; Ez 36,26; Mt 6,21; Lc 8,15; Rm 5,5).