El Rey del mundo en un establo
En un mundo donde parece imperar la violencia y la discordia, la paz del Belén debe hacernos reaccionar. Monseñor Juan Ignacio González.
“¡Ha nacido Jesús! Todo ha valido la pena. José, ya puedes descansar un poco. Después del viaje desde Nazaret, caminando, con María encinta sobre el borrico; después de buscar un lugar para pasar la noche, llamando de puerta en puerta sin encontrar un sitio para el Dios-Niño; después de limpiar el Pesebre y acondicionarlo mínimamente para que María pudiera tener a Jesús; al fin, Dios ha nacido. Llora Jesús, recién nacido. Llora José, que no quiere contenerse. María, la Madre de Dios, sonríe. Una mula y un buey, únicos espectadores mudos del gran suceso: Jesús, que es Dios, está ahí, en una cuna. Jesús, no dices nada. Te has dormido. Sin embargo, lo dices todo: el Rey del mundo en un establo. Estas son tus riquezas: frío, pobreza, soledad. ¿Por qué? ¿Qué mensaje me vienes a traer, para empezar enseñándome que todo lo terreno no vale nada, y menos que nada, si es un estorbo para cumplir tu voluntad?”
Dios ha inaugurado una nueva era en su expresión de amor a los hombres y nos ha enviado a su Hijo, la Segunda persona de la Trinidad Beatísima, Jesucristo, para que tomando nuestra naturaleza humana en el seno de una mujer, María, la Madre de Dios, se hiciera igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Jesús vive con nosotros y muerte por nosotros.
Pero nosotros muchas veces no nos percatamos de la grandeza única de este acontecimiento vital. Es Dios mismo el que se abaja y viene a restablecer su amistad y cercanía con nosotros. Se nos hace encontradizo, se pone delante de nuestro ojos, en una cuna, lugar pobrísimo de animales, pero así lo mas pobre se enriquece. Esta primera venida precede a la definitiva. Ahora viene en la pobreza y el desprecio y muere por nosotros, después vendrá en su gloria a restablecer el Reino de Dios.
En un mundo donde parece imperar la violencia y la discordia, la paz del Belén debe hacernos reaccionar. Hagámonos todos promotores de la paz que viene de aceptar a Dios encarnado en nuestro mundo y procuremos llevar esa paz a todos los ambientes donde nos movemos, especialmente a la familia, el trabajo, la vida política y económica, etc.
…Que mirando al Niño silencioso pero Maestro, aprendamos a vivir como hijos de Dios y hermanos de Jesús, que nos ha hecho ingresar para siempre en la familia de Dios.
+ Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo
Diciembre del 2011